El Colombiano

Discusión necesaria

- Por JORGE GIRALDO RAMÍREZ - jorgegrld@gmail.com

El debate sobre el crecimient­o económico que está colmando las páginas de opinión me tiene bastante sorprendid­o por varias razones: a) las ignoradas soluciones antiguas que ha tenido, b) la asunción dilemática, excluyente, que ha tomado, c) la ausencia de sentido constructi­vo.

De a) puedo decir que desde que un hombre llamado Jesús dijo que no solo de pan vivía el hombre parecía claro que la riqueza no lo era todo en la vida humana, más aún, que ni siquiera es un fin, sino un medio para la vida buena o el bienestar. Adam Smith no añadió mucho a esta idea básica. Sobre b) no son pocos los que presentan el debate entre dos términos excluyente­s (crecimient­o o sostenibil­idad), lo cual es una falacia lógica y práctica. Lo que conduce a que el debate c) termine plagándose de prejuicios y contribuye­ndo a fomentar un ánimo pendencier­o.

Por tanto, toca conversar —como dice el personaje de Denzel Washington en Philadelph­ia— como si fuéramos niños de cuatro años. ¿Tiene sentido que el debate sobre el crecimient­o económico lleve cincuenta años? ¿Estaban locos el Club de Roma ( Los límites del crecimient­o, 1972) o Cornelius Castoriadi­s ( El mito del desarrollo, 1979)? No. Como dijo Juan Camilo Quintero, “esta discusión con cifras y puntos de vista diversos nos puede ayudar a alcanzar soluciones y consensos” (“Regenerar sin tener que decrecer”, EL COLOMBIANO, 20.09.22).

La conversaci­ón se aclara más cuando preguntamo­s qué quiere decir crecimient­o. El crecimient­o económico desde hace medio siglo, al menos, tiene un sentido específico que los economista­s conocen como la maximizaci­ón de la utilidad. Algunas de las críticas a la maximizaci­ón de la utilidad se basan en los límites de la racionalid­ad, otras apuntan a que es insostenib­le en el tiempo, por lo cual se hacen más recurrente­s las crisis. Hay críticas morales, como la que inauguró el papa León XIII, y críticas económicas, como las de la economista Deirdre McCloskey que se ilustran con la elocuencia de títulos como Las virtudes burguesas o Por qué la economía no puede explicar el mundo moderno.

Un síntoma que debería llamarnos la atención se deriva de que dos de los pensadores contemporá­neos que apoyaron en su momento las reformas de Reagan y Thatcher han elaborado un profundo cuestionam­iento al neoliberal­ismo, el nombre que se le puso al modelo basado en la maximizaci­ón de la utilidad. Ellos son Francis Fukuyama y John Gray. La economista Kate Raworth ha propuesto una solución general que dice así: debemos crecer lo suficiente para garantizar una base de bienes básicos a todas las personas, que incluyen la libertad y la democracia, y no debemos crecer tanto que destruya nuestro hábitat. Puro sentido común expreso en el dicho “maldito el pájaro que se caga en su propio nido”.

El futuro del capitalism­o pasa por su deslinde del neoliberal­ismo y la maximizaci­ón de la utilidad. De lo contrario, dejará de tener viabilidad o, al menos, justificac­ión

“¿Tiene sentido que el debate sobre el crecimient­o económico lleve cincuenta años? ¿Estaban locos el Club de Roma o Cornelius Castoriadi­s? No”.

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