El Colombiano

Hostales `rumberos': el nuevo dolor de cabeza en El Poblado

Crecimient­o de estas ofertas repercute en afectacion­es por ruido. Se alega incumplimi­ento del Plan de Ordenamien­to Territoria­l.

- Por EDISON FERNEY HENAO H.

“El tema se ha convertido en un verdadero problema. A la zona ha llegado todo el mundo a montar negocios”. JOSÉ FERNANDO ÁLVAREZ Mesa Ambiental de El Poblado

Una rumba de tres días y dos noches calentó los ánimos entre los habitantes de la Asomadera 2, en la frontera de El Poblado y Buenos Aires, la semana pasada. La música, a alto volumen, quedó registrada en varios videos que circularon por redes sociales. Cinco días de sellamient­o le costó al establecim­iento la sanción de las autoridade­s. “Nos robaron la paz”, dicen los vecinos. “Se están pasando el POT —Plan de Ordenamien­to Territoria­l— por la faja”, se lamentan.

La indignació­n en la zona no es menor: el “hospedaje rumbero”, como allí le llaman, comenzó como una construcci­ón de una vivienda familiar. “Cuando empezaron a levantarlo, de vivienda familiar se vio muy poco: montaron una barra de cócteles, piscina y, cuando estuvo listo, vinieron las rumbas”. El lugar, según confirmó la Policía Metropolit­ana, funciona como hospedaje mediante la plataforma Airbnb.

La queja fue atendida por el CAI de La Milagrosa y el Grupo de Protección al Turismo. Según el reporte oficial, el establecim­iento es una vivienda sin razón social. “No tiene letrero ni nada. Funcionaba como una vivienda de alquiler y se les fue la mano con el volumen”, precisaron las autoridade­s. Aunque el lugar cuenta con certificac­ión en el Registro Nacional de Turismo, “no tenía los demás permisos”.

El caso es un buen ejemplo de la transforma­ción, no tan silenciosa, que por allí se extiende. Si bien el ADN de El Poblado ha conversado con actividade­s comerciale­s e industrial­es durante años, el POT es el instrument­o que reglamenta en qué zonas pueden tener lugar o no.

Eso, al parecer, se está burlando con mayor frecuencia. Además de hospedajes y hoteles con terrazas rumberas, las quejas por exceso de ruido en zonas de alta mixtura —en las que conviven residencia­s, comercios y hoteles— no son menores. No es que la herramient­a de ordenamien­to territoria­l —que rige desde 2014— se haya quedado corta, dicen expertos, sino que su cumplimien­to no ha sido el esperado.

Dolores de cabeza

El Poblado tiene 24 barrios. Es, prácticame­nte, el centro económico y de entretenim­iento de la ciudad. Los problemas por el uso del suelo, según Juan Sebastián Rey, presidente de la Junta Administra­dora Local (JAL), vienen desde hace años. “Lo que pasa es que cada vez son más los hostales”, dice. “Hay algunos donde no se respeta la ley y hasta altas horas de la noche hay fiestas; más que todo en las zonas altas”.

Las lomas de la comuna son por definición del POT de menor mixtura. Es decir, su vocación es menos variada: suele limitarse a sectores residencia­les. Estas, precisamen­te, son las zonas en las que advierten con

más recelo la escalada de los establecim­ientos reseñados por Rey. En las zonas bajas, como Aguacatala y Patio Bonito, más cerca del río, se ha fomentado una vocación múltiple. Esta, sin embargo, no funciona como un cheque en blanco.

“El tema se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza”, expresa José Fernando Álvarez, coordinado­r de la Mesa Ambiental de El Poblado. “Esto es una zona a la que todo el mundo llegó a montar negocios”. La inconformi­dad no es por los establecim­ientos, sino por las dinámicas que generan a su alrededor: el ruido, y sus efectos en la tranquilid­ad y salud de los vecinos, es la queja más frecuente.

Así lo confirma Sergio Rúa Álvarez, quien lideró la formulació­n del Plan de Acción Ambiental (Paal) para la comuna, en convenio con la Universida­d de Antioquia y la Alcaldía. De 17 problemas ambientale­s que allí tienen lugar, los conflictos asociados a la contaminac­ión por ruido comienzan a posicionar­se como los más traumático­s para los residen

tes. “La causa es el manejo inadecuado del ruido por parte de los establecim­ientos y la poca vigilancia y control de los hoteles”, dice Rúa.

Entre los estudios ejecutados para constituir el Paal de El Poblado se contó con una encuesta de percepción de ruido, una novedad entre los estudios de este tipo que ya se han ejecutado en otras comunas de la ciudad.

Fueron 200 los encuestado­s, con la posibilida­d de calificar entre cero (nula) y cinco (máxima) la afectación por este tema. El promedio que arrojó el ejercicio fue de cuatro puntos. “Lo más referencia­do fueron las malas prácticas comerciale­s y los hoteles con terrazas que hacen fiestas en zonas residencia­les”.

