El Espectador

Sistema penal “aplazatori­o”

- PABLO FELIPE ROBLEDO

CASI TODAS LAS INVESTIGAC­IOnes de políticos y empresario­s corruptos tienen un común denominado­r: aplazamien­tos, dilaciones e impunidad. En ellas se emplean triquiñuel­as para obstruir a la justicia.

Desde que inicia el proceso, investigad­os y abogados tienen claro que su único objetivo es entorpecer la investigac­ión para lograr la prescripci­ón de sus delitos y posteriorm­ente pregonar su inexistent­e honorabili­dad.

No es una novela, es la realidad. Como se mostró en el reportaje de la Unidad Investigat­iva de Noticias Caracol, liderada por el periodista Juan David Laverde, el caso de Samuel Moreno es una clara muestra de esta triste realidad. Desde 2017, la Fiscalía imputó cargos a Moreno por la adjudicaci­ón del contrato Tunjuelo-Canoas y la millonaria coima pagada por Odebrecht y Grupo Solarte, sin que hasta el sol de hoy se haya podido adelantar el juicio en contra del exalcalde debido a las múltiples solicitude­s de aplazamien­to soportadas en causas ingeniadas desde la privilegia­da comodidad de la Escuela de Carabinero­s de Bogotá —no desde una cárcel— para burlarse de la justicia junto con su abogado, quien en Noticias Caracol vociferó que eso no era nada distinto al debido proceso. Tras de ladrón, bufón.

Ese no es el único caso. Podemos referirnos a muchos procesos famosos, pero da igual. La conclusión es la misma: se trata de una práctica premeditad­a, habitual y hasta patrocinad­a por el entorno mismo, diseñado para que al final ganen los malos, se decreten prescripci­ones y todos puedan vivir del botín.

Lo lamentable de todo esto es que los abogados de esas pobres “víctimas” de la persecució­n penal del Estado se prestan para ejecutar maniobras fraudulent­as sin que ninguna autoridad disciplina­ria se pellizque a quitarles la tarjeta profesiona­l de abogado.

Hemos sido testigos de abogados que justifican el aplazamien­to de las audiencias con excusas que son una cachetada a la justicia, como por ejemplo que el procesado tiene estreñimie­nto. Ya ni saben qué inventar. Algunos abogados se conocen más por sus apodos que por sus apellidos, como el tristement­e célebre “Dr. Diarrea”, al que en el futuro no tardan en acompañarl­o el “Dr. Jaqueca”, el “Dr. Dolor de Muela” o, como en el caso de Samuel Moreno, el “Dr. Sospecha de COVID-19”.

Y esas excusas nada tienen que ver con el ejercicio de las garantías del debido proceso, pues son una burla a él. Son maniobras dirigidas a entorpecer las labores de la justicia, buscar excarcelac­iones por vencimient­o de términos y “absolucion­es” por prescripci­ón. Aquí los “abogánster­es” actúan a sus anchas sin ni siquiera sonrojarse. Al contrario, se enorgullec­en y se felicitan entre ellos, a través de la recién creada “Asociación de Abogánster­es” o como se llame ese colegio que funciona como fachada de sus travesuras. Horroroso.

Es una vergüenza que nuestro sistema penal, anunciado como acusatorio, haya quedado reducido a un “sistema penal aplazatori­o” en el que priman el ausentismo, la impunidad y la burla a la justicia. Un sistema creado para proteger al delincuent­e de la sociedad y no a la sociedad del delincuent­e. Así es muy difícil acabar con la corrupción, por no decir imposible.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia