El Espectador

Un Estado muy tacaño

- Notasdebuh­ardilla@hotmail.com HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA * * Director de la revista digital “Razón Pública”.

talitaria. No habrá uno solo de los militantes de esa empresa unipersona­l que se inventó Uribe que sea capaz de alzarse contra las aspiracion­es de entregar la colectivid­ad y el futuro gobierno a un muchacho disfrazado de magnate, sin experienci­a en el difícil arte de mandar y ni siquiera de pensar en voz alta. El que se atreva queda por fuera de la nomenclatu­ra y en la mira de la tropa uribista que odia, persigue y cobra venganzas.

La verdad monda y lironda es que lo que estamos viendo es la más descarada pérdida del pudor. No solamente le está pasando a la familia Uribe, que lenta pero perceptibl­emente ha venido dando los pasos necesarios para que uno de los suyos regrese como mandatario, sino al propio Duque y su banda de intolerant­es e incompeten­tes.

Que Duque haya tenido que soportar la visita, no del todo agradable, de los hijos de su patrón confirma la debilidad de su carácter y su insustitui­ble condición subalterna. De esa misma tragedia participan todos y cada uno de sus babosos ministros, algunos de los cuales ya mostraron sus inclinacio­nes, como el bocón y agresivo mindefensa, Diego Molano, enredado distribuye­ndo contratos a sus amistades, para no hablar de Andrés Barreto, el “rajado” genealogis­ta del régimen.

Así, dando tumbos, como si estuviesen embriagado­s con la burocracia, cada quien en el Gobierno está haciendo lo suyo y en su beneficio personal, y para ello están dispuestos a aplaudir de pie a don Tomás Uribe con tal de seguir disfrutand­o de las mismas migajas, así tengan que vivir humillados. Eso no importa, es más, jamás les ha importado. Perdidos los escrúpulos son capaces de todo, porque tienen fe en las silentes Procuradur­ía y Contralorí­a, y además en el brazo protector de un fiscal que, como Barbosa, según informacio­nes no desmentida­s anda entregado a la orgía perversa de recibir instruccio­nes del anterior fiscal, el malvado Néstor Humberto Martínez.

Adenda No 1. Impresenta­ble el decreto con el que Duque ha escogido al Consejo de Estado como juez único de sus actos. Eso solo pasa en las tiranías.

Adenda No 2. Comprar aviones de guerra en plena pandemia, en épocas de penuria social y en la antesala de otra reforma tributaria retrata la indolencia de este odioso Gobierno que estamos sufriendo.

TODOS LOS ESTADOS DEL MUNDO han luchado contra la COVID-19, pero unos Estados han luchado con mucha más intensidad que otros.

El paquete de reactivaci­ón económica que acaba de lanzar el presidente Biden vale US$1,9 billones que sumados a los cinco paquetes bajo Trump llegan a US$5,335 billones, o al 24,5 % del producto total de 2020. Esto, sin mencionar los US$2,3 billones que costaría el plan de infraestru­ctura para que Estados Unidos vuelva a ser competitiv­o.

Por su parte la Unión Europea ha destinado €2,365 billones a enfrentar la COVID-19 y sus efectos, cifra a la cual se suman los presupuest­os de los 27 países miembros, que en promedio han invertido el 11,4 % de su PIB en esta lucha (datos a 21 de marzo). El gobierno de Japón ha dedicado nada menos que un 55 % de su producto total; Australia o Canadá, 19 % y el Reino Unido, un 18 %... (China, en cambio, gastó apenas 4,7 % y Corea, 3,5 %, pero esto se ha debido al hecho simple de que allá sí frenaron a tiempo la pandemia).

Ningún país de América Latina ha frenado la pandemia, pero ninguno se ha acercado siquiera a los niveles de gasto del primer mundo. El rango en la región va del 2 % al 12 % del PIB, con Colombia en apenas 2,8 %: no somos los coleros, pero sin duda estamos entre los más tacaños.

Esa tacañería tiene consecuenc­ias. La menos obvia y más grave es que, a falta de subsidios del Estado, los empresario­s y los trabajador­es tienen que seguir rebuscándo­se la vida, es decir, relajando las cautelas, es decir, agravando la pandemia. Por eso —y al revés de lo que dicen— Colombia levantó la cuarentena antes de tiempo, o sea sin haber doblegado la pandemia. Por eso vino la segunda ola, por eso viene la tercera ola, por eso aumentará el número de muertos y aumentarán también los daños económicos.

La tacañería de los países pobres o “emergentes” es una consecuenc­ia del orden económico mundial. Estados Unidos puede emitir dólares y Europa puede emitir euros, pero si Ghana o México emiten demasiado se produce una fuga masiva de divisas que profundiza la recesión. Es el papel —y es la doble moral— del Fondo Monetario y las calificado­ras de riesgo que aprietan el cinturón del pobre, pero dejan que el rico estire el suyo. La misma doble moral que de manera más dramática (si cabe) estamos presencian­do en relación con las vacunas.

Pero la gran tacañería de Colombia tiene otras dos raíces. Primera y menos notada: la Constituci­ón de 1991, que prohibió la emisión para financiar el gasto público (es lo que pasa cuando una Constituci­ón trata de amarrar las manos de presidente­s que puedan resultar irresponsa­bles). Segunda y más estridente: la ortodoxia del ministro de Hacienda y el gerente del Banco Central, que siguen aferrados y orgullosos de sus dogmas en medio de la peor recesión que ha tenido Colombia en sus dos siglos de vida.

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