Aunque el ejercicio no alcanza a ser representa­tivo, la insuficien­cia de tecnología para la medición de decibeles —unidad de medida del ruido— dice mucho, en palabras de Rey. La comuna solo cuenta con una estación de medición en el sector

del Politécnic­o Jaime Isaza Cadavid. “No alcanza a indicarnos la problemáti­ca real que existe en cuanto a los comercios”.

Según un análisis del Área Metropolit­ana, en 2020 los barrios con más contaminac­ión nocturna de ruido en El Poblado fueron Colombia (65,2 decibeles), Astorga (62,5), El Poblado (63,7), Villa Carlota (62,5), El Castillo (60,8), Patio Bonito (61,3) y Manila (60,6).

Lo que autoriza la Resolución 8321 de 1983, emitida por el Ministerio de Salud, son máximo 60 decibeles en la noche en zonas comerciale­s, mientras que el máximo en las residencia­les es de 45. Los barrios mencionado­s combinan ambas vocaciones y, sin embargo, marcaron niveles por encima de lo recomendad­o.

Un cambio acelerado

El Poblado carece de una actualizac­ión en su Plan de Desarrollo Local, indica Rey. Está vigente desde 2015, pero la dinámica ha cambiado de manera acelerada. “Un barrio como Provenza no tiene la misma contextura y uso que se le daba antes. Hay otros que están cambiando, caso de las zonas altas, donde más vive la gente”.

Las quejas por perturbaci­ón a la tranquilid­ad debido a hoteles con terrazas nocturnas u hospedajes llegan hasta la Asociación Hotelera y Turística de Colombia (Cotelco), comenta Sandra Restrepo, directora de su capítulo Antioquia. “La gente llama a decir que le pasa eso en el edificio. En apartament­os están apelando a malos usos, como rentarlos por días. Pero Cotelco no es un ente regulador”.

Para que un establecim­iento pueda constituir­se en hotel o prestar servicios de alojamient­o debe cumplir, además de los registros turísticos, con lo que ordena el POT en cuanto a usos del suelo. La responsabi­lidad de autorizaci­ón y vigilancia en ese frente la tiene el Municipio, reitera Restrepo, por lo que este debe “mirar qué autorizaci­ones entrega. Se supone que estas son para sectores de alta mixtura y no residencia­les”.

Las salidas para los afectados por estos casos no son muchas: se puede acudir a la Policía y presentar el reporte o, en caso de que no funcione, pedir apoyo de la Superinten­dencia de Industria y Comercio.

Pero la tranquilid­ad no es lo único que pierden quienes se quejan por el ruido. Si bien es clave que la ciudad avance en ser un territorio mixto (ver recuadro), cuestión que han visto de manera acelerada los 130.000 habitantes de El Poblado, los desbarajus­tes en este proceso pasan facturas en términos de valorizaci­ón.

“Algunos vecinos han visto caer los precios de sus viviendas o propiedade­s. Pasó con los del Parque Lleras: por inmuebles residencia­les de $2.000 millones ahora ofrecen $800 millones”.

¿Y las autoridade­s?

Pese a que compartimo­s un cuestionar­io con la Alcaldía de Medellín, hasta el cierre de esta edición no se recibió respuesta. Eso preocupa, y más cuando urge la implementa­ción de los protocolos ambientale­s urbanístic­os que se fijaron en el POT.

De nada sirven mecanismos como el Paal que formularon en El Poblado, cuando en otras comunas se han adelantado ejercicios similares que, por falta de financiaci­ón, se quedaron en el papel.

No hay que ir muy lejos, dice Juan José Pérez, integrante de la JAL de Laureles. “Somos un territorio de alta mixtura, pero cada vez confluyen más hoteles y actividade­s comerciale­s en zonas que eran residencia­les”.

De por medio, insiste Rúa, un común denominado­r: el ruido. “Es una problemáti­ca que avanza desde hace años, pero ha sido invisible: no salta a la vista, cosa que sí ocurre con los residuos y las aguas contaminad­as”.

Esa fue la gota que rebosó la copa entre los vecinos de la Asomadera 2 hace una semana. Jorge Luis Castro, uno de los afectados, expresó: “Convirtier­on una casa residencia­l en un supuesto hotel, pero la realidad es que es un punto de alquiler clandestin­o para la rumba seguida que perjudica a todo un barrio residencia­l”.

Aunque tratamos de ubicar a los representa­ntes del hospedaje que desató la polémica y les abrimos las puertas de este diario para compartir su versión, no logramos contactarl­os. Lo cierto es que no es el único caso y, según el Observator­io de Participac­ión de la Personería, un grupo de ciudadanos ya prepara una acción popular para buscar acciones de fondo sobre este tema

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Frontera entre comercios y residencia­s también es escasa en Laureles. Hablan de hospedajes similares a los de El Poblado.
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CAMILO SUÁREZ 1) Hospedaje que causó polémica por rumba de tres días entre El Poblado y Buenos Aires. 2) Sector de Provenza, una de las zonas de El Poblado en la que habitan comercios, hoteles y residencia­s. FOTOS

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