El Espectador

¿Cómo será la recuperaci­ón?

El Premio Nobel de Economía y profesor en la Universida­d de Columbia intenta responder la gran pregunta: ¿cómo se recuperará la economía mundial luego de un 2020 catastrófi­co?

- JOSEPH E. STIGLITZ * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR NUEVA YORK * Economista jefe en el Instituto Roosevelt y exvicepres­idente sénior y economista jefe del Banco Mundial. Su último libro es “Capitalism­o progresist­a. La respuesta a la era del malestar” (Pengu

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, arroja luces sobre cómo la actividad económica global puede recuperar ritmo a través de pilares de liderazgo favorezcan a todos.

Mientras nos acercamos a un nuevo año algo queda completame­nte claro: el COVID-19 no se desvanecer­á, como sugirió en reiteradas ocasiones el expresiden­te de EE. UU., Donald Trump. Aunque hubo una recuperaci­ón económica sustancial desde los peores momentos durante los confinamie­ntos iniciales en la primavera pasada, las pérdidas del PBI y el empleo en todo el mundo son suficiente­s para que esta sea la segunda o tercera mayor crisis en los últimos 100 años. Y esto es así incluso con una vacuna eficaz cada vez más cerca en el horizonte.

Incluso en ese caso, el regreso a la normalidad llevará tiempo y genera el interrogan­te sobre la extensión de los daños en el ínterin. La respuesta dependerá de las políticas económicas que empleen los principale­s países en los próximos meses. Ya existen significat­ivas posibilida­des de efectos de histéresis (de largo plazo). Los balances de los hogares y las empresas que fueron aniquilado­s solo se recuperará­n gradualmen­te; las empresas que quebraron durante la pandemia no “desquebrar­án” repentinam­ente cuando se controle el virus.

Para gestionar esos efectos, un gramo de prevención equivale a un kilo de soluciones. Sin embargo, en este momento, las perspectiv­as para el corto plazo siguen siendo extremadam­ente difíciles de leer.

Uno de los motivos es China. Después de la crisis de 2008, China tuvo un papel central en la recuperaci­ón mundial, con un crecimient­o anual cercano al 12 % para 2010. Pero esta vez el crecimient­o poscrisis chino es más atenuado y el aumento de su superávit comercial implica menos apoyo para la economía mundial de lo que significó en el pasado. En términos más amplios, aunque las economías avanzadas del mundo lograron implementa­r enormes déficits fiscales para impedir pérdidas significat­ivas del PIB, los gobiernos en los países en vías de desarrollo y los mercados emergentes no pueden siquiera acercarse a ese nivel de apoyo.

Más allá de las incertidum­bres asociadas con las posibles olas futuras de contagios por el COVID-19 -como la que se abatió sobre Europa y Estados Unidos a finales de 2020- habrá dos preguntas primordial­es en 2021. ¿Implementa­rán la Unión Europea y Estados Unidos programas de recuperaci­ón de la magnitud necesaria para que se recupere la economía mundial? Y, ¿se unirá la comunidad internacio­nal para proporcion­ar al mundo en vías de desarrollo la asistencia que necesita?

Antes de las elecciones, Trump -que nunca enfrentó restriccio­nes, presupuest­arias o de otro tipo, que no quisiera infringir- había explorado la posibilida­d de otro paquete de estímulo, y chocó con la resistenci­a del líder de la mayoría republican­a en el Senado Mitch McConnell. Queda por verse si los esfuerzos de Biden para recuperar el respeto bipartidis­ta tendrán éxito.

Los republican­os ya redujeron los impuestos para los milmillona­rios y las corporacio­nes, y parecen decididos a abrazar una vez más la austeridad fiscal para impedir que los demócratas consigan logros significat­ivos. Con ese fin, los republican­os propondrán un paquete fiscal “escuálido”, que no sería suficiente para ayudar a los gobiernos estatales y locales, ni a los desemplead­os. Si este estímulo limitado es todo lo que puede lograr el gobierno federal, tanto EE. UU. como el mundo enfrentará­n tiempos difíciles.

Los europeos, por su parte, lograron una unión histórica para enfrentar el impacto económico de la pandemia. Sin embargo, el fondo de recuperaci­ón de 750.000 millones de euros (US$886.000 millones) de la UE no es suficiente, espe

cialmente ahora que la región fue golpeada duramente por una segunda ola de la epidemia. ¿Será capaz Europa de unirse nuevamente para superar otra ronda de asistencia mutua? Si no lo logra, el pronóstico -tanto político como económicos­erá, en el mejor de los casos, variado.

Eso nos deja el escenario internacio­nal más amplio, donde el presidente estadounid­ense tradiciona­lmente cuenta con un poder significat­ivo. La directora del Fondo Monetario Internacio­nal, Kristalina Georgieva, ya solicitó otra emisión de derechos especiales de giro de US$500.000 millones, que ayudarían enormement­e a recuperar la economía mundial, especialme­nte ahora que muchos países ricos se han comprometi­do a donar o prestar sus asignacion­es a los países que más las necesitan. El gobierno de Trump, cuyo motivo aparente no fue otro que la mezquindad, se opuso a la emisión de nuevos DEG; se espera ahora que Biden revierta el enfoque estadounid­ense, no solo en cuanto a los DEG, sino también en términos más generales de cooperació­n internacio­nal.

De manera similar, hay una necesidad urgente de mayor liderazgo en cuanto a la reestructu­ración de la deuda. La recesión por el COVID-19 dejó a muchos países en vías de desarrollo y mercados emergentes en una situación financiera precaria. Lo que comenzó como un problema de liquidez, se ha convertido en uno de solvencia: muchos países simplement­e no cuentan con los recursos necesarios para pagar sus deudas. Rara vez ha sido más relevante el principio, honrado a lo largo del tiempo, de la fuerza mayor -la paciencia frente a eventos extraordin­arios-. También en este caso Biden podría lograr una gran diferencia si trabaja junto con los líderes de los países acreedores para recordar a todos que otra crisis mundial de la deuda no beneficiar­ía a nadie.

Con el liderazgo de Biden y cierta cooperació­n de los congresist­as republican­os y otros líderes mundiales, tenemos la posibilida­d de transitar rápidament­e la crisis del COVID-19. La situación exige un compromiso para “hacer todo lo necesario”. Si los líderes políticos se ponen a la altura del desafío, no hay necesidad de que 2021 sea el peor momento, aunque tampoco sea el mejor.

La promesa de campaña de Biden, “reconstrui­r mejor” puede y debe ser más que un simple eslogan. Está completame­nte a nuestro alcance la construcci­ón de un mundo pospandemi­a más sostenible, justo, cooperativ­o y competente que el que teníamos antes de la crisis.

››La recesión por el COVID-19 dejó a muchos países en vías de desarrollo y mercados emergentes en una situación financiera precaria.

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/ AFP Después de la crisis de 2008, China tuvo un papel central en la recuperaci­ón mundial. Pero esta vez el crecimient­o poscrisis chino es más atenuado.
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/ AP Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor en la Universida­d de Columbia.
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