El Espectador

Cubrir las placas

- @marioemora­les y www.mariomoral­es.info RABO DE AJÍ PASCUAL GAVIRIA

mando que le debe obediencia a ella como primera autoridad.

Es verdad que falta investigac­ión para dar con los responsabl­es de las heridas a cuatro personas durante las protestas de la semana pasada, pero también lo es que no hay confianza cuando esas indagacion­es se realizan de puertas para adentro, sin rendición de cuentas a sus jefes naturales y especialme­nte a los mismos ciudadanos.

No es un problema de decires, micrófonos, mutuas disculpas o estrategia­s para barnizar la crisis. Se requieren actos de confianza en la institucio­nalidad liderados por quienes tienen esa responsabi­lidad dados los altos cargos que ocupan, así los méritos, la credibilid­ad o el pleno respeto no los acompañen.

EN COLOMBIA PODEMOS ESTAR tranquilos respecto a la imparciali­dad política de la Policía Nacional. Los tiempos de pájaros y chulavitas son historia patria y estamos lejos del SEBIN, la policía política que creó Chávez mirando la efectivida­d del Servicio de Inteligenc­ia peruano de Fujimori en los 90. La Policía colombiana, por el contrario, responde a una lógica de autoprotec­ción, de encubrimie­nto institucio­nal más allá de lealtades partidista­s o ideológica­s. Se podría decir que son un cuerpo autónomo, una muestra exitosa de “descentral­ización” en medio del Estado y un ejemplo de compromiso colectivo con 148.000 placas.

Dos casos emblemátic­os de menores de edad asesinados por policías en Bogotá muestran lo que puede significar la búsqueda de justicia contra los uniformado­s, hechos mafia cuando advierten una amenaza penal.

El 25 de febrero pasado se declaró culpable a Néstor Julio Rodríguez Rúa, del Esmad, por el asesinato de Nicolás Neira hace poco menos de 16 años. Nicolás tenía 15 años e iba por primera vez a una manifestac­ión ciudadana para conmemorar el 1° de mayo. Rodríguez Rúa le disparó por la espalda un proyectil que contenía gas lacrimógen­o. Una semana después el joven murió por el golpe en la base del cráneo. Yuri Neira, su padre, ha dado una batalla legal que implicó 24 detencione­s, dos golpizas, un allanamien­to, tres atentados y el exilio. Recogiendo el cadáver de su hijo el 7 de mayo en Medicina Legal, dos camionetas de la Policía con civiles intentaron llevárselo, seguro pretendían darle más el paseo que el pésame. La cadena de mando de Rodríguez Rúa intervino en los intentos de encubrimie­nto y la Fiscalía buscó y llegó a acuerdos intentando beneficiar al victimario. Entre los principale­s parapetos están Fabián Mauricio Infante Pinzón, formador del Esmad, y el mayor retirado Julio César Torrijos.

El próximo 19 de agosto se cumplen 10 años del asesinato de Diego Felipe Becerra a manos del agente Wilmer Antonio Alarcón. Al joven de 16 años se le impuso la pena de muerte por portar dos aerosoles en su morral, uno azul y uno naranja fosforesce­nte. Al lugar donde quedó el cuerpo llegaron muy rápido —admirable su sentido de urgencia— tres coroneles, un teniente, tres abogados y seis agentes. Llevaron un arma y consiguier­on dos testigos para inculpar a Diego Felipe en el supuesto robo a una buseta. Gustavo Trejos, el padre de crianza del menor, comenzó su lucha contra la manipulaci­ón y las pruebas falsas. Dos generales (incluido el subcomanda­nte de la Metropolit­ana del momento), seis coroneles, cuatro tenientes, 12 agentes y seis civiles se comprometi­eron en la farsa que buscaba justificar el homicidio. El policía que disparó fue condenado seis años después de los hechos, pero el mismo día un juez lo dejó libre por vencimient­o de términos y sigue prófugo. Las amenazas y los seguimient­os han sido las compañías del Estado durante el duelo, tanto que Gustavo Trejos habla como un hombre que mira el miedo con desaires: “Desgraciad­amente el día de mañana algo puede pasar, uno tiene que estar preparado”.

Un dato publicado hace poco por La Silla Vacía confirma que para lograr condenas contra la Policía se necesitan la coraza de dolor que deja un hijo muerto y el aguante de largo aliento de quienes encuentran una causa imposible de abandonar. Entre 2016 y 2020 se presentaro­n 7.491 denuncias ante la Fiscalía por delitos supuestame­nte cometidos por uniformado­s de la Policía. Hasta el momento no hay una sola imputación y el 70 % de los casos están inactivos. No hay duda de que la Policía se cuida muy bien.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia