Incompetencia
SE NECESITARÍA MUCHA MISANtropía para desear que al Gobierno le fuera mal con la implementación de su programa de vacunación. Así que es tentador escuchar a los funcionarios que insisten en que confiemos en el plan y en las gestiones que se vienen realizando, y que no critiquemos por criticar.
Pese a eso, las cifras simplemente no son alentadoras. A 28 de febrero, el 0,26 % de los colombianos había recibido por lo menos una dosis de la vacuna, frente al 3,08 % de los habitantes de Suramérica, 3,14 % de la población mundial, 7,5 % en la Unión Europea y 22,7 % en los Estados Unidos. Se puede ir de comparación en comparación —y, en realidad, de excusa en excusa— para encontrar contrastes favorables con otro país. Ojalá las cosas cambien. Pero, en últimas, cualquier intento de destacar la labor del Gobierno frente a la de otros países es pensar con el deseo. Toca caer en el absurdo, como hablar de que recibimos las vacunas al mismo tiempo que Nueva Zelanda (país que, gracias a la admirable respuesta de su gobierno, ha podido mantener las muertes por COVID-19 en menos de seis por millón de habitantes, frente a las 1.174 registradas en Colombia), para concluir que nuestros gobernantes han hecho bien su trabajo.
Vacunar a todos los colombianos tan rápido como sea posible no es una meta partidista, no es una medida frente a la cual izquierda y derecha tengan opiniones encontradas. Es una meta nacional en la cual todos coincidimos, y la incompetencia del Gobierno —encabezado por un presidente que le dedica buena parte de su día a producir y presentar un programa de televisión que jamás prosperaría como empresa comercial— se hace patente en este, el más visible de sus fracasos.
Quién sabe si las próximas elecciones presidenciales las gane la derecha, la izquierda o alguno de los centros, pero esperemos, por el bien de todos, que las gane alguien competente.