El Colombiano

Violencia aeroportua­ria

- Por SARA JARAMILLO KLINKERT - @sarimillo

En los últimos tres meses tuve que tomar quince vuelos y enfrentar varias pesadillas aeroportua­rias. Perdí conexiones y maletas. Cancelaron vuelos. Enfrenté turbulenci­as y hasta tuve un aterrizaje forzoso en un lugar diferente al planeado. Estuve varada en sitios a los que, de otra manera, jamás habría ido. Esperé casi tres horas al teléfono para llamar a una aerolínea que, al final, no me resolvió nada. Pagué hoteles, taxis y comidas que nadie me va a reconocer. Fui maltratada por funcionari­os de diversos rangos. Los peores son los que están a cargo de los chequeos de seguridad. Pareciera que detestan su oficio y desfogan su frustració­n laboral tratando a la gente a las patadas. En su afán de hacer cumplir normas y protocolos, atropellan a los viajeros y los violentan de maneras que se han ido normalizan­do. Imagino que alguna vez fueron pacientes y amables, pero el oficio mismo les drenó cualquier asomo de humanidad.

De regreso a casa, al final de semejante pesadilla, me dolía la espalda y estuve agotada física y mentalment­e durante varios días. Pensé en mi madre, en mis tías, en las personas mayores que conozco y me pregunté si serían capaces de enfrentar con éxito jornadas como esas. Con certeza puedo decir que no. En especial después de ver a un funcionari­o regañando a una señora de la edad de mi madre, que a duras penas podía cargar su propio equipaje y ni siquiera comprendía el regaño porque no hablaba inglés. Creo que viajar se ha vuelto una actividad demandante y compleja que está excluyendo a las personas de edad. Lo anterior me preocupa porque es negarles la posibilida­d de movilizars­e, de pasear, de visitar a sus seres queridos.

Otra cosa que me preocupa es la normalizac­ión de la violencia y los abusos. Todos los aceptamos sin rechistar, agachando la cabeza, sintiéndon­os culpables hasta que demostremo­s lo contrario. No nos quejamos, quizá porque perder un vuelo parece un mal mayor y nadie quiere perder tiempo en denuncias que no serán atendidas. Los viajeros nos conformamo­s con migajas, pese a ser clientes que hemos pagado por un servicio completo. Perdemos un montón de dinero, pues los canales de atención de las aerolíneas están diseñados para que nos cansemos de esperar y renunciemo­s a reclamar aquellas cosas a las que tenemos derecho.

La experienci­a de vuelo, de un tiempo para acá, viene desmejorad­o y precarizán­dose. Cada vez hay menos espacio para las piernas, menos pantallas para entretener­se y menos comida. O ninguna. Antes tenían la excusa del covid para no ofrecerla, pero ya hay lugares en donde ni siquiera exigen mascarilla a bordo. ¿ Cuál es entonces la excusa para no ofrecer alimentaci­ón? El peso de las maletas también nos han obligado a reducirlo y los cobros por el exceso de equipaje son, francament­e, abusivos. En total, estamos pagando tiquetes al mismo precio de siempre (o más) por un servicio que ofrece la mitad de lo que solía ofrecer. Y todo, absolutame­nte todo, ha ocurrido frente a nuestras narices

“En su afán de hacer cumplir normas y protocolos, los funcionari­os de seguridad atropellan a los viajeros y los violentan de maneras que se han ido normalizan­do”.

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