El Espectador

Incertidum­bre ciudadana por contratos de vacunas

- FERNANDO GALINDO G.

EN RECIENTE ARTÍCULO “FUTUROS escenarios para la pandemia de COVID-19”, David Skegg y colaborado­res afirman que “las solas vacunas, a no ser que logren cobertura amplia de la población, que ofrezcan protección de largo alcance y sean efectivas en prevenir tanto la trasmisión del virus como la enfermedad COVID-19, no terminarán la pandemia”.

Previament­e, Oliver J. Wouters y coautores, publicaron el ensayo “Desafíos para asegurar el acceso global a las vacunas COVID-19: producción, accesibili­dad financiera, designació­n global y distribuci­ón”, donde enfatizaro­n que estas cuatro dimensione­s de las vacunas están interrelac­ionadas y que las etapas del desarrollo y la producción tienen implicacio­nes importante­s para los precios y la confianza pública. Diseñaron una tabla destacando las caracterís­ticas de las 26 vacunas más reconocida­s, comparando grados de eficacia, regímenes de dosis, requerimie­ntos de almacenami­ento y transporte, precios, capacidad de producción para 2021, y reservas para países de ingresos bajos y medios.

En la casilla correspond­iente a producción, evalúan la autorizaci­ón emitida por las agencias farmacéuti­cas rigurosas, como la FDA, la EMA (Agencia Europea de Medicament­os) y la OMS, señalando que AstraZenec­a-Oxford, BioNTech-Pfizer, Gamaleya, Moderna y Sinopharm-Beijin Institute satisfacen ese criterio. La de Johnson & Johnson fue autorizada por la FDA después de la publicació­n citada.

Respecto a la eficacia, les asignan los siguientes valores: AstraZenec­a: 62 %, Pfizer: 95 %, Johnson & Johnson: 66 % (The New York Times, el 27 de febrero, reportó eficacia del 72 %), Moderna: 94 % y Sinovac: 50 %.

En la casilla de accesibili­dad financiera, listan los siguientes precios: AstraZenec­a: US$5, Pfizer: US$14, Johnson & Johnson: US$9, Moderna: US$31 y Sinovac: US$21.

En la designació­n global, las vacunas mencionada­s están considerad­as en el mecanismo Covax (a excepción de Moderna); además, informan porcentaje­s de entrega, según los convenios de precompra, que algunos gobiernos anticiparo­n a tiempo.

En el aparte de distribuci­ón, enumeran las dosis requeridas y las temperatur­as de transporte y almacenami­ento.

A más de un año del inicio de la pandemia, se ha evidenciad­o mundialmen­te la persistenc­ia de secuelas en individuos que fueron positivos y sintomátic­os en algún momento o, repetidame­nte, por COVID-19. Esa condición ha sido identifica­da como “covid prolongado”. Padecen síntomas de fatiga, sensación de insuficien­cia respirator­ia, cefalea, niebla mental (amnesia), pérdida de memoria y pérdida del olfato y del gusto. La OMS ha pedido a los investigad­ores buscar alternativ­as para el tratamient­o de estos pacientes. En Inglaterra, algunos afectados han reportado mejoría con la aplicación de la vacuna anti-COVID-19. El doctor Tim Spector, del King’s College de Londres, inició el seguimient­o a 600.000 pacientes para determinar ese efecto benéfico de las vacunas. Se ha interpreta­do que la infección del virus altera la respuesta inmune del afectado, originando la inflamació­n de los órganos, a largo plazo. La vacuna podría reprograma­r la respuesta inmune de los infectados, mejorando la sintomatol­ogía.

En ese contexto, es trascenden­tal que la eficacia considerad­a por las agencias sanitarias estrictas debe ser el criterio de los gobiernos al selecciona­r las vacunas para sus ciudadanos, por cuanto el covid prolongado es también objeto de la salud pública.

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