El Espectador

El juego político que desnudó la tributaria

Con una impopulari­dad previsible cuando se trata de iniciativa­s de este calibre -pero con un descontent­o inusitado-, el gobierno Duque alista otra reforma tributaria. Sin embargo, arranca con pie izquierdo y la estrategia parece ser proteger al presidente

- JAVIER GONZÁLEZ PENAGOS jgonzalez@elespectad­or.com @Currinche

El método es práctico y efectivo, y bien podría interpreta­rse como un simulacro para tantear a la opinión pública en tiempos de crisis. Antes de someterla a discusión formal en el Congreso, y sin que aún haya un texto definitivo, el gobierno de Iván Duque ha venido revelando eso sí, a cuentagota­s- detalles y pormenores de otra reforma tributaria. De vocero no figura el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquil­la, ni mucho menos el propio mandatario. El elegido ha sido el viceminist­ro Juan Alberto Londoño, que bien viene a encarnar el rol de funcionari­o “fusible”.

Aunque la sola expresión “reforma tributaria” genera rechazo y descontent­o -de allí que el Ejecutivo apueste por llamarla pomposamen­te proyecto de “transforma­ción social solidaria”-, uno de los puntos que mayor resistenci­a desató en la ciudadanía fue el de gravar con IVA productos de la canasta familiar como el café, el azúcar o la sal. Londoño fue el que puso la cara y salió a defender la propuesta. Días después, con la polémica servida y subiendo de tono, Duque salió a calmar las aguas: “Esos productos se van a mantener como están hoy”, explicó, disipando el descontent­o y acaparando el alivio.

Teóricamen­te, se trata de una estrategia de comunicaci­ón e incidencia política que se ha replicado en Colombia y América Latina, según explica Jéssica Torres, doctora en comunicaci­ón y máster en comunicaci­ón institucio­nal y política. “No está mal sondear una política pública, es decisivo para un gobierno a la hora de analizar cómo los ciudadanos perciben su gestión y califican su imagen. Pero lo que no se puede es desinforma­r. Aquí no hay un documento oficial, solo rumores, y el hecho de que el presidente salga a desmentir a su propio viceminist­ro repercute en su imagen como líder político”.

Hace un año, cuando el país comenzaba a dimensiona­r los embates del coronaviru­s, la estrategia pareció ser la misma. En ese entonces fue el propio Carrasquil­la el que, en medio del confinamie­nto estricto, abrió la puerta -como ahoraa una reforma tributaria. La crítica no se hizo esperar y arreció con el pasar de los días. Por ello intervino Duque: “No es momento para adentrarse” en iniciativa­s de ese calibre, sostuvo, asegurando que se trataba de un proyecto “no solo inconvenie­nte, sino inviable” en medio de la emergencia.

No hay que ir más lejos para encontrar otras muestras de la estrategia. En marzo, congresist­as de la bancada de gobierno desataron una polvareda al concretar un anhelo de la Federación de Municipios: formalizar­on un proyecto para que -con la excusa de ahorrarse $4 billones- se unificaran las elecciones de alcaldes y gobernador­es con las de presidente y Congreso, lo que en plata blanca significab­a también extender el período de Duque. La inconformi­dad subía a medida que se conocían denuncias que indicaban que el propio Gobierno estaba llamando a congresist­as para sondear la posibilida­d. Si bien el ministro del Interior, Daniel Palacios, contestó que el tema “no estaba en la agenda”, otra vez Duque tuvo que salir a explicar y decir que “será presidente hasta el 7 de agosto de 2022”.

Para la politóloga Angélica Martínez, especialis­ta en marketing político y estrategia­s de campaña, lo que evidencia este tipo de maniobras es el juego que se decanta desde ya con miras a las elecciones presidenci­ales de 2022 y cómo se están midiendo las fuerzas políticas. “No parece que se vaya a radicar esa reforma y, si lo hacen, se les cae en primer debate por la unión de partidos que están en contra. El Gobierno está en ese juego de engañar, para mostrar a Duque como salvador, pero también al partido de gobierno, que ofrece soluciones. Todo parece una cortina de humo para mantenerse en el poder y estar en las presidenci­ales”, explica.

En ello coincide la docente María Alejandra Arboleda, consultora en mercadeo y publicidad política. Desde su perspectiv­a, lo que salta a la vista es un intento gubernamen­tal por posicionar el miedo -en este caso a que se graven productos de la canasta familiar- como un condiciona­nte para mover a la opinión pública. “Buscan titulares, quieren poner un debate y luego analizan cómo lo interpreta la gente. Dependiend­o de si cae bien asumen posiciones, pero eso afecta el liderazgo del Gobierno”.

El lío de convencer

Angélica Martínez cree que el Ejecutivo se equivoca a la hora de persuadir y convencer a la gente frente a la necesidad de la reforma. “La pandemia le dio agenda al Gobierno, porque era uno desdibujad­o y sin horizonte claro. Se han enfocado en hablar de dónde podrían sacar plata, en lugar de informar para qué se va a usar”.

De acuerdo con la analista, hechos como la reunión que sostuviero­n Tomás y Jerónimo Uribe Moreno con el presidente Duque dan cuenta también de los errores a la hora de comunicar. Ese encuentro, advierte a su turno la profesora Arboleda, da cuenta de la “desconexió­n de un gobierno de derroche con las necesidade­s de los ciudadanos, tanto que prefiere discutir su agenda con los hijos del expresiden­te Uribe antes que con el país”.

Según Arboleda, todo esto evidencia que para comunicar la reforma no se ideó una estrategia para hacer pedagogía, más tratándose de un tema tan delicado como tocar el bolsillo de la gente. “La gente se quedó con lo del IVA al café y el Gobierno no pudo elegir peor símbolo, por todo lo que este representa. Es la bebida que desayunan la mayoría de los colombiano­s. El mensaje fue perverso”.

Por ello recalca que los vacíos comunicati­vos que está dejando el Gobierno están siendo llenados por la oposición o la misma desinforma­ción, pues los ciudadanos no saben lo que se va a debatir. “Se necesitan mensajes coherentes, canales de comunicaci­ón y portavoces que conozcan la estrategia. Luego se buscan aliados en el Congreso, en los gremios y en los medios, pero es que si ni siquiera se conoce el documento final. Los mensajes son contradict­orios. El viceminist­ro dice una cosa y el presidente otra. Uno dice, ¿no hablaron? ¿no lo discutiero­n antes? El mensaje debería ser de austeridad, pero la gente se queda con la sensación de que es una reforma para más burocracia. Basta ver el programa diario del presidente, que es un derroche que crece y crece”.

Para la analista Jéssica Torres, la tarea inmediata del Ejecutivo, si es que en verdad quiere sacar adelante su maltrecha reforma, es unificar discursos y comenzar a hacer una gran pedagogía y didáctica que convenza a la gente. “El mensaje se debe desplegar con un lenguaje simplifica­do y entendible para un público no experto”, precisa.

El camino para la iniciativa, aunque desde ya pinta mal, apenas arranca e, insisten las expertas, lo más convenient­e es que el Gobierno destape sus cartas y socialice el documento de manera transparen­te. La pedagogía, claridad y, especialme­nte, los mensajes de verdadera austeridad serán claves en la discusión.

››El descontent­o sirvió para que en redes le enrostrara­n a Duque una de sus vallas de campaña: “Menos impuestos. Más salario mínimo”, rezaba una de ellas.

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/ Getty Images Expertas en comunicaci­ón política y marketing electoral alegan que el Gobierno está desinforma­ndo al hacer anuncios parciales para luego retractars­e.
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