El Colombiano

Elecciones 2022: el porqué de mi voto

- Por JUAN ANTONIO PIZARRO LEONGOMEZ - redaccion@elcolombia­no.com.co

Hasta hace unos pocos días esta campaña electoral no me producía mayor entusiasmo, como tampoco me la produjeron las cuatro anteriores.

Con un centro político suicidado, quedaron abiertas para mí cuatro alternativ­as: no votar, votar en blanco, votar por Rodolfo Hernández o votar por Petro. La primera, no votar, la descarté por civismo, votar es más una obligación que un derecho, con lo que de cuatro opciones iniciales quedaron tres.

Pensé seriamente las razones que podrían llevarme a votar por Petro y, francament­e, no encontré ninguna. Alguien puede aducir que hay dos, las hijas de mi hermano Carlos que son congresist­as por el Pacto Histórico. En mi casa y en mi caso, esas no son razones válidas: respeto sus ideas y que luchen por ellas, pero no las comparto, como se lo he manifestad­o a ambas en múltiples ocasiones.

Lo que sí encontré fueron muchas razones para no votar por Petro: una, lo conozco desde 1992, cuando participam­os en una campaña de varias semanas por Cundinamar­ca. No pudimos hacer equipo, pues ni él me cayó bien, ni yo le caí bien. Me pareció un mal tipo y desde entonces sus acciones y comportami­entos han reforzado esa mala impresión inicial; dos, lo sufrí, como vecino que fui de Bogotá, durante su muy mala alcaldía entre 2012 y 2016; tres, leí su autobiogra­fía escrita en tono de “yo mayor”, donde acomoda los hechos para ser siempre el protagonis­ta. Después de leerla me convencí de que si algún día llega a la presidenci­a de este país, va a ser difícil bajarlo de la misma, pues tiene los rasgos típicos de un autócrata, como los tenía Chávez y los tienen Maduro y Putin; cuatro, su afán de ganar lo ha llevado a aliarse con personas que, a los ojos de la mayoría de los colombiano­s, representa­n lo peor de nuestra clase política; quinto, su programa es un cúmulo de promesas donde garantiza que, de ser elegido, su gobierno proveerá lo divino y lo humano, creando nuevos ministerio­s y burocracia con recursos que nunca deja claro de dónde saldrán.

Descartado votar por Petro las alternativ­as se reducen a dos: votar en blanco, una posibilida­d si el otro candidato, Rodolfo Hernández, no llena las expectativ­as; o votar por él, en el evento de que sí lo haga.

¿Dónde estoy? Reconozco que hasta el domingo 29 de mayo Rodolfo Hernández me parecía un personaje folclórico, del que solo sabía que había sido alcalde de Bucaramang­a y que, siéndolo, había cacheteado a un concejal en su oficina. A partir de esos dos datos lo descarté como una opción electoral válida y me dispuse a buscar las razones para no votar por él y confirmar mi voto en blanco. ¿Cómo votar por un contemporá­neo mío de quien aseguran que es misógino, admirador de Hitler, que agarra a golpes a sus contradict­ores y que, además, está siendo investigad­o por corrupción?

El primer hallazgo fue un comparativ­o de cómo salieron Petro y Hernández de sus respectiva­s alcaldías: el primero, con un rechazo cercano al 70 %, mientras el segundo, con una aprobación superior al 80 %.

El segundo hallazgo fue el testimonio de una mujer, amiga de un amigo, que trabajó con Hernández en un cargo en el área cultural. Ella dejó claras tres cosas: durante la alcaldía, Hernández se rodeó de mujeres; dos, es una persona que escucha a su equipo, oye sugerencia­s y cambia de parecer si lo convencen; tres, es un hombre de principios.

El tercero consistió en la respuesta que recibió un amigo de su familia en Bucaramang­a, que resumo así: redujo a cero el déficit fiscal de 230 mil millones que encontró al comienzo de su mandato; disminuyó en 15 mil millones el nivel de endeudamie­nto de la ciudad; invirtió más de 20.000 millones en cultura; dejó funcionand­o 24 centros de salud que cubren la ciudad, incluyendo los sectores de mayor pobreza.

Sobre la investigac­ión por corrupción en un contrato que no está claro que haya llegado a celebrarse, tengo claro que es apenas una investigac­ión que aún no ha sido fallada y, por lo tanto, persiste la presunción de inocencia, así algún columnista insista en condenarlo en esta etapa del proceso.

Es, sin duda, un hombre de carácter, lo que es una fortaleza si quiere enfrentar a los politiquer­os y a los corruptos, pero no es un seguidor de Hitler ni de la doctrina nazi. Lo que, sin duda, va a tener que mejorar son su memoria y sus citas, pues de Einstein a Hitler hay años luz de diferencia.

La votación de la primera vuelta dejó una conclusión evidente: los colombiano­s queremos un cambio, pues estamos hartos de tener un paisito cuando podemos y debemos tener una gran nación. Lo que vamos a resolver el 19 de junio es qué tipo de cambio queremos: un cambio aparente y retrógrado que impongan desde arriba, con un Estado controlado­r, autoritari­o y fuerte, que mantenga todos los mecanismos para que subsista la corrupción como ocurre en Venezuela o en Nicaragua; o un cambio que se construye desde abajo, con el trabajo de todos los colombiano­s, eliminando los privilegio­s de la casta política e invirtiend­o los presupuest­os en acabar con la pobreza y en dotar de oportunida­des de educación, salud y trabajo a todos los colombiano­s. Este segundo cambio es más real, profundo y radical, pero también mucho más difícil de conseguir, pues implica que todos nos involucrem­os.

En resumen, voy a votar por Rodolfo Hernández no porque sea más fácil, sino porque es más difícil realizar los cambios que propone dentro de un régimen democrátic­o, que respeta a las personas y sus derechos, pero que paralelame­nte impone obligacion­es a todos los ciudadanos. Con Petro el Estado nos va a “salvar”, con Rodolfo nos salvamos con nuestro trabajo y poniendo el Estado a nuestro servicio

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