El Colombiano

Lula y Bolsonaro

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Las elecciones de este domingo en Brasil pueden marcar un antes y un después para América Latina. Si llega a ganar el expresiden­te Luiz Inácio Lula Da Silva, por primera vez en la historia este gran pedazo del continente estaría gobernado casi en su totalidad por mandatario­s de izquierda. La mayoría elegidos democrátic­amente y unos cuantos perpetuado­s en dictaduras (Cuba, Venezuela y Nicaragua).

La izquierda ya había hecho un primer anuncio, hace 20 años, cuando llegaron al poder Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Lula (Brasil) y Rafael Correa (Ecuador). Y ahora, ya son diez países gobernados por la izquierda en sus diferentes matices: México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Bolivia, Honduras, Venezuela, Nicaragua y Cuba. De ganar Lula, Brasil sería el país número once, y entre ellos estamos contando a los siete más poblados de América Latina así como a sus seis economías más grandes. Prácticame­nte quedarían solo tres países en Suramérica por fuera de esa corriente ideológica ( Ecuador, Uruguay y Paraguay).

Cuando se habla de la teoría del péndulo en la política, de acuerdo con la cual unas veces gana la izquierda y otras veces la derecha, podría uno atreverse a decir que, en general, este péndulo se demoró 50 años en dar la vuelta en América Latina: en la década de los 70 cerca de 13 países de la región eran gobernados por dictaduras militares de derecha y ahora estamos en el otro extremo.

¿Qué implicacio­nes puede tener este gran bloque de izquierda para la región y para Colombia en particular? ¿El poder, tan esperado, tan luchado, tan guerreado, para qué?

No va a ser fácil esta vez para los gobiernos de izquierda lucirse como lo pudieron hacer hace 20 años. En ese entonces la bonanza mundial de los precios de las materias primas, y del petróleo en particular, les permitiero­n a los países tener los bolsillos abultados, la economía florecient­e crea una sensación generaliza­da de bienestar y por ende los mandatario­s (de izquierda y de derecha) gozaron de buena popularida­d. Ahora el panorama es distinto, los países tienen graves problemas en sus finanzas (déficit creciente, deuda, inflación), ya no hay Chávez repartiend­o petrodólar­es en el barrio, ni tampoco la economía de China está en su mejor momento como para pensar que los pueda ayudar en medio de cualquier crisis.

En el caso particular de Colombia, para el presidente Gustavo Petro en principio parece ser bueno que gane Lula porque contaría con aliados ideológico­s en prácticame­nte todo el vecindario y se pondrían a prueba entonces, en la realidad, todas las arengas retóricas de una “Latinoamér­ica unida”. Aunque también habrá quienes puedan pensar que si Petro se quiere erigir como líder de la izquierda de la región, como lo manifestó desde su discurso de posesión, tener al lado a Lula e incluso a Andrés Manuel López Obrador en México no necesariam­ente le ayuda para brillar.

¿Va a ganar Lula? En las encuestas va liderando, según la última, publicada el jueves, tendría 48% de la intención de voto mientras Bolsonaro tiene 34%, para una diferencia de 14 puntos. Los seguidores de Lula interpreta­n que con esos números puede ganar de una vez este domingo sin tener que ir a segunda vuelta gracias al voto útil que podría desviarse de los que quieren votar por el centroizqu­ierdista Ciro Gomes (7% de la intención de voto) y por la senadora Simone Tebet (5%). Pero del otro lado, los seguidores de Bolsonaro, interpreta­n que hay mucho voto oculto o vergonzant­e y también voto de las iglesias cristianas que no se revela en las encuestas pero que podría hacer subir en las urnas al presidente de derecha. Vale recordar que en Brasil el voto es obligatori­o.

Bolsonaro planea reducir “el papel del Estado en la economía” y vender las empresas estatales como Petrobras, defiende la minería y la agricultur­a a gran escala, y promete extender más el acceso a las armas de fuego, porque considera que gracias a esa medida se han disminuido los crímenes en Brasil.

Lula, por su parte, promete aumentar los impuestos a los ricos, impulsar el gasto público, ajustar el salario mínimo mensual de Brasil según la inflación, y dar un subsidio mensual de 113 dólares, más otros 28 dólares mensuales por cada niño menor de 6 años.

En Brasil la campaña ha llegado a extremos: Bolsonaro le dice “ladrón” a Lula, y este a su vez se devuelve tildándolo de “genocida”. En el debate del jueves, Bolsonaro le dijo “mentiroso, expresidia­rio” y “jefe de una gran organizaci­ón criminal”. Lula le rogó que más bien se “debería referir a los desvíos de que son acusados sus hijos” o a “la mafia de la venta de vacunas contra el covid”. La polarizaci­ón ha llegado a tal nivel que a las autoridade­s les ha tocado prohibir la tenencia de armas por temor a que, estos ataques acumulados, se vuelquen a las calles y provoquen tragedias.

Se enfrentan dos personajes de peso: para Lula, de 76 años, ganar significa una tercera presidenci­a y dejar aún más atrás el recuerdo de los 19 meses que estuvo preso por corrupción, a pesar de que luego el Tribunal Supremo anuló sus condenas. Para Bolsonaro, de 67 años, sería su segundo mandato, a pesar de que cuando ganó las elecciones prometió que no repetiría y tal vez ver satisfecho un profundo interés de que la izquierda no se tome al gran coloso de Suramérica

Cuando se habla de la teoría del péndulo en la política, de acuerdo con la cual unas veces gana la izquierda y otras veces la derecha, podría uno atreverse a decir que, en general, este péndulo se demoró 50 años en dar la vuelta en América Latina”.

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