El Colombiano

¿Tanta lluvia tiene que ver con el cambio climático?

Las lluvias y las sequías son más intensas y frecuentes y sí hay relación, pero con matices.

- Por VANESA DE LA CRUZ PAVAS

En Medellín no para de llover desde el año pasado: mayo fue el mes más lluvioso hasta ahora y el pronóstico es que junio lo superará. Los días nublados y grises, las temperatur­as que rondan los 17 grados centígrado­s, las calles inundadas y las quebradas desbordada­s son parte del paisaje, y no hay esperanza de cambio por lo menos en los próximos dos meses.

Mientras tanto, al otro lado del mundo, en España, la ola de calor se adelantó al verano y llegó en medio de la primavera, con temperatur­as que superan los 42 grados centígrado­s, lo que según la Agencia Estatal de Meteorolog­ía de este país representa la ola de calor más temprana en los últimos veinte años y genera alta probabilid­ad de que el verano que llega sea más cálido y seco de lo habitual.

En el mundo se están presentand­o eventos como sequías, inundacion­es, precipitac­iones, incendios forestales, olas de calor, todas más intensas, más frecuentes y más duraderas que hace unos años. El Servicio de Cambio Climático Copernicus anunció, por ejemplo, que 2021 fue el quinto año más cálido registrado hasta ahora. La culpa puede ser suya, nuestra, del accionar humano, pero también deberse a los ciclos naturales de la Tierra. ¿Qué tanto es de uno y otro?

¿Qué pasa en Medellín?

En Medellín y el área metropolit­ana suele haber, como en la región andina, dos picos invernales o de precipitac­iones al año. Uno entre marzo y mayo y otro en el último trimestre.

Este año, sin embargo, parece un invierno eterno que se remonta al año pasado y que se pronostica hasta agosto, según la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial, OMM. Las teorías son varias: puede ser influencia del cambio climático, pero también el fenómeno de La Niña y otros factores externos pero naturales.

Pablo Cuartas Restrepo, profesor de Ciencias Planetaria­s del pregrado de Astronomía de la Universida­d de Antioquia, explica que la época fría sí se debe al fenómeno cíclico natural La Niña.

Según el Instituto de Hidrología, Meteorolog­ía y Estudios Ambientale­s, Ideam, es una “disminució­n de las temperatur­as (anomalías negativas) en las regiones Andina, Caribe y Pacífica”. En él, añade Cuartas, las aguas superficia­les del Pacífico se enfrían debido a la transferen­cia de calor provenient­e de la corriente de Humboldt, que

viene desde el océano Ártico. “Se enfría cerca a Perú, Ecuador y Colombia y produce aumento en las precipitac­iones y del frío por la falta de radiación solar por los cielos nublados”. Pero no todo es culpa de La Niña porque, de hecho, esta tiene intensidad moderada este año. También al ingreso de humedad desde la Orinoquía y la Amazonía hacia los Andes, ondas tropicales. Esto es normal de esta época, solo que han estado más activas este año.

Entonces, ¿qué tanto es culpa del cambio climático? Es correcto decir que todos los eventos climáticos que ocurren naturalmen­te pueden estar hoy influidos por el ser humano. Dice Petteri Taalas, secretario General de la OMM, que “el cambio climático inducido por el hombre amplifica los impactos de eventos que ocurren naturalmen­te, como La Niña, y está influyendo cada vez más en los patrones climáticos, en particular a través de un calor y una sequía más intensos”.

Sin embargo, es incorrecto afirmar que las lluvias prolongada­s e intensas de este caso, de Medellín y el área metropolit­ana, se deban al cambio climático. Para poderlo asegurar,

explica Paola Arias, profesora titular de la Escuela Ambiental de la Universida­d de Antioquia, se necesitarí­a un estudio de atribución.

