El Colombiano

Dios salve las ruinas

- HUMBERTO MONTERO - hmontero@larazon.es

Reino Unido acaba de celebrar los 70 años de reinado de Isabel II con un sabor más rancio del habitual en esas nebulosas islas. Quedan atrás las décadas de oro, en las que Londres se convirtió en la capital financiera de Europa y los británicos comenzaban a arrancar las moquetas de sus cuartos de baño y a abandonar el té por el café. Tanto se convirtier­on en europeos que hasta el moho dejó de crecer por doquier y muchos temieron perder su “excepción” y, claro, lo incendiaro­n todo hasta forzar la salida de la Unión Europea. Esa UE que muchos enemigos del progreso han enterrado sin parar y que la invasión de Ucrania y el Brexit no han hecho más que fortalecer.

Los británicos, o más bien los ingleses de la campiña (ya que londinense­s, escoceses y demás nacionalid­ades estaban por la permanenci­a), han recuperado el “fish and chips” como emblema, pero hoy son más pobres que ayer. Todo por culpa de una generación de políticos plegados al populismo, en este caso conservado­res (Cameron, May y Johnson), lo que nos da idea de que la estulticia crece a diestra y siniestra, y de la relevancia de nuestro voto.

Basta con echar un vistazo a una gráfica de evolución del PIB entre Italia y Reino Unido para darse cuenta de quién salió favorecido con la adhesión a la UE. La economía de Italia, miembro originario desde la firma del Tratado de Roma en 1957, y la de Reino Unido corrieron parejas hasta la entrada de los británicos en la UE en 1973. De hecho, a principios de los 90, tras la dolorosa desindustr­ialización de las islas, la economía italiana era muy superior a la británica. La conversión de la City londinense en una suerte de paraíso fiscal protegido por el paraguas de la UE hizo que Reino Unido despegara no ya a fuerza de vapor y carbón, sino de especulaci­ón. Nada que reprochar. Esa misma gráfica nos da la razón cuando vemos cómo la distancia volvió a acortarse con la crisis financiera, donde Reino Unido sufrió lo suyo y lo ajeno, hasta casi emparejar de nuevo sus PIB en 2009.

Hoy, consumado el Brexit, Ámsterdam supera a la City londinense como centro financiero de Europa, aunque Londres solo ha perdido el 10 % de los activos bancarios de la isla, poco más de un billón de euros. Londres trata de reorientar su modelo como “hub” financiero hacia EE. UU. y países como India, Australia o Suráfrica, sus antiguas colonias, aunque ya no es lo que era desde que dejó la UE en diciembre de 2020. La pandemia lo paralizó todo, pero poco a poco emergen los problemas de las malas decisiones políticas de los británicos. En 2020, el volumen de activos financiero­s que movió Londres más que triplicaba al de Ámsterdam. En 2021, solo un año después, Londres pelea por mantener la segunda plaza como mercado europeo, con París pisándole los talones. Me lo explicaba un prestigios­o bróker español recienteme­nte, cuando me aseguraba que “Madrid también ha pescado lo suyo con el Brexit”. La ampliación de sus oficinas a un edificio de cuatro plantas en el barrio más caro de la capital española lo dice todo.

Mientras, los británicos continúan enredados en sus cuitas con su primer ministro, Boris Johnson, tratando de sobrevivir a toda costa a la rebelión interna en su propio partido, con un 41 % de sus diputados en contra. Lo dicho, su voto es oro

La conversión de la City londinense en una suerte de paraíso fiscal protegido por el paraguas de la UE hizo que Reino Unido despegara no ya a fuerza de vapor y carbón, sino de especulaci­ón”.

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