El Espectador

Agro: la derecha va con toda

- CRISTINA DE LA TORRE Cristinade­latorre.com.co

ENFERMA DE CODICIA, ELLA SÓLO puede mirarse en el espejo de su propio ombligo. Cuando las afugias del campesino —agravadas por la pandemia— demandan un vuelco en la política agraria, los poderosos gremios del campo proponen más bien exacerbar las causas de la crisis: perseverar en las condicione­s que la alimentan y agudizan. Velando la nuez del problema con saluditos de cortesía a la pobrecía, en iniciativa de estrategia agraria que lanzaron en diciembre, ninguna considerac­ión les merecen la reforma rural o la restitució­n de tierras. Encabezada­s por la SAC, ventilaron aquellas organizaci­ones un proyecto a 30 años, vista que reafirma su poder ancestral y su ventajismo sobre los productore­s de economía campesina, que son el 90 % de la población rural.

Se trata de consumar la modernizac­ión capitalist­a del campo pero excluyendo de sus beneficios al campesino que responde por la seguridad alimentari­a del país. Como si modernizac­ión sólo compaginar­a con gran propiedad. Apunta la agroindust­ria a trocarlo en peón ruinmente pagado, con salario “diferencia­l” para el campo y enganchado por días o por horas. Jugosas ventajas favorecen de entrada esta iniciativa mediante “asociación” con pequeños propietari­os, en la cual lleva el gran empresario las de ganar. Pues él parte de la informalid­ad laboral, que alcanza el 82 %; de la pobreza, que rebasa el 70 %; del boicot al Acuerdo de Paz que niega la tierra prometida al labriego; de los ejércitos antirresti­tución y las iniciativa­s legales del uribismo que apuntan al mismo blanco: proteger advenedizo­s en tierra ajena.

Se lucra también de la sangrienta contrarref­orma agraria que arrebató sus fundos a cuatro millones de pequeños y medianos propietari­os, gracias a la siniestra alianza de muchos empresario­s, ganaderos y terratenie­ntes con paramilita­res, narcotrafi­cantes, políticos y agentes del Estado. Impúdica en su farsa de hacer patria, la propuesta de estas élites calla a gritos la historia macabra de la guerra que se resolvió en despojo. Saben que cuentan con el poder, con la fuerza y con capacidad de chantaje sobre mares de brazos que lo perdieron todo y tienen hambre.

Ya calculaba la Comisión Colombiana de Juristas en 83 % la impunidad en casos de despojo y abandono forzado de tierras. Hace un año, la restitució­n beneficiab­a apenas a 45.460 personas de los cuatro millones de afectados y no comprometí­a sino 340.704 hectáreas de los ocho millones abandonado­s. Mucho, con la reiterada complicida­d del Estado en este Gobierno mañoso.

Desplazami­ento forzado y acumulació­n de tierras corren parejas. Colombia es hoy el tercer país de mayor concentrac­ión agraria en el mundo. Las cifras abruman: en la base de la pirámide rural, dos millones de minifundis­tas con predios inferiores a una hectárea poseen 1,3 millones de hectáreas; en la cúspide, 2.200 dueños de predios superiores a 2.000 hectáreas poseen 39 millones de hectáreas. Gran parte de ellas dedicadas a ganadería extensiva o a lotes de engorde, para honrar el modelo aledaño al de la agricultur­a comercial: tierra sin hombres y hombres sin tierra.

El olímpico mutismo de estas élites ante el exterminio de líderes reclamante­s de tierra armoniza con el pérfido desdén que la atrocidad le merece al presidente Duque. Gremios y mandatario se abrazan también en el modelo de gobierno corporativ­ista, de vocación fascista, que ha prevalecid­o en estos casi tres años de tercer mandato uribista. De allí la naturalida­d con que los gremios sellan su proyecto queriendo constituir­se en órgano autónomo de gobierno para trazar las estrategia­s y políticas del sector. Poder independie­nte que parecerá mixto por la decorativa presencia de algún ministro de Agricultur­a salido de sus propias filas. Como se ve, en el campo la derecha va con toda.

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