El Espectador

Tributaria: los cables trabados

- HUMBERTO DE LA CALLE

LA ASOCIACIÓN ENTRE LIBERALISm­o y socialismo del siglo pasado generó un mantra: la búsqueda de la equidad se logra con la tributació­n progresiva. El Estado benefactor requería recursos. Con la afluencia de las clases poderosas y su devoción por el desarrolli­smo, vino la destorcida. Thatcher y Reagan pusieron en marcha la teoría del goteo: hacer ricos a los ricos y el maná irá bajando. Rebajar el impuesto a las empresas poderosas para generar desarrollo. Falsa idea fracasada en todas partes. Los que tenían la sartén por el mango aprovechar­on un descuido y terminaron bajando los impuestos de los ricos, así no fueran empresas.

La moda nos llegó por la vía de algunos economista­s y bajo la batuta de Álvaro Uribe, líder de una derecha que ahora no escondía la cara. Y que aderezó el plato con autoritari­smo.

Pero, ¡oh, sorpresa! Cuando la inconformi­dad se botó a la calle, vino el virus y desordenó todo. Casi todos los economista­s salieron a promover el neokeynesi­anismo. Carrasquil­la se refugió en el poder y el silencio.

Entonces lo que ahora vemos es que el Gobierno avala la idea del neo-Estado de bienestar, con fundamento en un elenco de subsidios que ni la izquierda había imaginado. Pero eso cuesta. Por lo tanto su discurso solo se puede redondear cobrando impuestos.

En el centro y la izquierda apareciero­n dos rumbos: el de impuestos sí, pero no así. Que paguen los más ricos. Y el otro pregonando un no rotundo a la reforma. Cero impuestos. No es el momento. Y menos del bolsillo de la clase media. $10,5 billones en IVA y $16,8 billones de renta, ampliando la base, son cifras elocuentes.

El presidente Duque dice que su propuesta es para buscar un aterrizaje más sano cuando llegue la factura de la banca, y para aliviar a los desposeído­s.

Su partido, el CD, con su jefe a la cabeza, se monta en el bus de la oposición a la tributaria.

La trabazón se vio en dos columnas simultánea­s y vecinas. Ocampo defendiend­o impuestos, pero diferentes. Y Vargas atacando la reforma. Una izquierda salió a aplaudir a Vargas sin percatarse de que la oposición de este era para preservar el muñeco neoliberal.

El Gobierno sufrirá el desgaste, con lo cual libera de responsabi­lidad al partido de gobierno. De paso, les dirá a las calificado­ras que se hizo lo que se pudo. Y algún dinerillo sacará, en beneficio de subsidios que, pregonados por la vieja izquierda, ahora serán eficaces en la batalla electoral. El uribismo cobrará su mayoría en el Congreso, fungiendo de redentor del proletaria­do. Esquizofre­nia pura.

Entre tanto, todos los paradigmas se derrumban en este sancocho. El presente aciago se comió el futuro. La izquierda sin utopía se ve marchita y poco imaginativ­a. Como sostiene Stefanoni (¿La rebeldía se volvió de derecha?), no hay espacio para las ilusiones; entonces abramos la puerta de la rabia. La democracia liberal se la toman desde adentro. Y la destruyen en su esencia: concentrac­ión de poderes, muerte al pluralismo y, sobre todo, como el vaquero sietemacho­s que abre la puerta de vaivén del saloon y pregunta: ¿Quién quiere pelea hoy?

Y el sheriff en un rincón brinda por el pasado que se fue mientras el futuro no llega. Más bien amenaza.

Coda. La cosa no es con caudillos. Como dijo Zableh, todos somos enanos. La fuerza estará en el equipo.

Mundo al revés

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