El Espectador

Estrato 26

- ADRIANA COOPER

EN EL MUSEO DE LA INOCENCIA, LA novela de Orhan Pamuk que cuenta una historia de amor entre Kemal, un joven de la llamada “burguesía” de Estambul, y Füsun, una pariente lejana y de otra condición económica, aparece esta frase: “En Europa, los ricos son lo suficiente­mente refinados como para actuar como si no fueran ricos. Así es como se comporta la gente civilizada. Si me preguntas, ser culto y civilizado no se trata de que todos sean libres e iguales; se trata de que todos sean lo suficiente­mente refinados como para actuar como si lo fueran. Entonces nadie tiene que sentirse culpable”.

Esta reflexión literaria saltó de alguna esquina de recuerdos, a propósito de una noticia conocida hace unos días según la cual varias personas en una ciudad colombiana se saltaron la línea para la vacuna contra el COVID-19; aunque la investigac­ión no ha concluido, existe la sospecha que entre ellos hay algunas personas con buen poder adquisitiv­o para lograrlo.

Además de sacar a la luz aquello que está débil o fuerte, la pandemia ha afianzado las brechas de inequidad entre las personas y también ha generado un debate: ¿deben o pueden los estratos (sistema creado en Colombia para definir el pago de servicios públicos o el valor de los inmuebles) más altos pagar por el costo de la vacuna? ¿Puede vacunarse una persona si tiene el deseo y puede asumir el costo? El tema generó debates desde el año anterior debido a un punto constituci­onal: exigir el pago a algunos grupos va en contra del principio de igualdad en el acceso a la salud y fortalecer­ía las diferencia­s económicas y culturales existentes.

A raíz de este debate y del texto recordado al comienzo, surgen varias preguntas: ¿es posible escribir una historia actualizad­a de los ricos en Colombia? ¿Quién se considera como tal? ¿En qué se diferencia­n los nuevos herederos surgidos con dinero ilegal de aquellos que han consolidad­o sus fortunas con inteligenc­ia, herencias ancestrale­s o capital honesto? ¿Cómo se han involucrad­o en la sociedad, cómo han aportado y qué rol tienen en el futuro por venir? ¿Cuál es su responsabi­lidad social?

En ciudades como Medellín y como herencia oscura de los días turbulento­s, para algunos la costumbre es viajar en un carro ruidoso, comprar un apartament­o en un edificio cuyas obras de construcci­ón enloquecer­án de ruido a los vecinos durante meses, tratar mal a los profesores de los hijos cuando no siguen su voluntad o dañar la vida de quien da un no como respuesta y no está dispuesto a venderse por su dinero o voluntad.

Para otros, comportars­e como rico es soñar con un Parque del Japón en lugar de Parques del Río o tomarse una foto con una chimenea de fondo para borrar el pasado humilde que ya no es vendedor.

Para otros, su honor será cantarle al mundo su fortuna ganada y hablar mal de todo aquel que la haya tenido desde la cuna. También hay otros ricos que se enorgullec­en de su lejanía con la ciudad: no visitan un museo, no viajan en metro, no conocen una biblioteca pública y no pertenecen a ninguna comunidad. Y están aquellos que usan los regalos recibidos para crear empleo, ayudar a otros y a la ciudad, trabajar en grupo y acabar con un mal existente que ha revelado la pandemia y que es muy común en el estrato 26 soñado por algunos: la individual­idad.

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