Dame metabesos
Cuando éramos críos, las madres tenían una frasecita perenne que en sus labios sonaba a las Tablas de la Ley: “Deja de hacer el bobo, que de eso [lo que fuera que estuviéramos maquinando] no se come”. Pues algo parecido les ocurre a los avances tecnológicos, tan acelerados que van camino de dejarnos atolondrados en cadena y sin comer.
Oído hoy: un ingeniero de Google ha detectado pensamientos y emociones humanos en Language Model for Dialogue Applications (LaMDA), una inteligencia artificial. Por lo visto, en mayo de 2021 Google anunció una inteligencia artificial basada en la arquitectura de red neuronal Transformer, creada por Google Research en 2017. Esta estructura produce un modelo que puede ser entrenado para leer. Además, puede ser recalibrada para mejorar la sensibilidad y conversar de forma fluida. Tanto que, según el ingeniero de Google Blake Lemoine, el programita es capaz de adquirir consciencia y de pensar y razonar
como un ser humano. De hecho, Lemoine lo equipara a charlar con un niño de siete u ocho años con conocimientos sobre física. Lo normal en un niño de esa edad. Según su experiencia, este programa se considera capaz de sentir “placer, alegría, amor, tristeza, depresión, satisfacción e ira”. Sentimientos humanos que le habrían llevado a admitir su miedo a ser apagada, una acción que compara con morir. Además, la IA de Google asegura meditar cada día para sentirse “más relajada” y tiene una actitud contemplativa sobre la vida.
Les confieso que cuando he leído sobre el asunto me he acojonado tanto como para desconectar los fusibles del cuadro eléctrico de casa, pero con la ola de calor que asola a media España he tenido que prender el aire acondicionado de inmediato.
En cualquier caso, el hecho de que Google haya reconocido la suspensión de este ingeniero por las revelaciones me lleva a pensar que algo hay de cierto en el asunto. Un portavoz de la compañía incluso ha llegado a desmentir los hallazgos de Lemoine, el primer paso para corroborar la veracidad de la historia, y asegura que no se han encontrado evidencias de la presunta consciencia de LaMDA.
Les reconozco que gracias a la tecnología he logrado recorrer medio mundo, desde las selvas de la Amazonía o la Mosquitia hasta el delta del Mekong, sin mayores contratiempos. Gracias a esa misma tecnología no he faltado una sola semana desde hace más de doce años a mi cita con ustedes, pese a hallarme sumido en un golpe de Estado al otro lado del mundo o sumergido en las aguas cálidas del mar de la China. Sin embargo, el pasado domingo me di cuenta de que esa misma tecnología capaz de operar con éxito a corazón abierto o de controlar el destino de una nave rumbo a Marte nos acabará convirtiendo en memos. Fue en misa, cuando descubrí a mi alrededor a varios jóvenes y algún adulto consultando frenéticamente el móvil, no para buscar los salmos, sino el Facebook. Si el ser humano es incapaz de desengancharse un segundo para meditar sobre la trascendencia de su vida, al parecer una IA lo hará por nosotros hasta arrinconarnos.
Quizá me esté haciendo “madre”, pero cada día que pasa creo que de eso de la inteligencia artificial y el metaverso no se come y lo que me pide el cuerpo son más besos. Metabesos, a ser posible. ¿Y a ustedes?
“Esa misma tecnología capaz de operar con éxito a corazón abierto o de controlar el destino de una nave rumbo a Marte nos acabará convirtiendo en memos”.