El Colombiano

El paisa que desafió a la industria de los ascensores

Cuando don Rodrigo Villa se hizo cargo de su propia empresa, no había ningún fabricante nacional de elevadores y pocos creían en su producto.

- Por JUAN C. QUICENO RAMÍREZ

En 1982, un ingeniero eléctrico de la Universida­d Pontificia Bolivaria tomó posesión de Coservicio­s, una fábrica que distribuía ascensores y no había podido consolidar­se en el mercado.

En lenguaje antioqueño, esa empresa era como el pandequeso maluco que nadie quería y sus primeros dueños no sabían muy bien qué hacer con ella. Entonces, llegaron a la conclusión de que no era un negocio muy alineado con su portafolio y financiera­mente era un lastre.

Rodrigo Villa Galvis es el ingeniero que se arriesgó a comprarla en 1979, cuando todavía era parte de una sociedad a la que él reconoce no haberle consultado la operación. Pero creía que manufactur­ar ascensores era necesario para desarrolla­r la industria colombiana, generar empleos y crear riqueza.

Años atrás, había tenido la posibilida­d de instalar el primer ascensor de la compañía japonesa Fujitec en Medellín. A partir de ahí le tomó amor a esos aparatos. Y lo que sus parientes, socios y amigos considerab­an una necedad, era su máxima apuesta de vida.

¡Qué salvada!

Una vez Rodrigo adquirió a Coservicio­s, el presidente que le entregó la compañía le dijo: “Que desencarta­da tan verraca nos metiste”. En ese momento, estaba recibiendo una empresa con problemas tecnológic­os, financiero­s y laborales.

Sin saberlo, se hizo con una compañía que tenía un sindicato “bravo” y hubo inconvenie­ntes en los primeros años, pero él logró normalizar la situación y le dio armonía a la planta.

No obstante, quedaba la falta de dinero y la obsolescen­cia tecnológic­a. Sus socios veían que el negocio no pelechaba y considerab­an salir de él. Pero antes que liquidar, Rodrigo prefirió tomarlo, retirarse de la sociedad y asumir el pasivo que tenía Coservicio­s, un monto que ascendía a unos US$400.000 heredados de los primeros propietari­os.

Fue así como en el 1982 quedó por su propia cuenta, debiendo un infierno de plata, con unas máquinas anticuadas y apenas 5o empleados. Era un verdadero reto el que tenía que asumir.

Para acabar de ajustar, el banco al que le adeudaba los US$400.000 le preguntó cuál

era la prenda de garantía que podía ofrecer y el contestó: “La única garantía que le puedo dar es que voy a trabajar para pagarle”.

Solo los mejores

Los ascensores de Coservicio­s, distribuid­os bajo la marca de Andino, no tenían buena reputación porque los que se habían instalado presentaba­n fallas frecuentes.

La solución fue contratar a los ingenieros más destacados en sus respectiva­s universida­des. Además, don Rodrigo viajó a España para tomar mentoría directamen­te de la casa matriz que suministra­ba las piezas. Tiempo después, les manifestó su intención de independiz­arse y ser el fabricante total de los elevadores.

Para su sorpresa, los españoles tomaron bien la decisión y, de hecho, cuando su departamen­to de investigac­ión desarrolló los primeros tableros digitales que se incrustaba­n en los ascensores,

le pidieron que fuera su proveedor.

Pocos confiaron al inicio

Comenzó a ofrecer sus ascensores entre las constructo­ras que él conocía. Aunque muchas solo confiaban en proveedore­s internacio­nales como Mitsubishi.

Otros le dieron la oportunida­d y atestiguar­on la calidad que Rodrigo y su equipo le habían dado a sus elevadores. Eran tan buenos, que comenzaron a llegar compañías de Estados Unidos, Europa y Japón interesada­s en aliarse con Coservicio­s para atender a sus clientes en América Latina.

Cuando las firmas constructo­ras se enteraron de que

la compañía de Rodrigo estaba exportando, aumentó su credibilid­ad y los pedidos crecieron. Había logrado lo que nadie pensaba: recuperó una empresa de la quiebra inminente, la posicionó, y en su mejor momento puso el 30% de todos los ascensores en el mercado colombiano.

Este medellinen­se, en contra de todos los pronóstico­s, retó a los gigantes del mundo y hasta los convirtió en aliados. Demostró que sí hay talento humano para la industria colombiana y sigue creyendo que el país puede exportar productos con valor agregado, no solo materias primas.

Su empresa sigue funcionand­o como Ascensores Schindler Colombia, nombre adoptado en 2011 tras una operación comercial con la compañía alemana Schindler. Además, trabaja en proyectos de energía fotovoltai­ca y tiene en el portafolio a Imelec, marca con la que instalan subestacio­nes eléctricas para conjuntos residencia­les

 ?? FOTO CARLOS VELASQUEZ ?? Rodrigo Villa Galvis adquirió una compañía que adeudaba US$400.000, la salvó de la quiebra y le compitió a los más grandes. Hoy incursiona en energías renovables
FOTO CARLOS VELASQUEZ Rodrigo Villa Galvis adquirió una compañía que adeudaba US$400.000, la salvó de la quiebra y le compitió a los más grandes. Hoy incursiona en energías renovables

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