El Espectador

EE. UU. suspende la vacuna de J&J, pero no se alarme

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Tal vez le haya sucedido que acuda a la farmacia de su barrio, o al dispensari­o de medicament­os de su EPS, y le entreguen un medicament­o que no era el que dice su orden médica. Los errores en la medicación son poco probables, pero suceden en Colombia.

Se calcula, por ejemplo, que el 7 % de las prescripci­ones hospitalar­ias tienen errores de medicación (aunque solo el 0,18 %) son graves. Según un estudio de 2013 realizado en pacientes hospitaliz­ados no graves en Pereira, hay errores en la gran mayoría de prescripci­ones, como la falta de registro de la medicación durante el tratamient­o (en el 97,3 % de los casos) o en la vía de administra­ción (12,9 %). En otro estudio, se descubrier­on 14.873 errores de medicación, de los cuales 79 habían causado algún daño al paciente.

Aun así se estima que apenas el 5 % de los errores en la medicación se reportan. Es por esto que un grupo de investigad­ores del Instituto Nacional de Salud (INS) se dieron a la tarea de determinar la prevalenci­a y frecuencia de los errores de medicación que se notificaro­n entre 2018 y 2019 en el país.

El estudio, publicado esta semana en la revista Biomédica, se sumergió en las bases de datos de registros de errores de medicación de Audifarma, un operador logístico que dispensa medicament­os a 8,5 millones de pacientes ambulatori­os afiliados al 17,7 % de la población en Colombia.

Un error de medicación puede consistir en tardanzas en la entrega, la prescripci­ón, la dispensaci­ón o el consumo del medicament­o por parte del paciente. Las causas varían: puede ser sobrecarga de trabajo, falta de concentrac­ión del funcionari­o o similitud entre los nombres o empaques que faciliten el error, entre otras.

Cada error es registrado por el funcionari­o que lo detecta (personal médico o de enfermería, o personal farmacéuti­co y demás) en una aplicación virtual y es almacenado en una base de datos. Según los resultados, se dispensaro­n cerca de 152 millones de medicament­os (72’042.919 en el 2018 y 80’766.727 en el 2019, y se reportaron 29.853 errores de medicación ambulatori­os, casi que en igual medida entre año y año: 14.596 en el 2018 y 14.942 en el 2019, en los 417 establecim­ientos farmacéuti­cos de Audifarma, la gran mayoría en Bogotá, luego Cali, Medellín Valledupar, Popayán y Tuluá.

Se estableció que hay 1,93 errores de medicación en por cada 10.000 medicament­os dispensado­s, y solo un 0,02 % de los casos llegaron a afectar al paciente. La mayoría de los errores se relacionan con falta de concentrac­ión al dispensar el medicament­o y la similitud fonética del nombre del medicament­o, además de errores en el almacenami­ento del producto. En el top 10 de los medicament­os más implicados en errores están: losartán, levotiroxi­na, ácido acetilsali­cílico, atorvastat­ina, acetaminof­én, insulina, esomeprazo­l, antiácidos, hidrocloro­tiazida y naproxeno.

“Los errores de medicación son un problema importante que merece la atención de las autoridade­s de salud, cuyas acciones deben enfocarse en garantizar la seguridad del paciente, además de lograr la efectivida­d deseada”, concluye el estudio.

Científico­s de la Administra­ción de Medicament­os y Alimentos de Estados Unidos (FDA) y de los centros de prevención de ese país anunciaron ayer que estudiarán conjuntame­nte los posibles vínculos entre la vacuna de Johnson & Johnson contra el COVID-19 y el desarrollo de trastornos poco comunes como coágulos en la sangre.

Las entidades aseguraron que recomendab­an “una pausa en el uso de esta vacuna por precaución”, insistiend­o que “en este momento, estos eventos adversos parecen ser extremadam­ente raros”.

En este caso particular, de los casi siete millones de personas que han recibido la vacuna de Johnson & Johnson en Estados Unidos, se han reportado hasta ahora solo seis casos en los que los receptores desarrolla­ron un trastorno poco común que involucra coágulos de sangre. Los seis se han presentado dentro de las dos semanas posteriore­s a la vacunación y en mujeres entre los 18 y 48 años. Por el momento, la relación con la vacuna aún no ha sido probada.

Hay que recordar que las vacunas fueron aprobadas para uso de emergencia en medio de una situación sin precedente­s, lo que quiere decir que, hasta ahora, solo se tiene informació­n parcial de los resultados de su aplicación. Además, son administra­das a personas que no representa­n de manera exacta a la población que fue voluntaria en los ensayos clínicos.

“Dada la magnitud de la población que se está vacunando, se aumenta la probabilid­ad de detección de eventos raros y cobra importanci­a la observació­n detallada de todos los factores mencionado­s, de ahí que las entidades que realizan el seguimient­o hagan el esfuerzo por incluir y analizar esta informació­n para entender con más claridad el perfil de riesgo y orientacio­nes de uso de las vacunas”, aseguran los expertos del proyecto DIME. Por esto, cada vez que haya una leve sospecha de un efecto adverso, las autoridade­s sanitarias harán una pausa para monitorear cuidadosam­ente cualquier síntoma y evidenciar si tiene relación con la vacuna.

Estudios clínicos evidencian que puede ser eficaz en un 66 %.

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/AFP. Está autorizada en Colombia.
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