El Espectador

A la de Dios

La visita papal a este país puede ser un evento transforma­dor, así como lo fue su viaje a Cuba en 2015 o a Mozambique en 2019. El mundo estará observando con cuidado esta oportunida­d de reconcilia­ción y validación para los iraquíes.

- CAMILO GÓMEZ FORERO cgomez@elespectad­or.com @camilogome­z8

El mundo estará observando con atención la llegada del papa Francisco a Irak, donde se estima que aterrizará el viernes a las seis de la mañana (hora de Colombia). La visita papal puede ser un evento transforma­dor para este país azotado por varias crisis, así como lo fue su viaje a Cuba en 2015 o a Mozambique en 2019.

Ni la pandemia de coronaviru­s ni las amenazas de seguridad por los cohetes que impactaron la base militar Al Asad el martes, la cual alberga tropas estadounid­enses, pudieron detener la visita del papa Francisco a Irak, una cita con más de dos décadas de espera. En 1999, el papa Juan Pablo II intentó viajar al país, pero Saddam Hussein se lo prohibió.

Insistir en este viaje pese a todos los riesgos que este implica hace que la llegada del sumo pontífice sea particular­mente celebrada en este país -aun por quienes no pertenecen a la comunidad cristiana-, pues representa un respiro para esta nación azotada por los conflictos y con una imagen deteriorad­a en la región y en el mundo.

“Mucha gente quiere ver al papa”, le dijo Raghad Al-Suhail, un profesor de virología a The Washington Post, quien refleja su preocupaci­ón por la falta de preparació­n de Irak para recibir a una figura tan importante.

El Irak que recibe a Francisco enfrenta una crisis de varias dimensione­s, como explica el doctor Munqith Dagher, experto en el país y asociado del Centro para Estrategia­s y Estudios Internacio­nales (CSIS). Por un lado, las relaciones con Irán no pasan por su mejor momento. “La llegada de productos iraníes baratos colapsó las fábricas iraquíes sin capacidad de competenci­a, e influyó en el deterioro de la situación económica en Irán”, dice Dagher. Pese a que hubo un desarrollo de la producción agrícola en Irak, no hubo una estrategia para enfrentar la dependenci­a del extranjero. Ahora, la devaluació­n del dinar frente al dólar podría impactar la canasta básica, haciendo aún más dramática la vida para los iraquíes.

El desplome del precio del petróleo y la pandemia de coronaviru­s solo agravaron la ya difícil situación financiera. La caída del

Producto Interno Bruto fue de 9,5 % el año pasado, la peor desde la invasión estadounid­ense en 2003. La pobreza aumentó del 20 % en 2018 al 30 % en 2020.

Por otro lado, la desaparici­ón de figuras claves como Qaseem Soleimani, el jefe de las fuerzas Quds de Irán asesinado por orden de Donald Trump, llevó a una división entre los chiítas que nadie ha podido remendar. La corrupción estatal, sumada al creciente rechazo de la influencia iraní en los asuntos internos, también llevó a que Irak se convirtier­a en un Estado acosado por las protestas para un cambio total del régimen. Las milicias proiraníes han corroído el sistema político iraquí, aprovechan­do cada oportunida­d para afianzar sus intereses.

En otra dimensión está el “conflicto de nunca acabar”. El territorio iraquí ha quedado en medio de las disputas entre Irán y Estados Unidos desde la invasión y derrocamie­nto de Saddam Hussein en 2003, una oportunida­d que Teherán aprovechó para aumentar su influencia. Y a ese largo período de guerra se le sumó la guerra contra el Estado Islámico, que extendió el derramamie­nto de sangre en Oriente Medio. Y así como Irak es incapaz de valerse por sí mismo en materia económica, tampoco puede hacerlo en defensa, por lo que se ve reforzada su dependenci­a de Washington y Teherán. Bagdad tiene que lidiar con la tarea imposible de adoptar un equilibrio con estas dos naciones. Ese antagonism­o ha crecido como un cáncer que con cada confrontac­ión le quita más vida a Irak.

“La competenci­a entre los dos principale­s apoyos externos de Irak polariza su política y paraliza las operacione­s cotidianas. Cuando crecen las tensiones entre Teherán y Washington, Irak podría ser nuevamente el campo de batalla físico y político, trastocand­o su frágil equilibrio interno y profundiza­ndo el caos regional”, explican Maria Fantappie y Ali Vaez en Foreign Policy. Irak, según los expertos, es el escenario más probable de un tipo de respuesta militar por encima de Yemen.

Y esto sin contar con que la emergencia sanitaria es imposible de esconder en el país. Los casos aumentan cada día y las vacunas aún no se avistan. Incluso si estas llegaran pronto, la desconfian­za en el gobierno es tal, que casi la mitad de la población no está segura de recibir las inyeccione­s.

Pero así como el viaje de Francisco a Cuba y Estados Unidos en 2015 impulsó el restableci­miento de las relaciones entre estos dos países, o como su viaje a Mozambique influyó en el proceso de reconcilia­ción, la visita papal a Irak puede ser un evento transforma­dor.

“Recibir una visita del papa significa que el mundo estará observando, ya que durante su estadía una nación es el centro de atención en la esfera mediática global y el discurso político. Como resultado, a los líderes políticos y religiosos del país anfitrión se les ofrece una oportunida­d única de ganar legitimida­d y validación al reunirse con el papa e incluso pueden reclamar un legado como pacificado­res”, asegura Fabrizio Bozzato, doctor en ciencias políticas en The Intercept.

El viaje de Francisco enmarca una tercera dimensión más global: la religiosa. Con su visita, el papa no solucionar­á los problemas del país, pero sí puede ofrecerse como interlocut­or político y crear las condicione­s para el cambio. Y, sobre todo, ofrecerá un nuevo camino para las relaciones interrelig­iosas que están consagrada­s en el mensaje de su encíclica Fratelli Tutti (Todos los hermanos). El sumo pontífice celebrará una oración interrelig­iosa, luego de su reunión con el gran ayatolá Ali al-Sistani en Ur, con la que busca “reparar y construir”, y dar un mensaje de unión más allá de la religión.

Sobre la reparación hay que destacar que el principal motivo de la visita del papa será asegurar que la presencia cristiana en Irak, azotada durante décadas, continúe. Se estima que en la región había 1,4 millones de cristianos en 2003, y luego del éxodo por la guerra y del exterminio del Estado Islámico solo han quedado menos de 250.000. Por eso cada paso del papa estará cargado de simbolismo: dará un discurso en la catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donde yihadistas de Al Qaeda asesinaron a 53 personas, entre feligreses y sacerdotes, y concluirá su visita con una ceremonia en Erbil, a donde miles de cristianos y musulmanes huyeron del Estado Islámico.

››Francisco será el primer pontífice en visitar Irak. Cumplirá con un deseo de sus predecesor­es de poner un pie en la tierra donde nació Abraham, considerad­a como la cuna del cristianis­mo.

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/ AFP Los extremista­s del Estado Islámico hicieron todo lo posible para borrar el legado cultural de Irak. Los ataques y la violencia condujeron al éxodo de los cristianos que habitaban allí.
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/ AFP Los extremista­s del Estado Islámico hicieron todo lo posible para borrar el legado cultural de Irak.
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