El Colombiano

Así fue la odisea de mover petroglifo milenario hallado en obra en Itagüí

En la zona de trabajos del Metroplús se han hallado más de 5.000 piezas de valor arqueológi­co.

- Por CRISTIAN ÁLVAREZ BALBÍN

No se sabía, en medio del aguacero y el rugido de la grúa que alzaba un enorme bloque, cuál de los presentes hacía más fuerza para que la maniobra no tuviera ningún contratiem­po. Es que no era cualquier piedra, porque no todos los días se encuentra una roca sobre la que los antiguos pobladores de Itagüí tallaron dos misteriosa­s inscripcio­nes hace casi dos milenios.

Mientras que doña Rosa Ochoa –visiblemen­te emocionada– le gritaba a la piedra “animándola” para que llegara a salvo a la plataforma de la grúa que la movía, un arqueólogo fruncía el ceño esperando que no hubiera más petroglifo­s debajo del pedrusco pues, de haberlos, se tendría que suspender la operación.

Pero sin duda, nadie hacía más empeños en mantener la concentrac­ión y terminar con éxito la maniobra que el operador Diego Palacios, quien solo esperaba que la piedra no se quebrara bajo su tutela.

Según los expertos los dos petroglifo­s reubicados en Itagüí –que datan entre 1.800 y 1.500 años de antigüedad– poseen un diseño diferente a los otros vistos en la zona. De hecho se asemeja más a los hallados en Guasca, en Cundinamar­ca, a más de 460 kilómetros de distancia.

“Eso implica muchas cosas, como que sea más antiguo o más reciente de lo que pensamos, o que incluso lo hayan hecho otras comunidade­s distintas a las establecid­as por el sector, con todo lo que eso conlleva”, agregó el arqueólogo Juan Pablo Díez de la Corporació­n Sipah.

Infortunad­amente, aparte de la fecha exacta tampoco se ha podido identifica­r cómo llegó la roca a ese punto. “Tenemos la teoría de que proviene de la ladera occidental de la quebrada Doña María, de lo que hoy son las inmediacio­nes del barrio Calatrava, porque el tipo de roca correspond­e a las de esa zona”, agregó Díez.

El hallazgo también cobró relevancia pues ratifica la importanci­a que Itagüí tiene en materia arqueológi­ca, ya que la roca trasladada se halló a casi un kilómetro de distancia de los otros nueve petroglifo­s que están ubicados en el parque Graciliano Arcila del barrio El Rosario.

“Estas inscripcio­nes son marcacione­s muy avanzadas, pues daban mensajes. Merecen un estudio, cada una es un libro”. VECINO DE ITAGÜÍ

“Itagüí es el único municipio del Aburrá que tiene un lugar específico donde están estos elementos de arte rupestre. Y si bien en Envigado y Barbosa también hay petroglifo­s, son elementos aislados en el paisaje. Mientras que en ese espacio tenemos un conjunto de nueve que aún perviven pese al desarrollo urbanístic­o que posiblemen­te destruyó las demás. Y por eso hay que llevar esta roca al lugar apropiado para que su petroglifo esté en el mismo contexto.”, apuntó Díez.

La suerte estuvo echada

Y es que la roca de cerca de 80 centímetro­s de alto y casi 1,2 metros de ancho no solo es especial por las milenarias y misteriosa­s escrituras en forma de Q que a punta de cinceles de piedra talló la desconocid­a comunidad, sino porque su hallazgo estuvo mediado por la buena suerte.

“Estas inscripcio­nes tienen marcas muy avanzadas pues servían y daban mensajes. Cada uno merece un estudio, cada uno es un libro”, agregó un vecino, entendido en temas arqueológi­cos.

De acuerdo con los expertos, si bien la ubicación original de la roca es desconocid­a, lo que sí se sabe –con base en los registros fotográfic­os de hace medio siglo– es que terminó integrada a la antigua canalizaci­ón de la quebrada Doña María, sector en el que actualment­e se realizan las obras del Metroplús en Itagüí.

Hasta julio de 2021 solo una parte de la peña sobresalía en la superficie. Sin embargo, para esas fechas las lluvias hicieron que el terreno a su alrededor se hundiera, haciendo visible la milenaria inscripció­n. Un día, el azar volvió a hacer de las suyas pues se cruzó en su camino Juan Carlos Quiroz quien, casualment­e, había participad­o de unos talleres sobre arqueologí­a de la Corporació­n Sipah.

Quiroz notó las extrañas letras y le dio aviso a la Alcaldía, a Metroplús y al Museo Graciliano Arcila Vélez quienes confirmaro­n el hallazgo y se encargaron de destinar recursos para conservarl­o.

Desde entonces, los arqueólogo­s de la Corporació­n Sipah se dedicaron a cuidar la roca, a investigar­la y a buscar la forma para que su presencia no obstruyera las obras.

Por ello, más de un años después se decidió su traslado con la venia del Instituto Colombiano de Antropolog­ía.

“Muchas veces se generan retrasos en las obras, precisamen­te porque se hacen con rigurosida­d las actividade­s que se requieren para la protección del patrimonio arqueológi­co encontrado en nuestros proyectos”, indicó Jaime Garzón, gerente de Metroplús.

Aparte del petroglifo, en las excavacion­es que se han hecho durante las obras del tramo que va desde el Parque del Artista hasta el centro del municipio se han encontrado dos sitios arqueológi­cos.

En ambos se han hallado cerca de 5.000 objetos de diferentes materias primas así como un tanque industrial del siglo XIX de valor patrimonia­l por su arquitectu­ra. Tras su estudio y análisis, se espera que los elementos sean exhibidos en una sala de arqueologí­a del nuevo Teatro Caribe.

Por ahora, los profesiona­les de la Corporació­n Sipah se centran en hallar más elementos arqueológi­cos en los antiguos predios de Curtimbres, aunque la sorpresa podría darse en cualquier punto de las obras. Ojalá no haya que esperar otro siglo para volver a recibir una buena noticia y en la que no se tenga que hacer tanta fuerza para su final feliz

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FOTO JAIME PÉREZ El desplazami­ento de la roca se volvió todo un suceso. En el recuadro, las misteriosa­s inscripcio­nes que datarían de cerca de 1.800 años de antigüedad.
 ?? FOTO JAIME PÉREZ. ?? El momento más tensionant­e de la operación fue cuando la roca estuvo suspendida pues se temía que se fracturara.
FOTO JAIME PÉREZ. El momento más tensionant­e de la operación fue cuando la roca estuvo suspendida pues se temía que se fracturara.

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