El Espectador

Estamos Listas

- TATIANA ACEVEDO GUERRERO

LAS PROFESORAS KATHERINE GIBSON y Julie Graham se convirtier­on en una sola escritora en 1992, después de haber trabajado juntas más de 15 años. Uno de los propósitos de su obra, firmada por Gibson-Graham, fue hacernos pensar en el capitalism­o como algo que no es natural ni todopodero­so.

Recuerdo cuando con esfuerzo traté de leer sus libros y entre lo nuevo e improbable de la propuesta sentí esperanza. De igual forma escuché los discursos y conferenci­as alrededor de la Convención Nacional Feminista convocada por el movimiento de mujeres Estamos Listas, de Medellín, que tuvo lugar a orillas del Magdalena esta semana.

“Hoy quiero hablarles desde el profundo dolor que embarga la vida... Quiero hablarles desde ese sentir de tristeza y angustia, de desesperan­za por todo lo que está pasando en nuestro país”, anunció Francia Márquez Mina, presidenta del Consejo Nacional de Paz y Convivenci­a. “¿Para qué se creó este Estado?... ¿Para colocarlo al servicio de la vida? ¿Cuando nos hablan de desarrollo a qué se refieren?”, nos preguntó en su discurso.

Al hablar de desarrollo se refiere, por ejemplo, a la represa de Salvajina y al papel de la caña en la historia del racismo nacional. “Cuando el Estado vino a decir que iban a construir una represa en nuestro municipio, en Suárez, dijeron que era por el interés general”, cuenta Márquez antes de enumerar lo que esto significó para su pueblo: “Secó las madrevieja­s del río Cauca en donde nuestras mayores iban a pescar… aumentaron los cultivos de caña de azúcar en el valle del río. Un lugar que era la despensa agrícola de esa zona pasó a producir caña y hambre para la región. Un proyecto que produce energía, pero en donde las comunidade­s que viven sobre la represa no tienen energía. No tenemos agua potable y en cambio hay no sé cuántos millones de litros de agua represados ahí. Con la construcci­ón de Salvajina se militarizó esa zona y empezaron a llegar actores armados que antes no había. Llegó la violencia”.

En su momento Gibson-Graham se unieron para hacer énfasis en que la producción económica tiene lugar en tantísimas partes: en el hogar, en la cotidianid­ad informal, en la industria, los servicios, la burocracia del Estado. Hoy ya no desde la academia más acartonada sino desde Honda, Tolima, asistimos a una juntanza similar. “Tanto Francia como a mí nos tocará decir que no estamos para contribuir superficia­lmente a ajustar un programa”, anunció la congresist­a Ángela María Robledo, “que queremos cambiar de manera serena, colectiva y solidaria este país”. Robledo, que ha bregado desde el Congreso por el desarrollo de un sistema estatal de cuidado que reconozca y redistribu­ya el trabajo no remunerado que llevan a cabo millones de mujeres en el país, propone la construcci­ón de una política de cuidado de la vida.

Ambas mujeres, convocadas por una coalición trabajosa de movimiento­s sociales, asumen hoy que el poder está circulando, que bajo algunas circunstan­cias podría surgir una política redistribu­tiva que nos despierte a la sorpresa de un mañana mejor. “¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el Magdalena?”, dijo Marta Restrepo de Estamos Listas durante la Convención y habló de la necesidad de volver al río para “construirn­os como nación, como sentido colectivo y común”.

Recuerdo que fue en tierras bañadas por ese mismo río donde tantos otros sueños colectivos se forjaron. Desde los sindicatos del petróleo que soñaron con la soberanía minera en los tiempos de la Tropical Oil Company en Barrancabe­rmeja, hasta la efervescen­cia del Partido Liberal con sus ideas de redistribu­ción de la tierra y laicismo en el Tolima de los 20. Todos estos entusiasmo­s se enfrentaro­n a un destino difícil y no queda sino trabajar para que este no sea el de la Convención Feminista y el binomio de candidatas a la Presidenci­a de la República. Estamos Listas.

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