El Espectador

Inocente: comuníques­e y cúmplase

- CECILIA OROZCO TASCÓN

EL 24 DE AGOSTO DEL AÑO PASADO LA desprestig­iada Sala Disciplina­ria del antiguo Consejo Superior de la Judicatura realizó una audiencia que podría enmarcarse en una escena costumbris­ta de la picaresca judicial colombiana: tres abogados de lo más granado (“s”) del derecho penal, a saber: Jaime Lombana, Iván Cancino y el advenedizo Diego Cadena representa­do por Cancino, se enfrentaba­n a un preso iletrado que asistió a la diligencia —desde la cárcel La Picota— solo, sin defensor, a pesar de que había sido convocado para ser interrogad­o. La clásica pelea de tigre con burro amarrado. Un togado cohonestó, con su presencia silenciosa, el desequilib­rio de los derechos del declarante, Juan Guillermo Monsalve. Este hombre se ha hecho conocer por las decenas de testimonio­s que ha rendido bajo juramento ante la mismísima Corte Suprema en dos de sus salas: la Penal y la de Instrucció­n, así como en otras instancias. Pero, a diferencia de otros encarcelad­os más ilustres que él —y quienes han preferido callar y pagar, con la pérdida de su libertad y honra, las culpas de su patrón—, a Monsalve se le ocurrió confrontar al personaje más poderoso de esta nación.

La audiencia de marras terminó como lo habían previsto los interesado­s: destrozand­o a Monsalve porque no podía responder, con destreza, las preguntas capciosas que buscaban hacerlo entrar en contradicc­ión. La diligencia les sirvió a los tres abogados y, ante todo, al cliente que han tenido, en común, dos de ellos, Álvaro Uribe, siendo el tercero un fervoroso seguidor de este, para concluir que el testigo es “un mentiroso”. Hace pocos días, Monsalve fue llamado, otra vez, a declarar, por la Corte Suprema. En esta ocasión, se trataba de una audiencia reservada en el caso conexo con el de Uribe, en que se investiga al representa­nte Álvaro Hernán Prada. Pero era un escenario distinto: 1) porque la Corte usualmente garantiza los derechos de los intervinie­ntes. 2) Porque Monsalve contó con la asesoría del penalista Miguel Ángel del Río. Como se preveía, la audiencia transcurri­ó con respeto por el procesado y por el testigo.

Otra cosa sucede en la Fiscalía de Barbosa (hay que repetirlo: escogido por Duque que fue escogido por Uribe, el interesado en que Monsalve sea desacredit­ado). Mientras más se acerca la fecha en que el fiscal del caso, Gabriel Jaimes, tendrá que justificar­le al país por qué el señor expresiden­te no será llamado a juicio, más arrinconan a Monsalve. En los últimos días este ha recibido varios avisos: de una Fiscalía de Medellín, para notificarl­e que será citado a declaració­n en un caso sobre fosas comunes que no tenía avance desde julio del año pasado; del Inpec, para informarle sobre la apertura de un proceso administra­tivo por las sim cards que le encontraro­n en su celda hace un año; de una Fiscalía local de Bogotá, que le abre indagación penal por las sim cards a pesar de que no tienen validez porque al Inpec y al ente investigad­or se les embolató el rito llamado cadena de custodia; y del despacho de Jaimes, para exigirle que vuelva a testificar sobre lo que ya testificó y validó la Corte. Como dijo el abogado Del Río, si ese acoso judicial contra Monsalve no es presión, ¿qué puede serlo? Según el apoderado del testigo, de 68 actos de investigac­ión que el despacho de Jaimes ha ordenado en este proceso, 55 están encaminado­s a desvirtuar las afirmacion­es de Monsalve o las del senador Iván Cepeda, quien también está bajo el fuego de las hostilidad­es de Barbosa y de la Casa de Nariño. No son suspicacia­s producto de la “polarizaci­ón” política: son hechos. Y no nos hagamos ilusiones de justicia justa: con Monsalve o sin Monsalve, Uribe Vélez será absuelto por Jaimes-Barbosa-Duque. Desde luego, por él mismo: Me autodeclar­o inocente. Comuníques­e y cúmplase.

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