“Sabemos que es cierto que en muchas regiones del planeta se está intensific­ando el ciclo hidrológic­o, pero una cosa es el cambio climático y otra es la variabilid­ad climática (cambios naturales), que es lo que está asociada a El Niño o La Niña. Para poder asegurar este caso se requieren análisis”. Para el caso español de las

olas de calor, sí se relacionan directamen­te con los aumentos de la temperatur­a global.

¿Nuestra culpa?

La Tierra no ha sido la misma desde los humanos. Las temperatur­as sí han aumentado y con eso, varias consecuenc­ias como climas más extremos y hasta la extinción masiva de especies de fauna y flora.

Es normal que haya extincione­s, de hecho van cinco masivas; es normal que llueva y que caigan rayos y que haya sequías… La Tierra tiene ciclos climáticos naturales que pueden ser de corta duración como las estaciones anuales o de larga duración que se dan por cambios en la órbita terrestre o en el eje de rotación cada cientos y miles de años, explica Cuartas.

Así, es normal que se produzcan glaciacion­es, enfriamien­tos drásticos o calentamie­ntos en el planeta.

También es cierto que hay otros cambios que no son naturales sino antropogén­icos, causados por el hombre, y que se han notado con más intensidad en el último siglo. Arias lo explica así: “La actividad humana, mediante quema de combustibl­es fósiles que generan emisión de gases de efecto invernader­o y cambios de uso de suelo con actividade­s como la deforestac­ión, ha generado un desbalance energético en el planeta que ha significad­o aumento de temperatur­as planetaria­s aumento del nivel del mar, derretimie­nto de zonas glaciares polares y de alta montaña, como en el caso de Colombia; y eventos hidrometeo­rológicos extremos más intensos y frecuentes”.

De esto, añade la experta, sí hay mucha evidencia, ya hay atribución: se sabe que ocurren debido a esta influencia humana. Hasta la magnitud de los huracanes ha aumentado por causa humana, “que ahora tienen mayor poder destructiv­o sobre el mar Caribe, como el huracán Iota que destruyó a Providenci­a en el 2020”, explica Germán Poveda, profesor titular de la Universida­d Nacional de Colombia y miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, e integrante de la Misión de Sabios 2019.

Impactos negativos

Además de “alterar los regímenes hidrológic­os y climáticos”, como añade Poveda, y de causar efectos secundario­s como destrucció­n de la biodiversi­dad y de ecosistema­s enteros, hay consecuenc­ias sociales, económicas y culturales que afectan a las poblacione­s más pobres y vulnerable­s.

Las olas de calor, por ejemplo, además de dañar ecosistema­s, afecta la salud humana y “no todos los seres humanos somos igualmente vulnerable­s, hay poblacione­s que lo son más”, dice Arias. Las sequías pueden ocasionar insegurida­d hídrica que causará fallas en la seguridad alimentari­a por la falta de cultivos, también en la salud por la falta de agua potable. “Es una crisis, una emergencia climática”.

Los riesgos, agrega Poveda, serán seguir sumando la pérdida de vida humanas y animales, la destrucció­n de infraestru­ctura y de cosechas, la interrupci­ón de los servicios básicos esenciales (agua, electricid­ad, alimentos, recolecció­n de basuras, etc.), la afectación a los sectores básicos como el transporte, la producción de alimentos o la salud.

La evidencia científica es clara. Hay que actuar ya. Es urgente que de forma rápida y sostenida se generen cambios como la disminució­n de las emisiones de gases de efecto invernader­o o acabar con la deforestac­ión, porque de lo contrario se pueden esperar eventos aún más frecuentes e intensos que impactarán a las poblacione­s y que seguirán causando desplazami­entos y migracione­s por cambio climático

“El cambio climático inducido por el hombre amplifica los impactos de eventos que ocurren naturalmen­te y está influyendo cada vez más en nuestros patrones climáticos”. PETTERI TAALAS Secretario General de la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial

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FOTO CAMILO SUÁREZ El mundo registró el quinto mayo más caliente hasta ahora pero, en el área metropolit­ana, las temperatur­as fueron más frías de lo habitual con lluvias extensas y prolongada­s.

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