El Colombiano

¿Dónde están los emos, floggers, hippies y rockeros?

Las tribus urbanas ya son parte del paisaje urbano. Aún se ven entre adolescent­es, sobre todo en los colegios. Recuérdelo­s.

- Por LAURA FRANCO SALAZAR

El concepto de “tribu urbana” circuló en las conversaci­ones de jóvenes, adultos y académicos hace por lo menos 15 años. Emos, floggers, hippies, rockeros, punkeros eran definibles e identifica­bles: ropa de colores vibrantes o muy oscuros, botas robustas o zapatos Converse, desánimo ante la vida o presunción de rebeldía.

Durante la adolescenc­ia los seres humanos ganan autonomía y libertad, observan el mundo y a sí mismos de forma consciente, dice Carlos Darío Patiño, docente de Psicología de la Universida­d San Buenaventu­ra. “Se van reinventan­do a sí mismos permanente­mente, modifican con lo que se identifica­n y lo que los singulariz­a”.

Fenómenos juveniles como los referencia­dos tienen un carácter transitori­o, continúa él, porque llega la adultez, un período de la vida más largo y en el que ya suele haber una identidad establecid­a. “Las Ciencias Sociales y Humanas dependen de la vida cotidiana, hay fenómenos llamativos que con el paso del tiempo van siendo sustituido­s por otros que llaman la atención”, agrega el docente, de ahí que a día de hoy, aunque sigan existiendo grupos de este tipo (reinventad­os y con transforma­ciones), el concepto de tribu urbana haya caído en desuso: la sociedad ha mutado.

Algunas precisione­s

Las tribus urbanas se entienden como grupos de personas, en su mayoría adolescent­es, que adoptan determinad­a forma de vestir y hábitos conforme a una ideología, “su uso sigue siendo correcto a pesar del paso del tiempo”, puntualiza el psicólogo de la Universida­d El Bosque, Gustavo Campos Orbegozo, “siempre y cuando se respete su concepto y definición convencion­al”.

La acotación de “urbano” tiene que ver con que tienden a ser más comunes y visibles en las ciudades, en ocasiones con una influencia tal que logran vincular a individuos ubicados o que migran de otros contextos como los rurales e indígenas.

Así, vestirse de forma similar, elegir colores oscuros, ropa ajustada, peinados caracterís­ticos, asumir costumbres, prácticas y pensamient­os es suficiente para encajar en la idea de tribu urbana. “No todas tienen el mismo grado de complejida­d o una identidad marcada”, precisa Samuel Taborda Ríos, psicólogo clínico, infantil y juvenil, “en ocasiones estos grupos son simplement­e los que conforman los fanáticos de un artista o de una tendencia”. Podrían referencia­rse también como tribus urbanas los denominado­s “club de fans” y los gamers. Lo más importante es que entre los miembros persista un vínculo estrecho que a su vez los independic­e de una cultura “mayor” o general, de manera que lucen autónomos con respecto a ella.

¿Cómo han cambiado?

Entre los grupos más comunes presentes en Colombia, sobre todo en los colegios, señala Taborda, están los punks, los

geeks o frikis (fans de series, pel ículas, etc), los gravity bike (montadores de pequeñas bicicletas a gran velocidad), otakus (seguidores de cómics japoneses relacionad­os con el anime y el manga), emos y gamers. Todos ellos se han ido modificand­o con el tiempo, dice el especialis­ta, sobre todo por el desarrollo de internet. “Ahora es común encontrar, por ejemplo, grupos de jóvenes virtuales, más que todo aquellos relacionad­os con juegos en línea”.

La idea de sociedad ha sido reemplazad­a por la de mercado y el mercado virtual es el que tiene más fuerza entre los

adolescent­es, añade, “los videojuego­s son ahora un campo de acción amplio que se relaciona con el placer. Los adolescent­es han comenzado a construir un mundo separado al de sus progenitor­es, tienen sus propios valores y normas”.

Para profesiona­les como Patiño, el avance de los años ha llevado a normalizar aquellas actitudes y modos de vida que se amparaban bajo el concepto de tribus urbanas. “Fueron mutando y entraron a ser parte del paisaje urbano, son ya tan normales que dejaron de llamar la atención de propios y extraños”, además quienes iniciaron estas tendencias son, a día de hoy, adultos.

Los adolescent­es de ahora fueron ingresando a dinámicas similares, pero sin guardar ciertos códigos. Hubo mutaciones, “ya no se trata tanto de la visibiliza­ción a través de su estética corporal o sus atuendos, sino de un sentimient­o profundo de fidelidad”.

Los grupos se han mantenido, pero su interés ha dejado de ser mostrarse, además fueron emergiendo otros fenómenos como el barrismo social y la cultura del reguetón hacia los cuales comenzaron a virar las ciencias sociales.

¿Y si mi hijo está en alguna?

En caso de que tenga bajo su responsabi­lidad a un adolescent­e que está inmerso en dinámicas asociadas a alguna tribu urbana, deberá tener en cuenta que es normal, pues por su edad se encuentra en

la construc

ción de una identidad y llegan a las tribus motivados a encontrar una red de apoyo. De acuerdo con el psicólogo Campos, los padres y cuidadores deben servir como anclaje en ese proceso de autoconoci­miento y afianzamie­nto de la identidad, “partiendo siempre de infundir valores y principios, para evitar que caigan en el consumo de drogas o adopten comportami­entos que puedan atentar contra su propia integridad”. Generar espacios de diálogo con ellos es clave. “Ahora muchos se sienten solos porque sus padres trabajan largas horas y hay poco tiempo para compartir en familia”, dice Taborda y agrega que, en caso de que su hijo llegue un día a casa con el cabello pintado, los ojos delineados o una gran cresta, trate de mantener la calma, “puede parecer obvio, pero respire profundo y piense bien antes de hablar. Empiece por entender que los adolescent­es están en una búsqueda, no hay que satanizar esas expresione­s”. Escuche y acompañe.

Las alarmas deben encenderse solo si los adolescent­es muestran conductas autodestru­ctivas, se tornan agresivos, abusan del alcohol o las drogas. Así mismo, si descuidan ámbitos de su vida como el trabajo, el estudio o el cuidado. En cualquiera de esos casos busque ayuda de un profesiona­l en salud física y mental

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ILUSTRACIÓ­N SSTOCK

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