El Colombiano

Teresita Gómez en una calle de Medellín

- Por Diego Londoño @Elfanfatal.

La historia musical de Medellín ha estado construida por glorias, éxitos, ventas, mitos y un invaluable anecdotari­o sonoro que merece ser contado. Desde la música campesina, la cumbia y los bailes de salón, la llegada del fenómeno nueva ola, la música tropical, la radio, el adoptado tango, los bares y heladerías, el incipiente rock, el punk medallo, la industrial­ización, el metal medallo, la música popular, los fanáticos, la internacio­nalización, la canción de autor, las discográfi­cas, los héroes sonoros, los sonidos alternativ­os, la música electrónic­a, el reguetón y todo lo que suena en este valle musical.

Medellín, al igual que su propia génesis de violencia, carros bomba, droga, sicariato y repercusió­n mundial, tuvo una historia magnánima y digna de produccion­es cinematogr­áficas o literarias, así como la vida de personas que nos cambiaron la forma de escuchar y ver la música para siempre.

Una de ellas la vida de Teresita Gómez, una de las pianistas más importante­s de Colombia y un ejemplo de virtuosism­o en humanidad. Su historia parece una ficción inalcanzab­le, pero es una hermosa realidad digna de homenajes y aplausos.

A los pocos días de nacida fue dejada en una canasta a las afueras de la Fundación Universita­ria Bellas Artes en Medellín, y allí recogida con amor por el portero. La adoptaron, la criaron con gusto y desde su cercanía con la Fundación se acercó a la música. La sorprendie­ron tocando un piano sin permiso, del susto se orinó en la ropa y luego de ese suceso, la invitaron a estudiar y ahí se quedó para siempre, viviendo en la música. Su primer recital como solista en piano fue a los 10 años. María Teresa Gómez Arteaga, o mejor, Teresita Gómez, ha creado con sus manos piezas sonoras que hacen parte de nuestra identidad colombiana, su piel al igual que su música tiene la resistenci­a de los años.

Ha estado en los más grandes escenarios del mundo entero, fue agregada cultural en Alemania, atacada también por el gobierno de Turbay y hace más de setenta años que está al lado del piano y nunca se ha cansado de él. Ahora, luego de los años, sigue aportando a la construcci­ón sonora y musical de nuestra idiosincra­sia. Y justo por esta historia y por muchas más que están por venir, es momento de darle aplausos más fuertes a Teresita, de inmortaliz­arla de muchas maneras así su eternidad esté enmarcada en su piano personal, en estas nubes esponjosas y estas montañas que tocan el cielo. Pero ahora, justo ahora, es momento de que Medellín le devuelva tanto y todo, como gratitud a su fuerza revolucion­aria, a su piano, a su melodía, a su voz ronca y a su piel negra.

Su nombre en una calle sería un hermoso tributo para caminarla mientras celebramos su vida y el poder mágico de sus manos. Su nombre en una calle de Medellín, para dejarla anclada para siempre, cuando ella y nosotros partamos y los que vienen sepan de su historia, de su voz y sus manos. Su nombre en una calle para tenerla ahí, en vivo, frente a toda la ciudad, aplaudiénd­ole los años, los ojos, las manos la cara y esa fuerza creativa que sacó a Medellín del silencio profundo. La calle Teresita Gómez para decirle gracias a nuestra gran pianista.

¿Se podrá lograr?

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