Sobrevivir entre hidrocarburos
A partir de materiales y testimonios, el artista Camilo Franco revela, sin misterio, lo que viven los funcionarios de la industria petrolera en Colombia.
En un lugar tan limpio e iluminado como el auditorio de la Cámara de Comercio de Bello hay una muestra de arte sucia, manchada, llena de rastros. El nombre: Crudo y Pesado. Es una exposición que, además, huele a petróleo.
Hace parte de la exhibición colectiva Es adentro como es afuera de la Universidad Nacional (ver ayuda) y se trata de una investigación artística enfocada en los funcionarios vinculados a la industria petrolera que Camilo Franco, ingeniero de petróleos, magíster en Artes Plásticas y Visuales, y doctor en Sistemas Energéticos, comenzó en 2018.
—Muy pocas veces la gente se da cuenta de lo que les pasa a los empleados de los campos petroleros en su diario vivir, que son espacios con muchas dinámicas, unas buenas y otras no tanto. Lo que busco es resignificar lo que es ser funcionario y funcionaria en estos espacios —dice Camilo.
Crudo y Pesado se divide en tres zonas. La primera es un camino construido con alrededor de 300 válvulas de inyección de químicos y herramientas que fueron utilizadas en los campos petroleros de los Llanos Orientales. Están manchadas, tienen restos de crudo, están viejas, gastadas. Un camino con significado: el recorrido que hicieron desde el Meta hasta este espacio en Antioquia representan sus conversión, pasaron de tener un valor monetario alto a ser desecho. Son casi 200 kilos de desecho convertido en arte.
Al lado hay 36 overoles doblados y organizados en hileras. Juntos arman un cuadrado gigante. En el pasado estos uniformes los utilizaron funcionarios de la industria petrolera: son piezas viejas que estuvieron en contacto con los fluidos corporales: el sudor, la sangre; con los hidrocarburos y la tierra. No han pasado por ningún proceso, están exactamente como cuando los donaron para esta exposición. Es ropa que invita a hacer una lectura de quienes la usaron.
—Esta es una prenda típica de los campos petroleros, pero resulta que es muy masculina y
para las mujeres es muy complicado, porque para entrar al baño, por ejemplo, les toca quitárselo completamente y hay unas que en sus testimonios contaron que les ponían cámaras escondidas y las grababan.
Hay unos overoles más conservados que otros. Un par están casi que nuevos y detrás de esto hay una razón: los más usados eran de los funcionarios de más bajo rango. Casi todos tienen el RH, pero les borraron los nombres para conservar el anonimato de quienes participaron de esta muestra.
Siguiendo con esa intimidad de los campos petroleros, al frente está una tercera zona, otra que permite entrar en esos espacios que estos trabajadores habitan: cuatro colchones en diferentes estados que representan lo que se conoce como la cama caliente.
—Las jornadas de trabajo para los funcionarios son extensas, pueden ser incluso de más de 12 horas seguidas y las camas se comparten con los compañeros, entonces cuando se acaba el turno el que está durmiendo se levanta y entrega la cama, es decir, se acuestan en camas calientes todo el tiempo.
El colchón que está más blanco fue traído desde un campo petrolero ubicado entre las regiones de Huila y Tolima. Está tal cual: tiene manchas y está sucio, como casi todo lo que hay aquí.
A un lado cuelga una medalla que dice “comfor”, es la marca del fabricante: una palabra mal escrita que describe esa falsa sensación de comodidad. Los otros tres, que son réplicas del primero, fueron intervenidos por Franco con hidrocarburos, bañados con gasolina y brea. Siguen ese patrón del lenguaje de la cama caliente, de los fluidos que se resisten a desaparecer: lágrimas, semen, menstruación.
Crudo y Pesado estará abierta al público, con entrada libre, hasta el 24 de junio para reflejar las diferentes connotaciones de las realidades que viven los funcionarios de la industria petrolera: seres humanos que habitan en campos bajo condiciones muchas veces silenciadas