El Espectador

Proteger el ambiente no debería ser peligroso

- Editado por Comunican S.A. ©. Miembro: SIP, WAN, IPI y AMI © Comunican S.A. 2021, Todos los derechos reservados. ISSN 0122-2856. Año CXXXII. www.elespectad­or.com

GONZALO CARDONA MOLINA SE convirtió en el primer líder ambiental asesinado este año en Colombia. Era guía ambiental, guardián del loro orejiamari­llo, especie en peligro de extinción, y coordinado­r de la Reserva ProAves Loros Andinos, ubicada entre los departamen­tos de Tolima y Quindío. Tras ser reportado como desapareci­do, su cuerpo fue encontrado sin vida la semana pasada. Cuatro días después, Francisco Javier Vera, un activista de 11 años que captó la atención del país cuando intervino en el Congreso para exigir a los legislador­es una mayor conciencia ambiental, fue amenazado de muerte en Twitter por hablar de “ambientali­smo y dignidad”. Ambos casos auguran la prolongaci­ón de una estela de violencia que no parece dar tregua.

En 2019, según un informe de la ONG Global Witness, el país ocupó el segundo lugar en número de asesinatos de líderes ambientale­s en el mundo, con 24 casos. Solo éramos superados por Filipinas, con 30 homicidios. El año pasado, la misma organizaci­ón informó que el número de líderes asesinados casi se triplicó y Colombia asumió un vergonzoso primer puesto, al reportar 64 casos. Nada de lo que se ha hecho nos dice hoy que algo ha cambiado para esperar que la situación pueda ser diferente en adelante.

La tragedia es doble. Al dolor de las pérdidas humanas se suma la orfandad en la que quedan muchas causas ambientale­s y procesos de conservaci­ón. Durante los 20 años que dedicó a la protección del loro orejiamari­llo y a la defensa de la palma de cera, Cardona había sido amenazado por grupos ilegales. Ahora, con razón, otros líderes y miembros de la comunidad tienen miedo de las represalia­s por continuar su labor, como le dijo a la agencia EFE el director de conservaci­ón de ProAves, Alexánder Cortés: “Acabamos de cerrar la reserva que tenemos en el área donde asesinaron a Gonzalo, pero qué va a pasar con lo que hay allí, qué va a pasar con el oso, con las especies por las que nadie habla. Nos asusta estar allá porque fácilmente les pueden quitar la vida a otros guardabosq­ues”.

Detrás de asesinatos como este hay grupos criminales vinculados a actividade­s como el narcotráfi­co, la deforestac­ión y la minería ilegal, cuyos intereses económicos se ven obstaculiz­ados por quienes defienden los ecosistema­s y las especies amenazadas. La historia es demasiado conocida.

El caso de Francisco Javier Vera es igualmente angustiant­e. Tras publicar un video en Twitter, en el que pedía al Gobierno garantizar la conectivid­ad en todos los territorio­s del país para el regreso a clases virtuales por cuenta de la pandemia, recibió mensajes amenazante­s desde una cuenta anónima.

Si bien las autoridade­s reaccionar­on oportuname­nte para proteger al menor de edad e incluso el presidente Iván Duque se pronunció rechazando el hecho, queda en el aire una pregunta que se hizo una seguidora del menor en Twitter: “¿Qué dice de un país que un niño de 11 años sea amenazado por su liderazgo defendiend­o el medioambie­nte?”.

Colombia no puede seguir perdiendo a sus defensores a manos de la violencia. El precio de proteger nuestra biodiversi­dad no debe ser la vida.

‘‘Nada de lo que se ha hecho para proteger a los líderes ambientale­s nos dice hoy que algo ha cambiado para esperar que la situación pueda ser diferente en adelante”.

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