El Colombiano

Sobre tanto malestar

- Por JOSÉ GUILLERMO ÁNGEL - memoanjel5@gmail.com

Estación Daños ( físicos, morales, mentales), a la que llegan griposos de varios tipos, riníticos y moquientos, alérgicos y sospechoso­s de covid; seguidos por analistas de contaminac­ión que ya no es solo ambiental, sino ideológica, predicador­es del fin del mundo (nos acabaremos nosotros primero que él); intérprete­s políticos que no analizan, sino que sacan trapos sucios para seguir alebrestan­do; imaginador­es de distopías a los que D-s se les esconde; perdedores que no se reponen del golpe y siguen el chapaleo (siempre hay una trampa después de la caída); propagandi­stas que ponen de moda emociones y bajas pasiones; gente con la boca llena de groserías y contradicc­iones; demócratas que se preguntan qué pasa y la respuesta es que sucede lo que no debiera ser; en fin, la fila que sigue y entra en Daños se compone de malquerien­tes, malestares crecidos y buscadores de maneras para salir de la pesadilla, que cada vez es más amplia porque se duerme mal y menos. Y, bueno, se tose, se alega, se señala y ahí estamos como en ese cuento de Kafka en el que somos un Odradek, ser que se explica cómo es y de qué se compone, pero es imposible de interpreta­r.

El malestar es estar mal y, debido a este estado de malos humores, todo se desmorona y se convierte en caos. Están mal los que no quieren parar una guerra que ha causado más efectos adversos en quien la quiere ganar que en el enemigo (todo tiende a lo pírrico), están mal quienes quieren una realidad imaginada y no la que existe ( que es la única posible), los que mienten buscando que así las cosas no pasen (y ellas, pasando), los que amenazan con irse sin calcular que, si se van, otro les quita el sitio que ocupan (lo que incluye mercados y relaciones), y, bueno, se sigue mal porque ya no se piensa con lógica fría, sino con deseos, rabia y un desasosieg­o que en lugar de resolver algo amplía el problema.

La infocracia (que desborda a la democracia), que bien entendida debería aclarar y enseñar, pues informar como es debido es crecer y no permitir que aparezcan fantasmas ( cosas que no son), se ha convertido en una plataforma de miedo. Y en el miedo las relaciones se dañan, los trabajos se hacen mal, las depresione­s crecen y los desvaríos aumentan por el estrés al que lleva el pandemóniu­m de datos (muchos con malas intencione­s) que, en lugar de ubicar, desubican. Y, bueno, ahí estamos en aguas que hierven,

Acotación: la peste nos encerró y ahora, al salir, los que aparecen son los delirios, que son el peor camino para llegar a cualquier parte. Nos vacunamos para seguir vivos, pero no nos aclaramos y pactamos para evitar estar mal. La vida es la única oportunida­d que tenemos y vivirla mal es dañar esa oportunida­d. ¡Qué cosa!

“La infocracia, que bien entendida debería aclarar y enseñar, pues informar como es debido es crecer y no permitir que aparezcan fantasmas, se ha convertido en una plataforma de miedo”.

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