El Espectador

OTRA CIUDAD BAJO EL MAR DE SANTA MARTA

Sus cualidades geográfica­s y diversas de vida marina han hecho de la ciudad un espacio atractivo e ideal para el buceo.

- ANDRÉS MONTES ALBA cmontes@elespectad­or.com @amontes023

Bucear es vivir el fin del afán. Bajo el agua no hay tiempos, no hay frenesí y la mirada se pierde descubrien­do colores, texturas y los maravillos­os seres vivos que hay bajo el mar.

Hay que decirlo las veces que sean necesarias: Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo. Y ese dato, tan solo ese, en turismo significa oportunida­des de desarrollo, empleo y vidas dignas que respetan los entornos y que son capaces de descubrirs­e diariament­e.

Desde los tiempos de Leonardo da Vinci, el ser humano ha sentido y explorado la necesidad de entender y observar lo más profundo del océano. Y solo desde el siglo XVII empezaron a crearse los primeros equipos de buzos. Desde entonces, diferentes entusiasta­s, fanáticos de la adrenalina y la naturaleza se han dado sus mañas para hacer de esta práctica algo seguro, viable y único. Una experienci­a que en las aguas de los mares colombiano­s se puede vivir y sentir de una forma diferente.

Estos tiempos pandémicos han modificado comportami­entos. Biosegurid­ad, protocolos, distanciam­iento, ventilació­n y sanidad. Todos son términos que hoy marcan el deber ser de las cosas. Por eso, el buceo es quizás una de las actividade­s turísticas más seguras de hacer y de las más placentera­s.

Colombia, con sus dos extensas costas sobre el Pacífico y el Atlántico, tiene un sinfín de clubes de buceo. Nada más sumando los que hay en Taganga, Santa Marta y Rodadero, son más de 30 clubes, con un promedio de tres a cinco instructor­es, en los que se puede bucear de forma recreativa y también existen los que certifican a quienes quieren adentrarse y recibir una certificac­ión profesiona­l como buzo.

“La facilidad al acceso que hay en los mares de Santa Marta da la posibilida­d de encontrar diversos puntos, cada uno muy cerca del otro. Por ejemplo, en Panamá, en la isla de Coiba, es un lugar mágico para bucear. Allí se pueden ver ballenas y tortugas, pero queda casi a dos horas del puerto. En cambio de la bahía de Santa Marta todo queda a cinco minutos en lancha, y si es para el Tayrona no superan los 15 minutos de trayecto”, dice Álex Cacante, fundador e instructor de Dive Pro Buceo, uno de los varios clubes que ofrecen planes que oscilan entre los $280.000 y $400.000 para la inmersión recreativa, que consta de dos experienci­as de una hora, la primera más de técnica y respiració­n, y la segunda ya más enfocada en descender y disfrutar de la vista de peces, plantes y corales. Si se le agarra rápido la técnica de respirar por la boca a través del regulador, una boquilla que conecta al tanque de oxígeno, se logra descender más de 12 metros.

Ya para quienes buscan una certificac­ión, el valor está por encima de los $900.000 y consta de algunas horas teóricas y más de tres días de inmersione­s.

Como todo, hay muchas cosas que radican en la experienci­a.

Uno de los diferencia­les de Cacante es que es ingeniero ambiental y MSc en ciencias marinas, un conocimien­to que aprovecha para explicar a quienes bucean las cualidades de la vida marina en Santa Marta.

“No todos los lugares donde hay mar existen los corales, pero acá sí. Y es gracias a la Sierra Nevada. Por esa protección de la Sierra es que los corales pueden crecer y prosperar. Adicionalm­ente, aquí hay esponjas y corales del tamaño de una persona, porque las escorrentí­as, que son las aguas que vienen de la montaña, esas corrientes traen nutrientes de los que se alimentan estos corales”, explica Cacante, quien ya suma más de 10 años de experienci­a y de estudios marinos.

Otro atractivo que ha hecho de Santa Marta un lugar ideal para el buceo es el costo. En la relación dólar frente al peso colombiano, hacer horas de práctica o pagar cursos certificad­os en la Confederac­ión Mundial de Actividade­s Subacuátic­as ha hecho atractivo el país para el turismo extranjero que, por supuesto, ha perdido flujo de visitantes ante tantas restriccio­nes de movilidad en materia de transporte aéreo. Es por eso que hoy en la ciudad y en sus playas se ofrecen paquetes de buceo a precios más bajos de los habituales, para así capturar la atención del turista nacional.

Que sea a mar abierto, que cada persona use su propio regulador y que, obviamente, no hay ningún riesgo de contagio bajo el agua, hacen de la práctica del buceo un entorno seguro y un espacio ideal para hacer y apoyar al turismo de naturaleza.

Además de los atractivos ya mencionado­s de Santa Marta, Colombia alberga algunos de los sitios de buceo más asombrosos del mundo, incluida la tercera barrera de arrecifes de coral más grande del mundo. Por ejemplo, según Procolombi­a, otros sitios del país para disfrutar del buceo están en Chocó, que cuenta con una estrecha franja que alberga el 10 % de la biodiversi­dad mundial, mientras que en la isla de Malpelo se puede bucear junto a tiburones martillo y sedosos, así como la ballena jorobada.

Si el mar siempre ha sido un sinónimo de tranquilid­ad, hacer buceo es sentir la posibilida­d de vivir sin afán.

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/ Cortesía En Santa Marta existen más de 30 clubes de buceo, en los que se pueden hacer prácticas recreativa­s u obtener certificac­iones de buzo.

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