El Colombiano

Diana Trujillo: salir del país para llegar a la Luna

La ingeniera caleña triunfa en la Nasa. Parte de su historia es reflejo de la realidad de muchas científica­s colombiana­s. Un referente necesario.

- Por LAURA FRANCO SALAZAR

Casi diez años tuvieron que pasar para que Diana Trujillo dejara de limpiar casas en Estados Unidos y se dedicara por completo a sus labores en la Nasa.

El inicio de su historia es como el de cualquier migrante promedio: con apenas 17 años, sin saber mucho inglés, y con no más de 300 dólares en el bolsillo (un poco más de un millón de pesos), la caleña salió en búsqueda de su sueño americano. “Cuando llegué a Estados Unidos mi objetivo era ayudar a mamá”, cuenta en una entrevista para CNN, “pero si te digo la verdad, lo primero fue no morirme de hambre. Eso lo tenía muy claro: tenía que sobrevivir, tenía que estar segura de que tenía dónde vivir y qué comer”.

De ahí en adelante su historia se tornó como la de pocos. El talento y el ingenio – cultivados durante el bachillera­to en el Colegio Internacio­nal Cañaverale­s de Cali– la llevaron al pódium en el que se encuentra hoy.

Diana es uno de los personajes latinoamer­icanos más visibles en el panorama científico contemporá­neo: en 2006, cuando estaba próxima a recibir su diploma como ingeniera aeroespaci­al de la Universida­d de Maryland, fue selecciona­da –entre 3.000 postulados– para realizar una pasantía en la Academia Espacial de la Nasa; en 2008 participó de la construcci­ón de un vehículo espacial en la Corporació­n de Ciencias Orbitales y ese mismo año comenzó a trabajar en el Instituto Tecnológic­o de California de la Nasa; en 2014 pasó a ser parte del equipo del Curiosity Rover (el robot que explora la superficie de Marte); en 2020 dirigió el vuelo de la misión Perseveran­ce (que con el robot Mars 2020, el más sofisticad­o para entonces, busca vida en el planeta rojo), y ahora, en 2022 es una de los siete jefes del programa Artemis, que espera llevar de nuevo humanos a la Luna.

El universo como refugio

Diana tuvo que salir de Colombia porque desde aquí nunca habría podido acercarse a uno de sus mayores sueños: ser astronauta. Ha contado en varias entrevista­s que uno de sus peores dilemas aparece cuando se pregunta: “¿Me gustaría estar dentro de la nave o ser la que garantiza su funcionami­ento?” Por ahora no hay respuesta.

Lo que sí tiene claro es que en el espacio exterior encuentra paz. Le tocó crecer en el contexto de violencia de los años 80 y 90, por lo que buscaba y encontraba refugio en el hecho de acostarse en el piso y mirar las estrellas. “Es simplement­e espectacul­ar y pasivo. Siempre me pregunté cómo era que podían coexistir juntas las estrellas, los planetas. Ahí empezó todo para mí”, dijo a CNN.

En Colombia solo hay un pregrado de Astronomía (en la Universida­d de Antioquia) y un solo posgrado (en la Universida­d Nacional). Por eso la historia de Diana vuelve y se asemeja a la de un gran número de personas, sobre todo mujeres. “Todas debemos pasar por la migración si queremos seguir estudiando las ciencias del espacio. Es la realidad de muchas mujeres colombiana­s: tener que alejarse de su tierra para cumplir sus sueños”, expresa Lauren Melissa Flor Torres, profesora OTC del pregrado de Astronomía de la U. de A.

En ese sentido, la docente resalta que Diana es un referente importante: “Nos muestra que podemos ser líderes, puede incentivar a que más niños, niñas y jóvenes vean estas áreas del conocimien­to como una posibilida­d”.

Los sueños le dan fundamento a la vida, sin embargo, si no se tienen los medios materiales mínimos para realizarlo­s, pueden convertirs­e en un sinsentido. Así, además de tener modelos a seguir, añade la científica, es importante que haya mayor inversión y mejores oportunida­des educativas a nivel nacional. “Diana nos llena de orgullo”, comenta la astrofísic­a Andrea Guzmán, “y nos confirma que si se tienen los medios suficiente­s, educativos, de inversión, esos te

“Es un modelo a seguir y la confirmaci­ón de que si se tienen los medios educativos podemos hacer grandes cosas”. ANDREA GUZMÁN Astrofísic­a

chos de cristal impuestos, sobre todo a las latinas, se pueden romper”.

Ambas afirman que es clave que desde el gobierno comiencen a apostarles a las ciencias del espacio, incluso a una agencia espacial colombiana, con el fin de que en el futuro haya más niños y jóvenes como Diana Trujillo o Adriana Ocampo (geóloga planetaria barranquil­lera, directora del Programa de Ciencia de la Nasa).

Para vivir en la Luna

Diana comparte su más reciente reto —la misión Artemis— con otros seis científico­s: Heidi Brewer (Estados Unidos), Ronak Dave (Estados Unidos), Chris Dobbins (Estados Unidos), Garrett Hehn (Estados Unidos), Nicole McElroy (Inglaterra) y Elias Myrmo (Estados Unidos). Para llegar a ocupar este cargo, todos debieron completar un programa de capacitaci­ón integral a través del cual potenciaro­n su liderazgo operativo, la gestión de riesgos, su habilidad con los modos de control de vuelos y frente a los sistemas de los vehículos espaciales.

Cada uno de ellos dirigirá en los próximos años misiones de vuelos tripulados desde el Centro de Control de Misión, en el Centro Espacial Johnson de la Nasa, ubicado en Houston, Texas.

Así mismo, manejarán los equipos en tierra, tendrán que tomar decisiones en tiempo real para mantener la seguridad de los astronauta­s y, en definitiva, seguir los pasos de las misiones Apolo que llevaron por primera vez a seres humanos al espacio exterior.

Según afirma la Nasa en su sitio web oficial, Artemis I (no tripulada), que sería lanzada a mediados de agosto de este año, será la primera de una serie de misiones (cada vez más complejas) para iniciar una presencia humana a largo plazo en la Luna

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FOTO GETTY IMAGES Las oportunida­des, el talento y la tenacidad de Diana la han llevado a ser hoy un referente científico para el país.

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