EL VOLEIBOL ABRIÓ PUERTAS
Olga Correa es profesora de matemáticas y sociales en primero de bachillerato en una escuela privada de Miami. Vive en Estados Unidos desde 1999, cuando decidió aceptar la propuesta que le hicieron del equipo de voleibol del Miami Date College, una universidad pública de Florida. Es una de las primeras deportistas antioqueñas que llegó al deporte universitario norteamericano.
“Mónica Pinilla fue la que abrió el camino a las otras. Llegó en 1990 de vacaciones, jugó por pasar el tiempo, gustó y se quedó. A ella le dijeron que si conocía a más jugadoras de Medellín para que las llevaran. Al año siguiente contrataron a Ángela Naranjo y Paola Bedoya. Ellas quedaron campeonas nacionales. En 1992 me llamaron a mí y dije que no”, recordó.
Porque no se sentía lista para salir del país. Ella que es oriunda de Barbosa, Antioquia, pensaba que eso era dar un salto al vacío, porque si no le gustaba, no tendría nada fijo para volver. Estudió Salud Ocupacional en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid. Cuando terminó decidió entrar a estudiar negocios internacionales en Eafit. Estuvo becada.
“En 1996 solo por jugar voleibol me puse de nuevo a estudiar. Cuando yo estaba en sexto semestre, le dijeron a Guillermo Montoya que necesitaban alguien que jugara de centro. Me vine para Estados Unidos. Inicialmente solo por seis meses a estudiar inglés y regresaba. Pero no aprendí nada”.
El torneo nacional univer
sitario se juega en los últimos seis meses del año. Deportivamente le fue bien y decidió quedarse. Transfirió las materias que le hacían falta para terminar negocios internacionales en Medellín al Miami Date College, donde estudió becada. Ahí estuvo dos años. Luego terminó la carrera en el estado de Missourie en 2003.
Ese año dejó de jugar voleibol y se dedicó a buscar trabajo. Como para ese momento el país estaba en crisis económica, ella comenzó a trabajar en un campamento de verano. La mamá de una niña que participó la contactó con un colegio de Miami para que trabajara como profesora de educación física. Aceptó.
Un par de años después vino a Colombia de visita y cuando regresó a Miami no la contrataron de nuevo. Sin embargo, por su preparación profesional consiguió un empleo como maestra de matemáticas en el mismo colegio.
“Cuando yo iba al colegio los niños me hacían el día. Mi esposo viajaba y yo mantenía sola. La docencia me ayudó mucho para aguantar la soledad”. Olga construyó su vida en Miami, se casó con el que hoy es entrenador de la universidad donde estudió y tiene una hija que heredó de ella la vena del voleibol.
La historia de las becas para deportistas comenzó a escribirse en los 90 y Olga fue una de las que abrió el camino. Hoy está cerca de cumplir 49 años y dice en Colombia hay mucha calidad para aprovehcar las oportunidades que hay en el plano internacional