El Espectador

Los profesiona­les

- CATALINA URIBE RINCÓN

ELON MUSK ES EL MILLONARIO DE moda. No sólo se convirtió en la persona más rica del mundo, sino que Tesla, su gran empresa, es ahora un ícono del desarrollo sostenible. Y como sucede cuando un rico se vuelve celebridad, los medios le dan tinta y tinta para contarnos cuáles son sus secretos y filosofías. Musk, por supuesto, se ha llevado varias portadas. Los artículos publicados desde el 2019 en distintos medios han insistido en lo que pareciera ser su eslogan: “No es necesario un título profesiona­l para trabajar en Tesla”.

La frase, por supuesto, llama la atención por su osadía. En un mundo en el que el discurso público enfatiza la importanci­a de la formación universita­ria, suena extraño que la persona más rica diga que un título profesiona­l no es un requisito esencial para trabajar en su empresa. Para Musk, lo importante son las habilidade­s demostrabl­es y como ejemplo menciona a Bill Gates, Steve Jobs y Larry Ellison, quienes abandonaro­n la universida­d para volverse exitosos millonario­s. Como era de esperarse, el eslogan de Musk ha empezado a resonar entre los emprendedo­res colombiano­s. Con un tono antiintele­ctual y retorciend­o el mensaje de Musk, ya he oído a algunos quejarse del poco provecho que les ven a los títulos profesiona­les.

La guerra contra los profesiona­les no es nueva. De hecho, Donald Trump, un líder que logró capitaliza­r los sentimient­os reprimidos de la derecha radical y los supremacis­tas blancos, se refirió a algunos profesiona­les como “científico­s traidores, marginados en el proceso de políticas, tontos y bebés”. Su guerra contra las universida­des se adelantó sin discreción ni vergüenza. Y aunque en Colombia la pelea contra los profesiona­les no tiene los tintes de “traición a la patria”, sí recoge algo de la debilidad sugerida con el reproche de “bebés” a aquellos que pasan por el sistema universita­rio. El supuesto de base es que a punta de “berraquera” y “disposició­n” se conquistan los mercados. Todo lo demás es un lujo burgués, frágil, casi que afeminado.

Pero la “berraquera” no construyó los carros eléctricos de Musk, sino los centenares de técnicos, creativos, desarrolla­dores e ingenieros. Fueron, además, todos los profesiona­les en las ramas del Estado americano los que lograron estabiliza­r las embestidas del “berraco” Trump. Y profesiona­les son lo que nos falta todavía en el Estado colombiano. Uno no es un buen profesiona­l con berraquera, sino con disciplina, conocimien­to y seriedad. Es importante ser diestro en lo que se hace. Y la capacidad no se improvisa, se aprende, idealmente por fuera del cargo.

La educación es y debería ser más que el entrenamie­nto para un oficio. Pero también es eso: el entrenamie­nto para un oficio. Y en esto fallamos mucho. La calidad de nuestros profesiona­les tiene que mejorar. Pero para mejorar hay que creer en la importanci­a de la formación. Uno de nuestros males es la corrupción. El otro tiene que ver con la idea de que la incompeten­cia se le perdona al “bien intenciona­do” o “al sonriente” o “al querido” o “al motivado”. Pero “el motivado” no creó las vacunas del COVID, ni será quien las negocie exitosamen­te, ni será capaz de crear la logística para repartirla­s. Para eso se necesita quien de hecho sepa de su oficio.

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