Finalmente, ¡el presidente Trump se va!
Desde hace mucho tiempo los bandos desiguales de los grupos de ultraderecha y los nacionalistas blancos que se envalentonaron durante el mandato del presidente Donald Trump han alimentado una lista coincidente de odios y objetivos. Pero ahora han sido azuzados por las falsas aseveraciones del presidente saliente de que le robaron las elecciones y por el ataque violento al Capitolio del país que cientos de ellos llevaron a cabo en su nombre.
Los disturbios del Capitolio sirvieron como un golpe propagandístico para la ultraderecha, y quienes rastrean a los grupos de odio afirman que es probable que este ataque pase a formar parte del repertorio de actos extremistas junto con Waco, Ruby Ridge y la ocupación de Bundy de una reserva de vida silvestre en Oregon para estimular el reclutamiento y la violencia en los años venideros.
Aun cuando han arrestado a decenas de alborotadores, las salas de chat y las aplicaciones de mensajería donde se congrega la extrema derecha están llenas de festejos y planes. Una mezcolanza ideológica de grupos de odio y agitadores de ultraderecha -entre ellos los Proud Boys, Oath Keepers, el movimiento Boogaloo y los neonazisahora está hablando de cómo ampliar sus plantillas y de si volver a tomar las calles este fin de semana y la próxima para protestar contra la toma de posesión de Joe Biden.
Según los expertos, tal vez haya funcionado expulsar a grupos extremistas de las plataformas convencionales de redes sociales, como Facebook y Twitter, para entorpecer su organización, pero esas iniciativas los han orillado a recurrir a formas de comunicación más difíciles de rastrear, las cuales incluyen aplicaciones codificadas que dificultarán rastrear las actividades de los extremistas.
Desde la semana pasada han aparecido decenas de nuevos canales en aplicaciones de mensajería segura dedicados a QAnon, la teoría conspirativa de ultraderecha que dice que Trump está combatiendo a una secta de pedófilos adoradores de Satanás.
Sin importar quién esté en la Casa Blanca, los grupos de odio han sido un elemento constante en la vida estadounidense. Cuando los demócratas han ocupado la presidencia, han tenido enemigos naturales. Durante el mandato de Trump, han tenido un aliado.
Los grupos de ultraderecha se sintieron fortalecidos después de que Trump dijera que hubo “personas muy buenas en ambos bandos” durante el mitin “Unite the Right” (“Unamos a la derecha”) de 2017 en Charlottesville, Virginia, donde un supremacista blanco atropelló y mató a una contramanifestante pacífica. Vieron una señal de apoyo cuando Trump, durante un debate presidencial, les dijo a los Proud Boys: “Retrocedan y aguarden”.
El año pasado, una y otra vez aprovecharon las oportunidades generadas por la pandemia y el descontento social.
Todo terminó el 6 de enero en el movimiento “Stop the Steal” (“Detengan el robo”) en el Capitolio del país. Cuando miles de partidarios de Trump marcharon por la explanada nacional, entre ellos había simpatizantes de los grupos supremacistas blancos, miembros de milicias con insignias y los Proud Boys, de ultraderecha.
Era probable que el ataque al Capitolio se convirtiera en “un motor importante de violencia para un grupo diverso de extremistas nacionales violentos
No obstante, las represalias por los disturbios del Capitolio también podrían debilitarlos. Después de lo de Charlottesville, los dirigentes de la derecha alternativa se fracturaron en medio de un torrente de acusaciones, luchas internas y procedimientos judiciales. Hay demandas contra dos docenas de grupos y dirigentes nacionalistas blancos por su participación en ese ataque. Richard Spencer, uno de sus principales organizadores, mencionó que se ha visto muy afectado por las cuotas legales, que ha perdido los micrófonos que representan las redes sociales y que ahora se siente traicionado por sus antiguos aliados dentro del movimiento de la derecha alternativa.
Enrique Tarrio, líder de los Proud Boys, quien fue arrestado en Washington varios días antes del ataque al Capitolio acusado de llevar un cartucho de municiones no permitido y de quemar un estandarte de Black Lives Matter, ahora califica de error el ataque al Capitolio. Pero señaló que el movimiento de extrema derecha impulsado por Trump perdurará más allá de su presidencia.
El presidente Donald Trump finalmente se va, cuatro años que parecieron una eternidad para segmentos importantes de Estados Unidos y defensores de la democracia, del multilateralismo, de la libertad de expresión y de la ética, de los derechos humanos, de la salud pública y del medioambiente.
En sus 4 años en Washington, Trump demostró su carácter intempestivo y su forma ejecutiva de gobernar, sin importarle la pérdida de aliados y las múltiples controversias con el Congreso y su propio partido. Agilizó las medidas propuestas durante su campaña, por medio de órdenes ejecutivas. Solamente en sus primeros 100 días expidió 32.
No obstante, se va, pero qué país entrega el presidente Trump a Joe Biden y Kamala Harris. Sin sombra de dudas, un país volcado a una extrema derecha populista y peligrosa. Algo impensable hace unas décadas, la invasión del Capitolio el 6 de enero fue un divisor de aguas en la historia republicana de Estados Unidos. Jamás ninguno de sus antecesores había herido tanto, directa o indirectamente, los principios consagrados por la democracia norteamericana.
¡Está claro! A lo largo de su campaña y de su mandato, infortunadamente, Trump logró consolidar una polarización inusitada, un grupo de militantes del odio, dispuesto a pasar por encima de los cimientos históricos de la Casa Blanca para defender a un presidente o segmentos de su propio partido. Una amenaza interna explícita que el gobierno de Joe Biden y Kamala Harrys tendrá que manejar.
Sin embargo, Trump será recordado como el primer presidente de la historia de Estados Unidos sometido a un segundo proceso de impeachment. En este último juicio él es acusado “de incitar a la insurrección”.
En las últimas semanas, llama la atención la postura de los militares estadounidenses. No obstante, debido al contexto tan complejo, después del ataque al Capitolio y su impacto simbólico y real, parece que la alta cumbre militar sintió la necesidad de reiterar su misión y su postura históricamente apolítica ante sus filas y ante la opinión pública, por medio de un comunicado dirigido a miembros del ejército y firmado por los siete generales y por el almirante que conforman el Estado-Mayor, el cual afirmó que la violenta protesta en Washington DC el 6 de enero “fue un ataque directo al Congreso, al edificio del Capitolio y a nuestro proceso constitucional”.
Mientras tanto, la toma de posesión de Joe Biden y Kamala Harris contará con el mayor operativo militar en este país, después del 12 de septiembre de 2001, pero esta vez para contener a un enemigo interno: los millones de seguidores de Donald Trump que como él seguirán repitiendo que en las elecciones de 2020 hubo fraude y serán una piedra en el zapato del nuevo gobierno.