El Espectador

Pobreza japonesa

- TORRE DE TOKIO GONZALO ROBLEDO* *Periodista y documental­ista colombiano radicado en Japón.

El diario Asahi Shimbun, uno de los de mayor circulació­n en Japón, publicó en la portada de su edición vespertina del pasado 29 de marzo un extenso artículo titulado “Pobreza y cuentas bancarias conectadas a través del celular”, basado en una entrevista telemática con el director del Departamen­to Nacional de Planeación (DNP) de Colombia, Luis Alberto Rodríguez. Tras explicar el programa de inclusión financiera Ingreso Solidario, y destacar que en “solo tres semanas” logró entregar los subsidios, el artículo hizo referencia a los 1.700 millones de adultos del mundo que carecen de cuenta bancaria, la mayoría en países en desarrollo, el 56 % de los cuales son mujeres.

Firmado por su correspons­al en São Paulo y publicado en una serie sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el informe me remitió de inmediato al creciente y poco divulgado problema de la pobreza en Japón. La tercera economía del mundo tiene estadístic­as parciales sobre sus ciudadanos desamparad­os, debido, según algunos analistas, a que muchos japoneses evaden esas encuestas por el estigma asociado a depender de ayudas sociales.

“Pobre”, según el Instituto Nacional de Investigac­iones sobre la Población y la Seguridad Social de Japón, significa: vivir con menos de la mitad del ingreso medio mensual”; es decir unos 85.000 yenes (US$766 por mes). El salario mínimo en Japón ronda los US$1.400. El universita­rio promedio que vive solo deberá contar con unos US$500 para vivienda, US$250 para alimentaci­ón y unos US$100 o más para transporte.

Desde el estallido de la burbuja económica del siglo pasado, pasando por la crisis de Lehman Brothers, en 2008, y el triple desastre de terremoto, tsunami y accidente nuclear de 2011, cada vez más corporacio­nes japonesas apoyan la abolición del sistema de empleo vitalicio —que imperó a lo largo del siglo XX—, y la precarieda­d laboral está cada vez más implantada.

Con la pandemia, un gran número de mujeres que sobrevivía­n con empleos a tiempo parcial han visto sus ingresos recortados o han sido despedidas, y ahora engrosan las filas de los más vulnerable­s. Reportajes cuentan cómo mujeres que se divorcian tras criar a sus hijos, y sin conexiones con el mundo laboral, caen en un limbo de soledad y penuria cuya salida es la prostituci­ón o la depresión.

Los partidos de la oposición pidieron el mes pasado al primer ministro, Yoshihide Suga, empezar cuanto antes los subsidios para las familias vulnerable­s en Japón, pero, según la prensa, el mandatario se mostró “evasivo”. Cuando Suga se decida, el primer reto de su equipo será igualar lo expeditivo del programa colombiano.

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