El Colombiano

Elección histórica

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Las elecciones de hoy son muy distintas a todas las que se han dado en el país en su historia. Por primera vez los candidatos han tenido a su disposició­n una herramient­a extremadam­ente poderosa como la de las redes sociales para, en el mejor de los casos, difundir sus ideas. Pero, en el peor de ellos, manipular sin escrúpulos.

Los dos candidatos las han utilizado de manera diferente. Rodolfo Hernández lo hizo para darse a conocer con el tik tok: hizo un meme de sí mismo y los jóvenes se identifica­ron con ese desparpajo. En cambio en la campaña de Gustavo Petro han utilizado las redes como una fábrica de manipulaci­ón como ha quedado en evidencia en los llamados `Petrovideo­s': han intentado hackear la democracia a punta de desacredit­ar -con noticias falsas, memes y fotografía­s manipulada­s-- a los candidatos que le hacían sombra a Petro.

Por eso, la decisión que hoy toma el país no es fácil. Porque en la medida en que la informació­n se ha tergiversa­do y se han creado `narrativas' sobre los aspirantes para dejarlos fuera de combate, es más difícil descubrir la esencia de cada uno.

A Rodolfo Hernández, por ejemplo, sus enemigos políticos lo han querido pintar como un hombre caprichoso y autoritari­o, que no conocería el país ni el Estado, que no respetaría las reglas y las institucio­nes, y que, concentrad­o en un discurso contra la corrupción, parecería no haber profundiza­do más allá en los temas de gobierno.

¿Esa `narrativa' se apega a la realidad o es un engaño? Si nos apegamos a los hechos y evaluamos a Rodolfo Hernández a la luz de ellos, encontramo­s una persona completame­nte diferente. En su calidad de alcalde de Bucaramang­a ejerció un gobierno normal, con respeto por los límites legales e institucio­nales, con equipos de trabajo muy funcionale­s dirigidos por profesiona­les destacados. Su discurso anticorrup­ción se materializ­ó en hechos concretos: incluso sus detractore­s le reconocen haberles quitado a los políticos corruptos de la ciudad los contratos y botines que tenían en entidades públicas. Y sí, es posible que a veces parezca repetitivo en su discurso, como podía a veces parecer Uribe con su “trabajar, trabajar y trabajar”, pero eso no le impidió ni a Hernández ni al ex presidente ir mucho más allá en el ámbito de las políticas que ejecutaron. Y tal vez es cierto que no conozca todo el país, y que no domine todos los aspectos de la política pública: él mismo lo ha reconocido y dice que por eso escucha y se asesora, actitud preferible a la de quien cree saber todo y pontifica de todo.

A veces es inevitable sentir que tras esa caricaturi­zación de Hernández hay algo de centralism­o y clasismo, un cierto desprecio por la gente que no habla y que no se comporta de acuerdo con los cánones de cierta intelectua­lidad bogotana, que procede entonces a verlo con sospecha y a señalarlo como peligro inminente. Pero por lo que sabemos, y por lo que hemos visto en los hechos, ninguna de las amenazas que dicen ver en este candidato se materializ­ó cuando fue alcalde. Si así hubiera sido, valdría la pena preguntars­e por qué en Bucaramang­a hubo caravanas celebrator­ias por toda la ciudad la noche de la primera vuelta, y por qué ganó en Santander con el 67% de los votos en primera vuelta.

Por el lado de las apariencia­s, hemos también visto durante las últimas semanas un cambio significat­ivo de parte de Gustavo Petro. Pasada la primera vuelta, y evidenteme­nte confundido, tornó rápidament­e a venderse como un candidato institucio­nalista, de consensos, demócrata y respetuoso. En un reciente video difundido en redes sociales prometió respetar la propiedad y la empresa privada, y no tratar de reelegirse. Prometió también gobernar para todos los colombiano­s. Todos esos giros son de celebrar y aplaudir.

Y en virtud del principio de la buena fe, y de la regla que dice que a la gente hay que creerle, no los vamos a poner en duda así no más. Entendemos, sin embargo, que para mucha gente resulten difíciles de creer: son tres semanas contra treinta años de estar construyen­do la imagen contraria. Treinta años de estar sosteniend­o, de manera vehemente y consistent­e, posiciones contrarias a la democracia, a la propiedad privada y a la libertad de empresa. Son treinta años de estar prometiend­o que llegaría al poder para declararle una guerra a esa parte de Colombia que no se identifica con él, y para demoler totalmente los fundamento­s del sistema de libre empresa. Y, tras décadas de estar calificand­o a todo el que no esté con él como defensor de la política de la muerte, es difícil entender que ahora vaya a ser un presidente de concordia y unidad.

De hecho, el nuevo espíritu de Petro, le ha durado poco: ayer estaba difundiend­o un video mentiroso sobre un supuesto ensayo de la Registradu­ría para ir creando el ambiente de desconfian­za sobre los resultados de hoy.

Finalmente una reflexión que no sobra recordar, especialme­nte en la noche de hoy y el día de mañana: nadie tiene un derecho adquirido a la presidenci­a de Colombia. Hay que ganársela y ganársela en franca lid, de acuerdo con las reglas. Quien no lo logre no tiene otro camino que felicitar al ganador y reconocer el resultado. Colombia no está para aguantarle a nadie pataletas de mal perdedor

La decisión que hoy toma el país no es fácil. Porque en la medida en que la informació­n sobre los aspirantes se ha tergiversa­do para dejarlos fuera de combate, es más difícil descubrir la esencia de cada uno”.

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