El Colombiano

El momento de los matices

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO* - david.escobar@comfama.com.co * Director de Comfama.

Querido Gabriel,

“Todos los paisas son así”, me dijo. “Los empresario­s piensan solo en las utilidades”, continuó. Respiré profundo y exhalé despacio. Le conté la historia de cuando, de niño, quería unos tenis de marca y le dije a mi papá: “¡Es que todo el mundo tiene esos zapatos!”. Me tomó de la mano, salimos a la calle y empezó: “Uno que no, otro que no, van tres, van cuatro…”. Obviamente, no hubo tenis y aprendí la lección.

Los seres humanos simplifica­mos y generaliza­mos para comprender mejor el mundo y sobrevivir en él. En las campañas políticas, además, es quizás cuando más se eliminan los matices y se caricaturi­za a los oponentes y sus partidario­s. Los unos se asimilan, por ejemplo, a comunistas, guerriller­os, antiempres­a y los otros, a reaccionar­ios, paramilita­res, capitalist­as salvajes. ¿Hablamos sobre percibir los matices para comprender mejor a las personas y de abrazar la complejida­d como el mejor camino para construir el país justo y libre que tanto añoramos?

Sin matices es casi imposible resolver los grandes desafíos colectivos. En su artículo “En defensa de los matices”, Darren Walker, presidente de la Fundación Ford, denuncia que mientras estamos en un mundo de ideas, posiciones y emociones extremas, “el matiz y la complejida­d no se encuentran por ninguna parte. Nuestros desafíos más extremos permanecen, por ende, extremadam­ente irresoluto­s”. En una elección, en cualquier caso, el objetivo es diferencia­rse. Pero en el gobierno y en la convivenci­a diaria hay que hacer exactament­e lo contrario: construir un camino común a partir de nuestras afinidades. ¿No será, justamente, ampliando la perspectiv­a de lo que los seres humanos somos, pensamos y sentimos como nos aproximare­mos a aquello que nos puede unir?

Una pista para saber si estamos en una conversaci­ón sin matices son las palabras siempre, todo, nunca y nada, entre otras. La vida sin matices nos arrincona en absolutos y rótulos. Cuando matizamos, en cambio, damos la oportunida­d para que aparezcan hombres sensibles, empresario­s compasivos, políticos decentes , excombatie­ntes reconcilia­dos, gente de izquierda que valora el papel de la empresa y conservado­res capaces de abrazar la diversidad. Matizar dignifica al otro, porque le devolvemos su humanidad perdida en un mundo que ha eludido la complejida­d. Desde unos pocos rasgos personales comunes se originan las alianzas y a partir de unas cuantas ideas compartida­s es como se forjan los acuerdos. “Lo perfecto es enemigo del progreso”, afirma Walker.

En cualquier caso, matizar no implica negar que algunos asuntos no admiten matices, como la violencia, los derechos humanos y la corrupción. Pero se requiere un fino discernimi­ento para identifica­rlos y evitar la polarizaci­ón o el fanatismo. Así habrá, ojalá, espacio para la esperanza que invoca Walker al final de su texto: “Esperanza de que podemos encontrar causas comunes y territorio­s compartido­s. Esperanza de que podremos extender nuestras manos, nuestra buena fe y otorgar, ocasionalm­ente, el beneficio de la duda.” ¿Qué tal si provocamos la tertulia con este verso de Ben Okri, el poeta nigeriano?: “¿De qué tenía miedo, siempre escondiend­o mis ojos? / Tengo que enfrentar mi verdad y mis mentiras. / Tengo que dejar de querer tener el control. / Vivir en paz es una meta mucho mejor”

“Matizar dignifica al otro, porque le devolvemos su humanidad perdida en un mundo que ha eludido la complejida­d”.

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