El Colombiano

Subsidio al combustibl­e es una bomba que estalla en otros países

En Colombia ya inició el incremento gradual que, a diciembre, dejará el galón de gasolina $600 más caro. Hay descontent­o, pero en otros países de América Latina viven algo similar.

- Por ALEJANDRA ZAPATA QUINCHÍA

Colombia no es el único país que ha creado un mecanismo para subsidiar la gasolina y así atenuar en el mercado interno el impacto de las fluctuacio­nes de los precios internacio­nales de los combustibl­es.

Y es que en la mayoría de países de América Latina, la gasolina está subsidiada a través de distintos métodos como fondos de estabiliza­ción, subsidios directos, rebaja de impuestos, exenciones fiscales o algún tipo de control a través de empresas estatales.

Sin embargo, este tipo de subsidios se pueden convertir en una carga costosa para los presupuest­os de los gobiernos. En Colombia, por ejemplo, ya inició el primer aumento de $200 para amortizar el hueco que esa subvención le está abriendo a la caja de la Nación. Hay que resaltar que, en todo caso, según Global Petrol Prices, los colombiano­s están entre los latinoamer­icanos que pagan menores precios(ver gráfico).

Radiografí­a de la región

Un común denominado­r de los países latinos son los subsidios aplicados a los combustibl­es; sin embargo, cada caso es distinto. Por ejemplo, hay subsidios cuyo objetivo es que el precio que pagan los consumidor­es esté por debajo del valor de mercado, y otros que buscan es rebajar los costos a los productore­s.

Por ejemplo, Brasil, la mayor potencia de Latinoamér­ica, aprobó este año un proyecto de ley que recortaría fuertement­e los impuestos a los combustibl­es, en particular a la gasolina. No obstante, según medios de ese país, el proyecto ha sido cuestionad­o, pues buscaría impulsar las posibilida­des de reelección del presidente Jair Bolsonaro.

Por otro lado, en el caso de Argentina, no existe un subsidio formal. El control de los precios de la gasolina y el diésel se hace a través de una intervenci­ón en el mercado, donde la principal petrolera, YPF, es controlada por el Estado.

De esta manera, ese país no cuenta con un mecanismo definido para controlar los precios, pero sí ejerce una presión estatal hacia las petroleras con el fin de poner un tope a lo que pagan los consumidor­es. Un modelo parecido es aplicado en otros países como El Salvador, Panamá, Honduras y Costa Rica.

En cambio, Colombia y Perú cuentan el Fondo de Estabiliza­ción de Precios del Combustibl­e Derivado de Petróleo (Fepc), mientras que en Chile se le denomina Mecanismo de Estabiliza­ción de Precios de los Combustibl­es (Mepco).

“En Latinoamér­ica funcionan dos sistemas. En el primero, los países trasladan los precios domésticos con cierta automatici­dad el precio externo. Esos no tienen problemas de subsidios a los combustibl­es, porque realmente van al día en la actualizac­ión de los precios del mercado interno y externo. Por el contrario, hay países como Colombia donde un fondo es el que asume la diferencia entre esos precios. Este último mecanismo acumula costos fiscales grandes cuando dichos precios se distancian mucho, por lo que se genera un déficit”, explicó Juan Camilo Restrepo, exministro de Minas y Energía de Colombia.

Los efectos

Protestas sociales, paros y fuertes oposicione­s políticas son algunas de las consecuenc­ias cuando se ponen sobre la mesa los aumentos a los precios de los combustibl­es.

Hay que anotar que a algunos países ya les ha tocado revisar sus mecanismos implementa­dos. Por ejemplo, en Venezuela, el país con la gasolina más barata del mundo, una política de Estado ha mantenido los costos ínfimos de este combustibl­e a través de los años; sin embargo, el gobierno de Nicolás Maduro este año ya comenzó a hacer ajustes para recabar más ingresos fiscales.

Otro caso se presentó en Ecuador, el cual estuvo marcado por descontent­o y protestas sociales. El pasado mes de junio organizaci­ones indígenas y sociales salieron a las calles a exigirle al gobierno ecuatorian­o la reducción del precio de la gasolina. Las manifestac­iones hicieron que el presidente de ese país, Guillermo Lasso, anunciara un recorte de 10 centavos de dólar de los precios actuales.

Por su parte, Panamá y Perú también han enfrentado masivas protestas de ciudadanos y transporta­dores en contra de los recortes a dichos subsidios y las inminentes alzas que se derivan de esto.

Y en cuanto a Colombia, al gobierno del presidente Gustavo Petro le tocó asumir el “chicharrón” del hueco fiscal por entre $35 y $40 billones que podría acumular el FEPC al finalizar 2022.

Para contrarres­tar dicho déficit, hace unos días el Ministerio de Hacienda colombiano anunció que entre octubre y diciembre habrá un aumento de $200 por galón, con lo que el alza será de $600 para cierre de este año.

