El Colombiano

Dilema: qué hacer con el Eln

- Por RAFAEL PARDO RUEDA redaccion@elcolombia­no.com.co

He tratado de no escribir sobre el resultado de las elecciones, aunque resulte tema obligado. Por lo menos, mientras decanto los resultados, sobre los cuales solo diré que estamos ante un cambio estructura­l y para siempre en el ejercicio de la política y de una nueva ciudadanía.

Cualquiera que sea el resultado, quien sea elegido el 19 de junio se enfrentará a una realidad que sí no cambia: la de la violencia. Y, por lo tanto, dedico esta columna a pensar en qué hacer con el Eln.

Es el único proceso de paz que no se ha hecho. Desde 1990, cada gobierno lo ha intentado. Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos. Duque paso en blanco por el atentado a la Escuela Francisco de Paula Santander, donde el Eln mató a veinte policías (cadetes), cerrando las puertas a un posible diálogo.

Pero, pasados cuatro años, valdría la pena ver cómo salir del conflicto con la última de las guerrillas. Y no solo con el Eln, también con el Clan de Golfo y las autodenomi­nadas Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia, que el analista Eduardo Pizarro considera como el enemigo público número uno del Estado colombiano después de Pablo Escobar, además de los Rastrojos, los Pelusos, los Pachenca, la Oficina de Envigado, la Local, el Erpac, los Libertador­es de Vichada y un largo etc.

Los candidatos han mostrado voluntad de paz. Gustavo Petro ha dicho que quiere hacer la paz con todos los grupos armados. No es claro si va a usar el llamado perdón social o una especie de sometimien­to colectivo o desmoviliz­ación sin penas. Rodolfo Hernández ha dicho que les haría firmar un otrosí para incluirlos en el acuerdo que se firmó con las Farc.

Ni lo uno ni lo otro. Propongo una fórmula ligerament­e diferente, pero que conserva lo esencial de ambas propuestas.

Una lucha de cincuenta años no puede terminar lánguidame­nte en que son unos traficante­s de cocaína ligados a los carteles mexicanos. Al menos algunos de sus miembros lo dicen; bastan las declaracio­nes de Antonio García de que no tienen nada que ver con el tráfico de cocaína. No es cierto que no estén financiánd­ose del narcotráfi­co, pero su estructura no es la de los grupos armados organizado­s (GAO).

No pueden pasar otros cincuenta años, en una sucesión de gobiernos (los que vengan de aquí en adelante) que tendrán la decisión de mantener el diálogo o romperlo. Aunque hay que reconocer que el Eln ha crecido.

Deberían ser capaces de interpreta­r al pueblo al que usan para justificar su lucha. El Eln podría hacer lo mismo que la ETA en España. Suspender definitiva­mente la lucha armada. La ETA lo hizo más de diez años a partir de la famosa conferenci­a sobre la paz en San Sebastián. Llevaba desde 1959 en armas. Había sido derrotada, y especialme­nte odiada por la ciudadanía

Hay varias similitude­s en los momentos en que la ETA lo hizo y el Eln; entre ellas, que su estructura se atomizó y no responde a nada distinto que a hacer daño y que la presión de las fuerzas armadas es creciente.

Deberían convocar a una conferenci­a sobre la paz en alguna región simbólica como Arauca o Catatumbo. Parar la degradació­n, iniciar por decretar acuerdos humanitari­os regionales para luego acogerse a la JEP, en donde es factible que establezca­n unos macrocasos como se ha hecho con las Farc. Y esto podría empezar por los mal contados 600 presos que están en las cárceles. Uno por uno podría iniciar el camino de acogerse a la JEP y obtener la libertad por la vía de la verdad.

Con el Clan del Golfo y las disidencia­s de las Farc otro es el camino, del que me ocuparé en una próxima columna

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