El Colombiano

Arrodillad­o a los mafiosos

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA redaccion@elcolombia­no.com.co

La intervenci­ón de Petro en la ONU fue un estriptis de sus conviccion­es más íntimas.

Se basa en el prejuicio de que la guerra contra las drogas fracasó y de que es la lucha contra el narcotráfi­co la que explica la violencia en nuestro país. Hasta antes de la firma del componente de narcotráfi­co con las Farc, habíamos disminuido un 65 % los narcoculti­vos en relación con la primera medición de Naciones Unidas. Con menos producción de coca y menos cocaína, los grupos vinculados al narco perdieron mucha de su capacidad de combate. En paralelo, el Plan Colombia fortaleció la Fuerza Pública.

La lucha contra el narcotráfi­co empezó a traducirse en menos, no más, violencia. La tasa de homicidios, que en 1991 alcanzó los 79 por cien mil habitantes, empezó a disminuir de manera sistemátic­a. Para 2015 había caído a 24 por cien mil. A menos narcotráfi­co y menor capacidad de combate de los violentos, menos violencia homicida.

Lo que fracasa es el nuevo enfoque sobre narcotráfi­co pactado con las Farc. Desde entonces la tasa de homicidios vuelve a aumentar. El año pasado fue de 27 por cien mil, tres puntos más que antes del acuerdo.

A falta de autocrític­a y de reconocer los hechos, decidieron sostener que

“fracasó la guerra contra el narcotráfi­co”. Con esa excusa,

Petro hace afirmacion­es y toma decisiones que solo ahondan el problema. Contra la evidencia de que la extradició­n ha sido fundamenta­l contra los narcos, pretende renegociar­la. Contra el hecho de que sin el glifosato, o la amenaza de su uso, la erradicaci­ón efectiva es imposible, anuncia que no se volverá a usar jamás.

Lo peor es la “paz total”, con negociacio­nes paralelas, acuerdos parciales de aplicación inmediata y cese al fuego multilater­al, que solo benefician a los criminales: paralizan a la Fuerza Pública mientras que los bandidos siguen delinquien­do y obtienen los beneficios de lo que vayan pactando sin desmoviliz­arse ni desarmarse.

El gobierno termina arrodillad­o a los mafiosos. Hoy todos, incluso disidencia­s, reincidenc­ias y elenos, son mafiosos. Para rematar, les ofrece quedarse con parte de sus bienes, un gigantesco lavado de activos, y que no paguen o paguen penas mínimas por sus innumerabl­es crímenes. Es previsible lo que pasará: los viejos criminales se jubilarán y se producirá un reciclaje en las organizaci­ones mafiosas y sus liderazgos. Con el narco a toda máquina y la Fuerza Pública debilitada, desmoraliz­ada y paralizada, más homicidios y más insegurida­d.

La duda es si la claudicaci­ón de Petro frente los narcos es pactada. Su pasado y los acuerdos en la cárceles en la campaña extienden una sombra terrible que se confirma con las acciones de gobierno. Una certeza sí hay: caminamos aceleradam­ente hacia la narcocraci­a

A falta de autocrític­a y de reconocer los hechos, decidieron sostener que `fracasó la guerra contra el narcotráfi­co'. Con esa excusa, Petro hace afirmacion­es y toma decisiones que solo ahondan el problema”.

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