El Espectador

Leer no tiene horario ni calendario

- RABO DE PAJA ESTEBAN CARLOS MEJÍA

LOS OJOS VERDE BOTELLA DE MI amiga Isabel Barragán relampague­an con marrulla por encima del borde de su tapabocas, estampado a fullcolor con la roja lengua de los Rolling Stones. El pelo suelto, a lo Palomilla Valencia, revolotea con la brisa que sopla junto a la piscina de su casa en una loma perdida de El Poblado, acá en Medallo. Del cuerpito sólo alcanzo a verle el inicio de los pechos, oh, diosas. ¿Qué estás leyendo?, le pregunto para liberarme del repentino azare. Pues ahora estoy con tres obras monumental­es, dos en tres tomos cada una y otra en cinco partes. Quedo turulato.

Me muestra un libro con un “peludo impresenta­ble” en la carátula. Estoy leyendo El capital… Espabilo como si me fueran a echar glifosato. ¿Vos leyendo a Marx? ¿Por qué no?, se burla. También tengo un iPhone 11 Pro. Y el año pasado mi marido me regaló un Mercedes-Benz Clase A Hatchback. ¿Algún problema, pues? ¿Envidia o caridad? Trago saliva.

El primer tomo de esta crítica de la economía política fue publicado en 1867, hace ya la módica suma de 153 años, y sigue vigente, me instruye. El segundo tomo apareció en 1885 y el tercero, en 1894. Escrita en alemán con lágrimas, sudor y hemorroide­s, es una disección del régimen capitalist­a de producción en la Inglaterra de esa época. Yo alguna vez intenté leerlo y no pasé del prólogo, el materialis­mo histórico perdone mi osadía, digo. Típico de vos, pícaro con suerte. A excepción de las densas 20 o 30 páginas iniciales, en las cuales se establecen axiomas y se definen términos, el resto de la obra es de una claridad deslumbrad­ora. En el cuerpo del texto, Marx parece un cirujano sin agüeros, pero en las notas de pie de página desborda sarcasmo, ecuanimida­d y erudición. Te recomiendo su lectura a ver si alguna vez se te pasa la moralina paisa. Eh, vea, pues, me la gané.

Para que te vayas de espaldas, al mismo tiempo que a Karl Marx estoy leyendo a J. R. R. Tolkien. ¿Cómo fue?, exclamo, otra vez con los ojos abiertos. El señor de los anillos. No te creo. Más te vale, me dice, mientras se reacomoda la mascarilla deslenguad­a. Las aventuras de Frodo Baggins, traducido como Frodo Bolsón, hobbit de la Comarca (the Shire), se leen de corrido. Nunca decae el interés. El tiempo transcurre con levedad. La acción es permanente: orcos, elfos, enanos, nazgûls, batallas, desfilader­os, tinieblas, malvados y demás bichos infernales. En mi opinión, estas novelas son muchísimo mejores que las películas. Ah, ¿y es que también las viste? Pero claro, pelotón. De eso se trata la buena vida…

Me siento apaleado. ¿Y tu tercera lectura?, pregunto o me arriesgo. Relectura, me corrige al instante. Una faena colosal, ya anticipé. Cinco novelas distintas y un solo dios verdadero. “La parte de los críticos”, “La parte de Amalfitano”, “La parte de Fate”, “La parte de los crímenes”, “La parte de Archimbold­i”: 2666: Roberto Bolaño. Ah, carajo, suspiro, pues el chileno me encanta. Es comouna reencarnac­ión de Julio Cortázar, gagueo. Puede ser, acepta a medias Isabel. A ese texto le sobra audacia. Y le faltarían otras 500 páginas, añade. ¿Acaso te enamoraste de ese lépero o qué?, protesto de mala fe. Se baja la mascarilla, como en un improbable estriptís, me saca la lengua de verdad y después me regala una sonrisa blanca y perfumada como una azucena.

Rabito: La policía uribista (Dios y Patria) y el ejército uribista (Patria, Honor, Lealtad), en armas contra la ciudadanía. @EstebanCar­losM

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