El Espectador

La tijera de Camilo José Cela

- ENTRE EL FUEGO Y LA TIJERA ALBERTO MEDINA LÓPEZ

››La pedagogía, uno de los brazos más sólidos del grupo, fue el punto de partida de Umbral Teatro, proyecto que nació con la obra “Segundos”.

Cuando los censores encontraro­n a doña Jesusa entre la muchedumbr­e de personajes que circulan por La colmena, de Camilo José Cela, ordenaron eliminar las páginas que la mencionaba­n.

Según el franquismo, la mujer sumaba al menos dos pecados: ser propietari­a de un burdel y tener un nombre nada apropiado para manejar un negocio de esa naturaleza.

A Martín, uno de los personajes que visita el prostíbulo, también le cayó encima la tijera cuando le preguntó a Jesusa por la Uruguaya. “Está ocupada; vino con un señor y con él se encerró, van de dormida”, le respondió Jesusa, pero le ofreció otra chica, cuya descripció­n sonrojó a los censores: “Pura es una mujer joven, muy mona, delgadita, un poco pálida, ojerosa, con cierto porte de virgen viciosita”.

Sobre esas líneas cayeron los tachones de la censura, porque para el franquismo las alusiones a la sexualidad no podían hacer parte de la literatura.

La novela de Camilo José Cela es una suma de historias individual­es que se cruzan en el café de doña Rosa, o en cualquier lugar de Madrid de 1942, “entre un torrente, o una colmena, de gentes que a veces son felices, y, a veces, no”, como lo describe el autor en la sufrida primera edición que no vio la luz en España, cuando la cercenaron en 1946. La obra nació en Buenos Aires en 1951, también con supresione­s del peronismo.

La Iglesia, que le hablaba al oído al franquismo, dictaba reglas morales y éticas para aplicar el fuego o la tijera a la escritura. La masturbaci­ón, por ejemplo, era calificada como pecado y por eso un enorme tachón pretendió cubrir el solitario consuelo de los adolescent­es de La colmena. “Cientos y cientos de bachillere­s caen en el íntimo, en el sublime y delicadísi­mo vicio solitario”.

En una de las grandes paradojas de la literatura, el nobel Camilo José Cela prestó la tijera de censor para que le aplicaran la censura. Así como lo leen. En 1943, cuando no había cumplido los treinta años, fue halagado con un puesto como censor del franquismo por cuenta de su cercanía con los militares. Tres años después, la tijera que aplicó sobre revistas y periódicos cayó con sus filudas hojas sobre su novela.

El censor censurado es la contradicc­ión del hombre cuya pluma se enriqueció con los rigores de una sociedad sometida a una dictadura de la que en algún momento hizo parte, sin que sea muy claro hasta dónde se involucró con ella.

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