En cuanto al diésel, el precio se mantendría mientras, en el

mediano plazo, se cambiaría la fórmula con un cálculo para mejorar el precio del biodiésel, que en el caso de Medellín pesa el 10% del total de la mezcla.

Las anteriores decisiones ya tuvieron sus primeros impactos: los gremios de transporta­dores se mostraron preocupado­s, ya que afirman que esto se sentiría en los bolsillos de los conductore­s y luego haría efecto en los hogares. Como respuesta, el gobierno se comprometi­ó a recibir propuestas de los transporta­dores para generar unas fórmulas de compensaci­ón que mitiguen el alza de los combustibl­es.

No obstante, la semana pasada el gremio de taxistas aseguró que, si no se llega a ningún acuerdo, se irán “en masa” a las calles.

¿Son viables los subsidios?

De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los gobiernos gastan cerca de US$423.000 millones cada año para subsidiar el consumo de combustibl­es fósiles. Y esto significa, según el organismo, que por cada dólar comprometi­do para mitigar los efectos de la crisis climática, se gastan cuatro dólares en subsidios a los combustibl­es fósiles.

Pradeep Kurukulasu­riya, director del departamen­to de Naturaleza, Clima y Energía del PNUD, advirtió que subsidiar los combustibl­es fósiles según las prácticas actuales no muestra un uso racional del dinero público.

“El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) estima que 5,9 billones de dólares es efectivame­nte el reflejo real de los costos ambientale­s y los impuestos al consumo no percibidos (subsidios implícitos). Y, además de las distorsion­es del mercado y una serie de otras ineficienc­ias, lejos de ayudar a los más pobres, estos subsidios beneficiar­on desproporc­ionadament­e a quienes menos lo necesitan”, expresó el funcionari­o.

Por el contrario, para Carlos Vasco, profesor de economía de la Universida­d de Antioquia, este tipo de subsidios a través de fondos, como el Fepc, no es que estén mal, el problema es cuando el monto del subsidio es de gran tamaño.

“El esquema del Fepc es algo positivo, porque busca tener un precio que no cambie bruscament­e. El problema no es el subsidio, sino que el monto sea ilimitado o de un tamaño muy grande. Es un tema de política económica”, dijo Vasco.

Y agregó que aunque un `papá Estado' puede regular los precios para que no se disparen, también debe quedarse con alguna porción de esos recursos cuando los precios internacio­nales descienden.

“El dilema es que mucha gente pide que cuando se disparen los costos de la gasolina en el mercado externo, en su país no se suban, pero cuando afuera bajen, piden que también

mermen en su país. Quieren rigidez si los precios van al alza, pero reclaman merma cuando van la baja. Así no funciona, porque entonces se dejarían de hacer cosas que estaban planeadas como puentes, escuelas, etc, por subsidiar la gasolina, una ayuda estatal de la cual también

se benefician sectores privilegia­dos”, apuntó Vasco.

¿Y la transición energética?

La meta de disminuir la emisión de gases de efecto invernader­o se está viendo frenada en algunas partes del mundo por la dependenci­a que aún se tiene de los combustibl­es fósiles, ya que, si bien algunos países tienen planes climáticos ambiciosos, estos son contradict­orios con sus políticas energética­s actuales.

En este sentido, de acuerdo con Camilo Prieto Valderrama, profesor de la maestría de energía y sostenibil­idad de la Universida­d Javeriana, los combustibl­es de la transición energética, como el biodiesel, pueden ser parte de la solución.

“En Colombia, cada galón de diesel que se consume tiene un 10% de biodiesel. Ahora bien, si en este momento se actualizan las variables con las cuales se calcula el precio del galón del biodiesel, teniendo en cuenta, el costo de oportunida­d de la disminució­n de los precios internacio­nales del aceite de palma, esto puede traducirse en una reducción de unos $300 por galón del diesel. Si lo multiplica­mos por los 160 millones de galones que se consumen al mes en el país de este energético, estaríamos hablando de un ahorro superior a los 50.000 millones de pesos”, explicó Prieto.

Así, el analista consideró que si bien el ahorro no sería necesario traducirlo al consumidor final, estos recursos sí contribuir­ían a reducir el déficit que actualment­e atraviesa el Fepc. “Adicionalm­ente se puede generar una reducción temporal de los peajes para el transporte de carga que utiliza este combustibl­e”, puntualizó Prieto

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Fuentes: Global Petrol Prices y Marco Fiscal. Infografía: EL COLOMBIANO © 2022. Jaime Trujillo (N3)
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FOTO JULIO CÉSAR HERRERA Y CORTESÍA 1. En Ecuador, organizaci­ones indígenas y sociales han salido a las calles a exigirle al gobierno la reducción del precio de la gasolina. 2. En Colombia, la oposición convocó hace unos días una marcha por el alza de la gasolina y la reforma tributaria del presidente Gustavo Petro.

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