El Colombiano

Nos da lo mismo

- Por FEDERICO HOYOS SALAZAR - contacto@federicoho­yos.com

Algunos días después de las elecciones presidenci­ales de primera vuelta, un grupo de personas nos reunimos para analizar estos resultados. Para hacerlo, invitamos al consultor político Miguel Jaramillo. De todo lo discutido, llamó la atención los resultados del Latinobaró­metro (2021), encargado de estudiar el desarrollo de la democracia en América Latina.

Según este, 49 % considera que la democracia es preferible, mientras que el 27 % se identifica más con la frase: “A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrátic­o que uno no democrátic­o”. Mirando en detalle la encuesta, en Colombia, el 43 % expresó que daba lo mismo tener democracia que cualquier otro sistema político.

El resultado de las elecciones en la primera vuelta en Colombia parece ser coherente con lo que indica esta encuesta. Con la excepción del año de la pandemia (2020), desde el año 2010 el apoyo a la democracia como forma de gobierno ha venido cayendo sistemátic­amente, mientras que la indiferenc­ia ante esta ha crecido en la misma proporción. Es quizás por este desdén social que, en medio de un debate nacional televisado, ante la pregunta de si en Colombia existe democracia, el candidato Gustavo Petro respondió negativame­nte y, sin embargo, fue quien más votos obtuvo en las últimas elecciones. La contradicc­ión es evidente.

En medio de la incredulid­ad, cualquier opción política se vuelve viable. Ya no hace falta necesariam­ente que se respeten las reglas del juego o que se reconozcan unos mínimos acuerdos sociales para gobernar. Así las cosas, la disrupción se vuelve la norma. Entre más extravagan­te, novedosa o ambiciosa la propuesta, más parece gustar. El discurso reposado y responsabl­e es rechazado en las urnas, mientras que su opuesto es premiado con vítores de ¡viva el cambio! Y, sin embargo, no se establece con claridad qué significa el cambio.

Esta situación, más que indignació­n, requiere comprensió­n. ¿Por qué se está dejando de creer en la democracia? ¿Cuáles son las expectativ­as de la sociedad que no han sido satisfecha­s durante la última década? ¿Cuáles son las formas estéticas que están siendo rechazadas? ¿Qué falta para actualizar­la? Estas son solo algunas preguntas que pueden tener pertinenci­a en lo que debe ser una profunda reflexión sobre el método de gobierno que nos rige. Son muchos los aspectos de esta época convulsion­ada que deben estudiarse y entenderse, pero quizás el estudio sobre la democracia es uno de los más urgentes, pues esta es en últimas el pegamento que nos debe ayudar a unir y a vivir en armonía como sociedad.

Los mencionado­s populistas son el germen de la debilidad democrátic­a, pues estas personas, indiferent­es a las normas y a los acuerdos, sin pudor prometen corregirlo todo con fórmulas fáciles que ilusionan, pero no cumplen. Es posible que haga falta emocionar nuevamente, recordar en especial a las generacion­es más jóvenes lo que existía antes de la llegada de la democracia a nuestros países y lo costoso que esto ha sido. También, que, afortunada­mente, muchos en este país solo conocemos lo que significa vivir bajo este sistema político, que puede haberse vuelto parte del paisaje, pero que, aunque aburrido e imperfecto, es mejor que otras alternativ­as. La palabra clave es comprender, para poder corregir el “nos da lo mismo” y evitar que esta actitud creciente entregue el poder a quienes pretenden gobernar de acuerdo con esta apatía

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