El Colombiano

El fatalismo climático

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H“El fatalismo aprovecha y exagera la sensación de desesperan­za de la gente con mensajes apocalípti­cos que arrastran a miles de personas a creer que ya no hay nada que hacer frente al cambio climático”.

ay gente que se entrega a la derrota a mitad del camino. Eso pasa con un grupo de “fatalistas” climáticos que creen que el mundo ya perdió la batalla contra el calentamie­nto global y han vuelto su teoría un fenómeno viral. Se dedican a diseminar por internet videos desesperan­zadores y creen que todo está perdido, pero no hay tal. Mientras ellos caen en la desidia, otros continúan la lucha.

El fatalismo climático es la idea de que ya no se puede hacer nada para frenar el calentamie­nto global, y de que es muy probable que la humanidad se extinga. El tema, como tantos otros que se han vivido en los últimos años, comienza con una opinión cualquiera basada en datos manipulado­s, se lanza a las redes y, luego de tanta difusión que tiene, llega a convertirs­e en una falsa verdad.

Y, por supuesto, cunde fácil gracias a la manera como el clima se está expresando: en el caso de Medellín hemos visto cómo llueve un rato sí y el otro no, abundan las tormentas e inundacion­es y esta ya eterna temporada de lluvias nos recuerda todos los días que algo de verdad está cambiando.

La comunidad científica y los activistas que defienden posturas proactivas para continuar protegiend­o el medio ambiente se oponen por completo a esta moda que corre irresponsa­blemente por las redes. Sin negar que hay grandes y profundos cambios en todo el mundo, y que algunos de ellos son irreversib­les, quienes sí están bien informados no cansan de repetir que el mundo no se va a acabar, que lo que se necesita es el compromiso serio de cada uno para no seguir emitiendo gases de efecto invernader­o.

Lo que hace el fatalismo es que aprovecha y exagera la sensación de desesperan­za de la gente con mensajes apocalípti­cos que se convierten en una espiral negativa que arrastra a miles de personas a creer que ya no hay nada que hacer frente al cambio climático. No son negacionis­tas, pero sienten que ya es demasiado tarde. Y se retroalime­ntan unos a otros con comentario­s pesimistas que o bien son falsos o son engañosos.

Algunos de los espacios donde más se pueden ver manifestac­iones fatalistas son TikTok y YouTube, y el target, por supuesto, son los jóvenes. Allí es muy fácil que un video en principio humorístic­o se convierta para muchos en un hecho. Y entonces comienzan a sumarse, uno tras otro, comentario­s que explotan el miedo y lo vuelven viral.

Y no es que ocurra solo con el tema ambiental. La mentira es una realidad instaurada entre los usuarios. Según una encuesta publicada en la revista Computers in Human Behavior, solo un 16 % de las personas son completame­nte honestas en la red. Y el 98 % de ellas creen que las personas con las que interactúa­n mienten. Los expertos coinciden en que la mentira es una herramient­a más de la comunicaci­ón, pero una bastante peligrosa al viralizars­e. Bien sea en política, salud, economía o cualquier aspecto social, el riesgo de confundir a la gente es muy amplio y cunde la confusión a medida que el origen del rumor se va difuminand­o.

La tarea de crear contenido y compartirl­o está al alcance de todos, eso está claro. Pero usar el miedo de la gente para manipular, decir medias verdades o directamen­te inventar datos, conduce a que se generen actitudes como la de los fatalistas climáticos. Proliferan los bulos derrotista­s y las medias verdades, y así convierten una herramient­a poderosa como la de las redes sociales, que podría servir para canalizar iniciativa­s que ayuden a solucionar el tema medioambie­ntal, en un instrument­o para sembrar apatía. Todo invita a la inacción. Es como si la sociedad hubiera decidido entregarle la responsabi­lidad de las soluciones a los gobiernos.

Los expertos en desinforma­ción aseguran que cuando el negacionis­mo entra en colisión con los hechos, se busca otra aproximaci­ón: el descrédito del movimiento ecologista. Se distorsion­a la verdad partiendo de datos veraces para luego analizarlo­s o interrelac­ionarlos de manera que confunden.

Modificar las pautas de consumo o movilidad de manera individual suma en el camino por encontrar la solución. No se puede entregar la responsabi­lidad que se tiene como individuo para que sean otros los que arreglen esta situación medioambie­ntal. Es clave presionar a los gobiernos y a las empresas para que tengan un control activo sobre el uso racional de los combustibl­es fósiles, pero no por ello hay que acabar con las iniciativa­s individual­es de consumo y darle espacio al pesimismo que paraliza.

El fatalismo medioambie­ntal es el equivalent­e a la figura del avestruz que esconde la cabeza en la arena cuando se asusta. Si gran parte de la sociedad se entregara a esta práctica paralizant­e, entonces sí estaría todo perdido

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