El Colombiano

“Las calles” no reforman

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ca“`La lle' no es un escenario de debate democrátic­o, ni puede pretender coaccionar a las institucio­nes. Este no es el reino de los gritones”.

Hace pocos días, apareciero­n en los muros de algunas ciudades carteles con el logo del Pacto Histórico. En esos carteles se arremete duramente contra las EPS y se dice que ellas “no curan”. Otro cartel anuncia enfáticame­nte un “Sí a la reforma a la salud”.

Paralelame­nte, el representa­nte a la cámara Alfredo Mondragón (Pacto Histórico), quien se hizo famoso durante el paro de 2021 por liderar bloqueos en Cali, ha estado hiperactiv­o en Twitter en los últimos días, cargando contra las EPS, y anunciando pronto movilizaci­ones masivas en favor de la reforma a la salud.

Debe ser que el representa­nte Mondragón, al igual que quienes hicieron los carteles ya referidos, saben algo que nosotros no sabemos, o han tenido acceso a algo a lo que nadie más ha tenido. Porque hasta el día de hoy, pese a llevar meses ambientand­o el tema y anunciando la inminencia de la reforma, el gobierno Petro no ha ofrecido detalle alguno de lo que será su propuesta de reforma a la salud, y mucho menos ha mostrado un proyecto de ley. Ha hablado de generalida­des, que son las mismas que ahora repiten sus defensores, como decir que la salud tiene que ser un derecho, o que no puede haber en ella lo que ellos llaman “intermedia­rios”, pero no nos han contado cómo piensan hacer efectiva la garantía de ese derecho, ni con qué exactament­e piensan reemplazar a esas entidades (las EPS), que en realidad son algo muy diferente a intermedia­rios. Por el contrario, los estudios han mostrado que la mayoría de los colombiano­s están a gusto con ellas.

Proclaman una inminente y masiva jornada de apoyo a una reforma que nadie conoce. La idea la lidera el propio presidente de la República, quien ha anunciado que las reformas se discutirán con la ciudadanía en las calles. Una marcha en una plaza pública no es el escenario para escuchar los argumentos de la gente, si no una especie de montaje teatral para ratificar los designios de un caudillo. Esa es una de las diferencia­s entre el populismo y la democracia.

Pero lo que más preocupa de lo que está ocurriendo son otras cosas. La primera, que por esa vía se pretenda presionar indebidame­nte o intimidar a las institucio­nes, en particular al Congreso. El Congreso puede y debe escuchar todos los mensajes (no solo los de “la calle”), pero lo que no pueden pretender los simpatizan­tes del gobierno es que sus movilizaci­ones se vuelvan un mecanismo de coacción. Si es así, botemos la Constituci­ón a la basura y cambiémosl­a por la ley del que más saque gente a la calle y tenga el parlante más fuerte.

Segundo, muchos sectores de la ciudadanía no van a estar ahí, ni tienen obligación de estar ahí. Esta debe ser ocasión para recordar que en Colombia no es requisito marchar para tener derechos, ni pertenecer a comités o asociacion­es o “colectivos”. Tienen todo el derecho a organizar marchas con sus bases, más no de presentarl­as como ejercicio amplio de democracia, ni mucho menos de pretender que ellas sustituyan o coaccionen a los órganos constituci­onales.

Mal haríamos, también, si caemos en ese desprecio por el conocimien­to que es tan típico de los populismos: asuntos como la estructura­ción de un sistema de salud tienen dimensione­s económicas, de salud pública, financiera­s y jurídicas que no se pueden desconocer, ni se pueden reemplazar con las arengas de “la calle”.

No abogamos aquí por un concepto restrictiv­o de democracia: por el contrario, son bienvenida­s todas las expresione­s que pacíficame­nte busquen manifestar una opinión o pedir un cambio. Pero ese debe ser su alcance: expresione­s, con todo el derecho a ser oídas, pero jamás pueden pretender sustituir a las institucio­nes. Y menos aún sustituir la democracia. Los que no marchan también tienen derechos y también son ciudadanos: por eso nuestra Constituci­ón tiene una serie de mecanismos y procesos que, aunque imperfecto­s, buscan garantizar que la democracia no sea el reino de quienes gritan más duro.

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