Lecciones de la vacunación masiva en Israel
Gracias a su sistema de salud y a su capacidad logística, entre otros factores, Israel es hoy el país que más dosis de vacunas ha administrado a su población. El proceso puede ayudar a responder varias preguntas claves, aunque tiene un gran lunar: su indiferencia hacia los palestinos.
No hace falta que observe con mucho detalle el gráfico que acompaña este texto para percatarse de lo que está sucediendo en Israel. Hoy es el país que más dosis de vacunas contra el COVID-19 ha administrado a su población. Al 21 de enero había puesto 38 dosis por cada 100 habitantes (acumuladas), logrando alcanzar casi el 30 % , un registro mucho más alto que el que puede ostentar cualquier gobierno. .
“El milagro israelí” es la manera como lo han calificado algunos medios de comunicación. Desde que el 19 de diciembre ese país empezó a recibir las primeras vacunas de Pfizer/BionTech, los ojos de científicos han estado atentos a lo que allí sucede. Hay dos razones, principalmente. La primera es porque ese proceso ayudará a despejar varias preguntas sobre las vacunas. La segunda obedece a las enseñanzas que puede dejar un sofisticado proceso logístico.
Hay también un tercer motivo:
Israel ha decidido dejar por fuera de la vacunación a cerca de 5 millones de palestinos. Ser el protagonista de esa discriminación ha desencadenado muchas críticas de organismos internacionales. Esto viola los valores de la profesión médica, apuntaba hace unos días en The New York Times Mustafa Barghouthi, quien forma parte del Comité de Salud Palestino del COVID-19.
La clave del éxito
Cuenta el periodista Danny Zaken en Globes, uno de los principales periódicos de Israel, que entre las discusiones que estaban teniendo expertos y funcionarios del gobierno en torno a cómo acceder a una vacuna, surgió una idea: ofrecer datos a las farmacéuticas sobre el resultado de la vacunación mucho antes que otros países.
La idea, apunta Zaken, no cayó nada mal. Tras un consejo de seguridad nacional hecho en noviembre de 2020, se decidió que debía ser el mismo presidente, Benjamin Netanyahu, quien les planteara la opción a los directivos de los laboratorios.
Pfizer, que entonces ya repuntaba como el primero en tener lista la vacuna, escuchó a Netanyahu, que se enfrentará en marzo a una elección nacional. Luego consultó con la Organización Mundial de la Salud y con otras autoridades sanitarias. Decidió examinar el sistema de salud de Israel y quedó impresionado con la calidad de información de sus bases de datos.
Con todas las historias clínicas digitalizadas y un sistema que cubría a toda la población, parecía casi un hecho que Israel suministraría de manera rápida datos confiables sobre efectos secundarios, eficacia o el tiempo en el que alguien se demora en desarrollar anticuerpos. También sobre qué tanto puede proteger una sola dosis. Podrían discriminar la información según grupos poblacionales, edades o comorbilidades.
El acuerdo, de 20 páginas, fue firmado unos días después. En él quedó claro que el objetivo sería “determinar si se logra la inmunidad colectiva después de alcanzar un cierto porcentaje de cobertura de vacunación”. El precio y la cantidad de dosis que se venderían se mantuvieron ocultos, aunque algunos medios se han arriesgado a dar una cifra. The Guardian aseguró que pagaría US$62 por dosis.
“Lo que básicamente les dijimos a Pfizer, a Moderna y a los demás fue que si somos uno de los primeros países en empezar a vacunar, muy pronto estas empresas podrán ver los resultados. Es una situación en la que todos ganan”, resumió a la agencia Reuters Yuli Edelstein, ministro de Salud israelí.
Pero, ¿qué es eso tan atractivo de Israel? Uno de los puntos claves tiene que ver con una población no muy grande: 9,3 millones de personas concentradas en solo 22.145 km² (Colombia tiene unos 1.143 millones de km²). Eso les permite moverse de manera rápida entre una infraestructura desarrollada.
Sin embargo, el verdadero atractivo de Israel es su sistema de salud. En 2017, un equipo liderado por el profesor Mark Clarfield, del Medical School for International Health de la Universidad Ben-Gurion (Israel), explicó en un artículo publicado en The Lancet las virtudes y los desaciertos de un modelo que ya tenía unas sólidas bases cuando se estableció el Estado isrealí (1948) y que en 1995 había logrado asegurar el 95 % de su población.
El gran salto se había dado un año antes, cuando el Parlamento aprobó la ley nacional de aseguramiento en salud. Eludiendo muchos detalles, permitió que todos los residentes de Israel (legales, claro) tuvieran acceso gratuito a servicios de salud y a una “canasta” de medicinas y tecnologías que se actualiza de manera periódica (aunque deben, como en Colombia, pagar unos copagos).
Uno de los puntos de éxito reside, al parecer, en su esquema. Hay cuatro “organizaciones para el mantenimiento de la salud” (Health Maintenance Organization, HMO) que compiten por reclutar pacientes, lo cual los ha obligado a ofrecer buenos servicios. El otro punto esencial ha sido la digitalización de la información clínica de los pacientes, lo que ha facilitado identificar a quienes tienen mayor riesgo de contraer el virus y asignarles citas de vacunación.
A todo esto hay que añadirle otro par de estrategias. La primera tiene que ver con una campaña para incrementar la confianza en las vacunas y combatir a los grupos que no creen en ellas. La otra radica en evitar que se pierdan dosis de los lotes, así que, además de las personas mayores, han invitado a jóvenes a ir a los puntos de vacunación. Sencillamente, nadie quiere ser el último.
››Un punto clave ha sido la digitalización de la información clínica de los israelíes, lo que ha facilitado identificar a los que tienen mayor riesgo de contraer el virus.