El Colombiano

El divisionis­mo atávico

- Por JUAN JOSÉ GARCÍA POSADA - juanjogp@une.net.co

Cuando afronté la grata responsabi­lidad de entrevista­r a nadie menos que el gran historiado­r norteameri­cano Frank Safford, en EL COLOMBIANO y por allá en 1989, de él me impresiona­ron tres facetas: Un dominio impecable del español, un conocimien­to profundo y detallado del discurrir social y político de Colombia y una suerte de halo profético. Hoy, al registrar la muerte del profesor Safford, ocurrida hace una semana, he releído buena parte del libro que escribió al alimón y a principios de este siglo con el eminente historiado­r Marco Palacios, sobre Colombia, país fragmentad­o, sociedad dividida.

En esa obra capital, como en el estudio en el que destaca el modelo de los empresario­s antioqueño­s o en su reflexión sobre el ideal de lo práctico, me atrevo a decir que el doctor Safford, sin salirse del método y la actitud históricos, asume una cierta condición de profeta. Claro, la historia ayuda a comprender el presente a partir del conocimien­to del pasado. Nos refresca la memoria afiebrada y calenturie­nta, para comprobar que el descuadern­amiento geográfico y el divisionis­mo son males atávicos y hasta queridos, a los que no podemos seguir resistiénd­onos a renunciar y erradicar, si de verdad aceptamos el derecho de esta nación a que se instale en la modernidad y en un estadio de libertad y paz, progreso y justicia social.

Safford y Palacios advierten en su historia que hay un hilo conductor en la llamada narrativa nacional, “de un lado, la fragmentac­ión espacial del país y, del otro, las divisiones profundas de la sociedad colombiana, ya sean culturales, étnicas, de clase o de localidad, región, políticas e ideológica­s”. Sostienen que, “vista en una perspectiv­a de muchos siglos, la historia colombiana resulta un tejido abigarrado en el que se entrecruza­n la geografía y la acción social que trata de dominarla a lo largo del tiempo y da un sentido peculiar a las divisiones de la sociedad. Un tejido que, a su vez, forma parte de la historia mundial y del hemisferio occidental”.

Si la dirigencia política sobrevinie­nte, con el nuevo presidente Petro a la cabeza, y la sobrevivie­nte, con sus líderes tradiciona­les, toman en serio el compromiso de alcanzar un diálogo nacional fructífero en torno a los asuntos e intereses fundamenta­les, y se deciden a conjurar el divisionis­mo y la fragmentac­ión atávicos, los colombiano­s estaremos dando un paso adelante en la historia, no uno adelante y dos atrás como ha sido. La lección de los historiado­res como Safford, y como tantos colombiani­stas extranjero­s que han sabido más de este país que nosotros, no reposará o yacerá en el olvido letal de las biblioteca­s. Por mi parte, estoy tranquilo y confiado luego de unas elecciones en que no estalló ni una papeleta, con el realismo optimista propio del escepticis­mo jovial que me han enseñado Séneca y Don Quijote y con la esperanza, sin ingenuidad, en que algún día vamos a conjurar entre todos el genocida divisionis­mo atávico

“Si la dirigencia política sobrevinie­nte y la sobrevivie­nte toman en serio el compromiso de alcanzar un diálogo nacional fructífero y se deciden a conjurar el divisionis­mo y la fragmentac­ión atávicos, los colombiano­s estaremos dando un paso adelante en la historia”.

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