Kamala
Este nombre, tan raro para nuestra cultura pero últimamente tan familiar por los acontecimientos derivados de la política electoral norteamericana, es el de la actual vicepresidenta de Estados Unidos, quien llegó a tan alta magistratura por sus cualidades innatas, resultado del fruto del matrimonio entre un jamaiquino y una mujer de origen indio. Esta singularidad le permitió a Kamala Harris aprender desde su más tierna infancia lo que significa formarse entre una cultura afrocaribeña y otra tamil —pueblo del sudoeste de la India—, integradas a los valores de la cultura norteamericana, donde nació y se formó académicamente. Ahora es conocida en el mundo entero y su mérito está lejos de la casualidad o del oportunismo, mucho menos del padrinazgo de algún potentado.
Su primer nombre, Kamala, proviene del sánscrito y significa “loto”, planta que abunda en las orillas del Nilo. Su segundo nombre, Devi, significa “diosa”. Mujer estudiosa, recibió la disciplina de su padre, economista ilustre y profesor universitario; pero sobre todo se formó al amparo de su madre, científica —dedicada a la investigación del cáncer de mama— y profesora universitaria, quien decidió que sus hijas se educarían dentro de los valores de la raza negra, sin olvidar sus raíces asiáticas.
La trayectoria académica de Kamala Harris es maravillosa. Estudió Ciencias Políticas, Economía y Derecho, carreras que le ofrecieron un panorama amplio de la vida ciudadana de los Estados Unidos y del mundo, y una capacidad crítica que siempre la situó en los primeros lugares de su ejercicio profesional, donde ha brillado por su talento y sus decisiones éticas. Los cargos que ocupó antes de la Vicepresidencia fueron intachables y, con seguridad, el actual no será la excepción. Su futuro se proyecta brillante y con amplias posibilidades de ocupar la Presidencia de la primera potencia del mundo. Un verdadero ejemplo de vida pública para mujeres y hombres que desean tener un lugar. Un importante referente para todos.
Ana María Córdoba Barahona