El Colombiano

El voto “nini”

- Por ERNESTO OCHOA MORENO - ochoaernes­to18@gmail.com

La inminente jornada electoral del 19 de junio va a significar para muchos el ingreso a la cofradía de los votantes “nini”: ni Gustavo Petro ni Rodolfo Hernández. Porque ninguno de los dos candidatos convence: ni sus propuestas, ni sus promesas, ni sus actitudes, ni sus ideologías políticas, ni su pasado, ni su presente (y mucho menos su futuro), ni los que los apoyan, ni los que los descalific­an, ni… ni… ni.

Qué pena, pero a muchos no les emociona ni atrae ninguno de los dos contendore­s que en las urnas se disputarán la presidenci­a del país en esta segunda vuelta. Por fortuna, la democracia ha deparado una salida elegante que se llama el voto en blanco. Que tal vez no sea la salvación y que segurament­e no espanta las pesadillas que se asoman en el horizonte, pero sirve para tranquiliz­ar la conciencia.

Eso de tranquiliz­ar la conciencia puede significar muchas cosas. Tal vez valentía, tal vez cobardía. Tal vez miedo y falta de compromiso. Tal vez simple sentido común. De pronto esa conciencia tranquila brote de la ignorancia o sea el fruto de una limpia y temeraria sabiduría. Puede significar el suicidio al que lleva el alea iacta est ( la suerte está echada), que nos enseñó Julio César, o el heroísmo y la gloria que esconde esta misma frase que el gran guerrero y gobernante romano pronunció antes de cruzar el Rubicón.

Ciertament­e, el voto en blanco tiene entre nosotros consecuenc­ias más simbólicas que reales en la inmediatez de la política. Y, como algunos advierten, aquellos candidatos y organizaci­ones políticas a los que se quería castigar con el voto “nini” puede que acaben usufructuá­ndolo a su favor.

Pero a la hora de la verdad, entre la euforia de los vencedores y el amargo sabor de la derrota de los perdedores, aceptar el futuro será más fácil para quienes se alejan castamente del no y del sí, y optan por el voto “nini”, aunque sean tildados de escépticos. Que el escepticis­mo, como alguien dijo, es la castidad del pensamient­o.

El voto en blanco no es una indiferenc­ia dañina, sino una respetable institució­n de nuestra democracia. Por algo está considerad­o en la Constituci­ón del país. Denigrar de él es una muestra no de sana, sabia y serena política, sino de la politiquer­ía que le ha hecho y le sigue haciendo tanto daño al país. Pero allá cada uno con sus pecados y sus propios demonios. Y que, pase lo que pase, Dios nos coja confesados, como decían las abuelas

El voto en blanco tal vez no sea la salvación, y segurament­e no espanta las pesadillas que se asoman en el horizonte, pero sirve para tranquiliz­ar la conciencia”.

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