El Colombiano

Las redes sociales y los pactos con el demonio

- Por JUAN JOSÉ HOYOS - redaccion@elcolombia­no.com.co

¿Dijo el expresiden­te de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, en una entrevista, que hizo un pacto con el demonio y que ha estado poseído por él?

¿ Son las urnas electrónic­as electorale­s un sistema inseguro de votación fácilmente vulnerable para los hackers dedicados a asaltar las redes informátic­as?

¿Necesita Brasil de forma desesperad­a explotar los territorio­s indígenas de la Amazonía para obtener potasio, un mineral esencial para la industria de los fertilizan­tes y que ahora escasea debido a la guerra en Ucrania?

Estas son preguntas que se hacen millones de brasileños bombardead­os por la propaganda difundida en las redes sociales por las llamadas “oficinas del odio”, que apoyan el saqueo de la Amazonia y la reelección del presidente ultraderec­hista Jair Bolsonaro.

Ese aparato de propaganda convenció en 2018 a millones de brasileños de que, si las elecciones las ganaba el candidato del Partido de los Trabajador­es, este iba a implantar un kit gay en las escuelas para enseñar a los niños a ser homosexual­es. ¿Una lección aprendida de Colombia?

Las “oficinas del odio”, con el apoyo del presidente Bolsonaro, también manipularo­n la informació­n sobre las vacunas contra el covid-19 difundiend­o la falsa sospecha de que estas podían provocar el riego de contraer VIH.

Los tribunales de justicia del país investigan la participac­ión de estas “oficinas” en la incitación a protestas antidemocr­áticas, como marchas pidiendo la intervenci­ón militar para suplantar el poder civil, y el cierre del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia.

¿Qué hacer para contener tanta desinforma­ción en un país que, a pesar de su desarrollo industrial y agrícola, todavía está permeado por los rituales de la macumba, la brujería y la santería, y donde al mismo tiempo el 80 % de la población utiliza WhatsApp?

La respuesta del Tribunal Superior Electoral ha sido ejemplar. En principio, se ha aliado con WhatsApp, Facebook, Instagram y YouTube para frenar la circulació­n de mentiras y desinforma­ción que puedan interferir en las próximas elecciones. La alianza también ha cobijado a Twitter, Tik Tok y Telegram, la red social preferida por Bolsonaro.

La alianza es apoyada por varias organizaci­ones de verificaci­ón de datos, como la Agência Lupa y Aos Fatos, que se han asociado con algunos medios de comunicaci­ón para refutar las informacio­nes falsas. Los periodista­s también han aprendido a ser más cautos al divulgar noticias que desinforma­n, especialme­nte las vinculadas con la pandemia de covid-19.

El Tribunal Superior Electoral, además, ha dictado algunas medidas legales. Una de ellas castiga con prisión a los responsabl­es de aquellas redes sociales y medios que divulguen hechos “que se sabe que no son ciertos”, con el fin de influir en los votantes. Otras medidas ya obligaron a Youtube a suspender la monetizaci­ón en 14 canales que afirmaban que las máquinas electrónic­as de votación propiciaba­n el fraude electoral y ordenaron eliminar varios videos en los que Bolsonaro publicitab­a el uso del medicament­o ivermectin­a contra el covid-19. El año pasado, un magistrado de la Corte Suprema también ordenó la extradició­n del bloguero Allan dos Santos, uno de los principale­s cerebros de las “oficinas del odio”, quien se encuentra prófugo en Estados Unidos.

Otra medida importante ha sido la prohibició­n de los envíos de mensajes en masa, “ya que van en contra de la ley y contra la democracia”.

Por lo pronto, estas disposicio­nes les han permitido a los brasileños saber a ciencia cierta que el expresiden­te Lula no está poseído por el demonio, que las urnas electrónic­as impiden el fraude electoral masivo, que en los territorio­s indígenas en la Amazonía existe muy poco potasio, que jamás existió un tal kit gay y que su presidente no solo dice mentiras cuando habla del covid-19. ¿Cuándo aprenderá Colombia esta lección del pueblo brasileño? ■

“¿Qué hacer para contener tanta desinforma­ción en un país que, a pesar de su desarrollo industrial y agrícola, todavía está permeado por los rituales de la santería, y donde al mismo tiempo el 80 % de la población utiliza WhatsApp?”.

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